sábado, 8 de marzo de 2008

Cine: Japón de Carlos Reygadas


Han estrenado en Madrid la opera prima de Carlos Reygadas, cineasta Mexicano de gran talento.
Es la historia de un hombre que va en busca de un lugar aislado, un pueblo perdido de amplios y áridos espacios naturales para poder suicidarse.
La película está cargada de planos lentos, llena de silencios donde el juego de cámaras orienta la mirada al paisaje árido así como la mirada de los mismos personajes. Es impresionante cuando el personaje y el propio espectador se encuentran con un hombre caminado con su pierna renga en plena montaña arrastrando el peso de su humanidad quebrada y la expresión intensa de su mirada adolorida.
Japón hace alusión a los samuráis que van al Fují antes de suicidio, también al haiku, ese Japón extraño y simbólico para nosotros los occidentales. Así como el personaje principal de la película del cual no sabemos gran cosa pero que viaja por el México profundo para suicidarse, lo dice el mismo personaje en una de las primerísimas escenas de la película cuando pide ayuda a uno de los cazadores para que le indique un pueblo.
No son actores profesionales, Reygadas busca que el personaje se exprese sin la formalidad de un actor. Reygadas nos dice en una entrevista:” Sí, es una necesidad para poder hablar de los sentimientos y las experiencias internas de los personajes. Más que contar así una historia como la historia de fulanito y perenganito, y todo con un narrador externo, que es lo que se supone que hace el cine hoy en día según la mayoría de las escuelas de cine. A mí me interesa mucho más poder tener una experiencia emocional, pero desde el interior del personaje, pero no a través de la identificación, sino a través de lo que él experimenta físicamente”.
El personaje femenino es una anciana llena de bondad dentro de un México profundo y religioso, que a pesar de su artritis y del paso del tiempo es un personaje integrado a la naturaleza y muy fuerte como ser humano. Ver a la bondad y la fortaleza de esta mujer ayudará al personaje principal a encontrarse.
Las escenas de sexo también son polémicas en el cine de Reygadas por ser inusuales. Son escenas más próximas a la vida que al cine. Reygadas dice: “Es que yo tomo mis referencias de la vida y no del cine. Entonces, si eso no se hace en el cine, a mí me tiene sin cuidado. Yo trato de hacerlo como yo lo experimento en la vida, y cómo lo siento próximo y cómo lo observo, y no veo ninguna razón para filmar eso de una forma distinta a la que filmaría a alguien comiendo, ¿por qué? No veo por qué.”

domingo, 2 de marzo de 2008

Gertrud Kolmar - SIN FRUTO

Cuadro de Max Gasbiller Maternidad
Gertrud Kolmar, una de las voces más originales de la poesía alemana del siglo XX.
Tuvo la desdicha de vivir bajo el nazismo siendo judía, quizás por eso su poesía fue el fruto de su exilio interior. Su mundo intenso poblado de paisajes hermosos, llenos de magia y color. Dieron voz a esta original e intimista poeta.

SIN FRUTO
Las mujeres del oeste no llevan velo.
Las mujeres del este se lo quitan.
Quisiera esconder mi rostro bajo un velo oscuro;
Pues ya no es agradable a la vista, ya no es hermoso, está grisáceo,
Agrietado, como las piedras de un fuego exangüe, frío.
Mis cabellos, espolvoreados de ceniza.

Así quiero esperar sola en el crepúsculo en el banco estrecho,
De alto respaldo,
Así quiero quedarme sentada, mientras la noche vacilante
Se hunde a mi alrededor,
Un velo negro.
Me envuelvo en él, cubro mi rostro.

Pero mis ojos están fijos…

Veo. Siento:
Por la puerta cerrada entra sin hacer ruido
Un niño.
El único que me estaba destinado y al que no he dado a luz.
Al que no he dado a luz por culpa de mi pecado. Dios es justo.
Y yo guardo silencio y no me quejo, llevo y escondo la cabeza,
Y así puedo buscarla
Alguna noche.

Un varón.
Solo ése: tierno, mudo, implorante, con suaves, sombríos rizos,
Bajo la frente morena los ojos verde grisáceo de mares
Desconocidos de aquel al que amé,
Al que todavía amo.
No me teme, no retrocede tembloroso ante las caricias
De los labios, de las manos ajadas.
Se acerca, su terciopelo azul roza mi brazo, y sus dedos
Pequeños, juguetones, me agarran el alma,
La afligen.
A veces me trae su canica, la oscura, con vetas doradas,
La llamada ojo de tigre,
O también una flor, un pálido narciso,
O una caracola, rojiza, con verrugas. La alza con delicadeza
Hasta mi oído, y yo escucho el murmullo.

Una vez
En mitad de la noche, una noche de invierno,
Me desperté y miré a través de las sombras:
El que me amaba descansaba sobre mi lecho y dormía.
Su respiración era el murmullo de una caracola en medio del silencio.
Escuché con atención.
Dormitaba profundamente, protegido de ese modo por mi amor,
Entre sueños que desplegaron sobre él las alas púrpura, como
El jugo de la granada llena de semillas
Que habíamos compartido.
Paz.
Yo era feliz y me levanté y me senté, orando con fervor,
E incliné de nuevo el rostro y lo apoyé en mis manos y balbucí
Un agradecimiento tras otro.
De mi sangre
brotó una rosa…
Ésa fue la noche del origen,
Que quiso la bendición, noche de la súplica no susurrada, pero yo
No te engendré,
Mira a tu madre llorando…
También morirás.
Mañana cogeré una pala y, bajo los arbustos de bayas de nieve,
Te enterraré.