Imagen de Rafael Martín
Quería compartir otro de mis cuentos, éste habla sobre la enfermedad de Alzheimer. La mente se va deteriorando poco a poco y los recursos de las personas que la sufren se van agotando. Me resulta difícil explicar con palabras lo que percibo, por eso me acerco a través de este cuento que es mi manera de expresar emoción.
Mejor me callo y os dejo con el cuento que espero os guste.
Aquella enfermedad
A la memoria de mi tía Isabel
Amelita no deja de llorar y en su desesperación ha tomado el autobús para llegar a casa de su hermano Augusto donde vive Encarna, su tía. Cuando la ve, las palabras se le entreveran en un susurro tembloroso:
- Mis hijos me han abandonado. Estoy sola. Ven a casa y quédate conmigo.
La mirada de Encarna se detiene en el fatigado rostro de Amelita y recuerda cuando ambas compartían su modesto departamento en el centro de Lima. Todos los fines de semana, la recogía del internado y su alegría teñía las paredes de su sosegado hogar. Sus manos tiemblan de ternura tratando de alcanzar los recuerdos; acurrucadas la una en la otra para enfrentar las envestidas de la gran ciudad. Cuando Amelita terminó el internado se fue a vivir con ella hasta que se casó.
Encarna se mueve con la lentitud de sus noventa y tres años. Se dirige a su habitación, prepara algunas mudas y las mete en un maletín, a su vez, escucha las interminables quejas de Amelita, sus ojos van humedeciéndose. No entiende qué está pasando con su sobrina, pensar que fue la más lista en el colegio y luego en la universidad, y, ahora con setenta y tres años, la mente se le embrolla. Por momentos, junta los recuerdos y le salen entreverados, a borbotones, luego se repite y la angustia la persigue sin dar tregua como una obsesión.
Una vez más, Encarna, con su pequeño maletín en mano, apoya su frágil esqueleto en su sobrina y juntas emprenden la ruta de la vuelta a casa.
Por: María Germana Matta - En Madrid, a 27 de junio de 2008
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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