Páginas

domingo, 22 de junio de 2008

Mis Cuentos: El nombre de Beliza

Este es otro de mis cuentos. Espero les guste.

El nombre de Beliza


“Las autoridades españolas se niegan a inscribir en el registro a una niña colombiana de nueve meses que ha acaba de recibir la nacionalidad española, aluden que Beliza no es un nombre”. Encabeza el titular de un periódico gratuito.


Lina acurruca a la niña con suavidad en la cuna. La mece, acariciando las palabras para dulcificar la vastedad de la noche, las luces se apagan y un inmenso silencio las embarga. La noche estalla con sus últimos rituales, se relajan los pensamientos y flaquean las fuerzas, sólo quedan los susurros de la madre para aliviar los trajines del día.


“Beliza, Beliza, corazoncito de azúcar, manitas de algodón … duerme, duerme humm….humm… duerme, duerme mi niña, corazoncito de azúcar, manitas de algodón…“


Han pasado varios meses desde que Lina depositó la carta que la abogada redactó. Lina con la angustia de la esperanza no comprende porque la pequeña no puede llevar el nombre de la abuela.


Las 7 de la mañana, los primeros rayos de luz alborotan el inicio del día. La joven madre sigue con su confusa rutina y como cada mañana con el corazón entumecido, abre su buzón de correos a la espera una respuesta.



María Germaná - En Madrid, a 3 de febrero de 2007
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

sábado, 7 de junio de 2008

Sidonie Gabriel Colette - Canción de la Danzarina




Espero les guste este cuento:

Cuento: Canción de la danzarina
De: Colette


¡Oh tú, que danzarina me llamas, sabe hoy que no aprendí a danzar! Me encontraste juguetona y pequeña, danzando en el sendero y persiguiendo a mi sombra azul. Giraba como una abeja, y mis pies y mis cabellos, color de camino, se empolvaban con el polen de un polvo rubio.
Me viste venir de la fuente, meciendo el ánfora en mi cadera, mientras, al compás de mis pasos, sobre mi túnica saltaba el agua en redondas lágrimas, en serpientes de plata, en menudos cohetes rizados que ascendían, helados, hasta mi mejilla. Yo caminaba lenta, seria, mas llamaste danza a mis pasos. No mirabas mi rostro, seguías el movimiento de mis rodillas, el balanceo de mi talle, en la arena leías la forma de mis talones desnudos, la huella de mis dedos abiertos, que comparabas con la de cinco perlas desiguales.

Me dijiste: «Coge esas flores, persigue esa mariposa...» Llamabas danza a mi carrera, y cada reverencia de mi cuerpo inclinado sobre los claveles purpúreos, y el ademán, repetido en cada flor, de echar atrás, por encima de mi hombro, un chal resbaladizo.

En tu casa, sola entre tú y la alta llama de una lámpara, me dijiste: «¡Danza!» y no dancé...

Pero desnuda en tus brazos, sujeta a tu lecho por la cinta de fuego del placer, me llamaste, sin embargo, danzarina, al ver agitarse bajo mi piel, desde mi pecho ofrecido a mis pies crispados, la inevitable voluptuosidad.

Fatigada, anudé mis cabellos, y los contemplabas, dóciles, arrollados a mi frente como serpientes hechizadas por la flauta.

Abandoné tu casa mientras murmurabas:

«La más hermosa de tus danzas no es cuando acudes corriendo, jadeante, poseída de un deseo irritado y atormentado ya, por el camino, el broche de tu vestido. Es cuando de mí te alejas, serenada y con las rodillas temblorosas, y al alejarte me miras, en el hombro tu barbilla. Tu cuerpo me recuerda, oscila y titubea, me echan de menos tus caderas y tus senos me están agradecidos.

»Me miras, vuelta la cabeza, mientras tus pies adivinadores tantean y escogen su camino.

»Te vas, siempre pequeña y maquillada por el sol poniente, hasta no ser, en lo alto de la colina, más esbelta en tu túnica anaranjada que una llama vertical, que danza imperceptiblemente...»

Si tú no me abandonas, iré danzando hasta mi blanca tumba.

Saludaré a la luz, que me hizo hermosa y me vio amada con una danza involuntaria, cada día más lenta.

Una postrera danza trágica me enfrentará con la muerte, mas sólo lucharé para sucumbir con elegancia.

Que los dioses me concedan una caída armoniosa, juntos los brazos en mi frente, doblada una pierna y extendida la otra, como presta a franquear, de un salto ingrávido, el negro umbral del reino de las sombras.

Me llamas danzarina, y, sin embargo, no sé bailar...


Biografía

Colette, seudónimo de Sidonie Gabrielle Colette, escritora francesa (1873-1954), tuvo una infancia feliz y se caso cuando aún era una adolescente con Henry Gauthier-Villards conocido como "Willy", éste era autor de novelas populares y se dedicaba a explotar a sus colaboradores. Descubrió las dotes literarias de su mujer y la animó a escribir, pero no tuvo el más mínimo escrúpulo en firmar sus obras. La engaño cuanto pudo, la indignación le sirvió como liberación. Luego animada por Geroges Wagne se dedicó al music-hall. Fue un gran escándalo para la época pero logro su liberación personal, se divorció de "Willy" y se afirmó como escritora.
Se volvió a casar con Henry de Jouvenel, político y periodista y es así como colabora con el periódico Le Matin, del cual éste era redactor, el matrimonio tampoco dura y a los pocos años se divorcia una vez más, pero es mentora del hijo de éste, Bertrand de Jouvenel y lo inicia en la escritura. Esta experiencia le servirá a Colette para desarrollar los temas de sus obras.
Con Diálogos de animales (1904) comenzó verdaderamente la carrera de escritora de Colette. Después de 13 años de desdicha doméstica, se separó de su marido en 1906 y llevó una vida bastante agitada que provocó escándalo. Bailó desnuda en el Moulin Rouge, mantuvo relaciones con la hija de un duque y también con Auguste Hériot, al mismo tiempo que escribía, daba conferencias y actuaba en teatro. Finalmente, ganó fama literaria con Renée (1910).
Entre sus obras figuran: La Paix chez les bêtes (1916), Mitsou ou Comment lesprit vient aux filles (1919) y Chéri (1920), El trigo verde (1923),Al rayar el día (1928), La casa de Claudina (1930) y Sido (1930), así como varios relatos intimistas.
Muere en pleno talento creativo. Fue enterrada en el cementerio Père Lachaise París.