Anne Sexton - Portada del libro The complete Poems
Anne Sexton, poesía
Cuando un hombre entra en una mujer
Cuando un hombre entra
en una mujer,
como el oleaje que muerde la orilla,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca de placer
y sus dientes brillan
como el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
hace un nudo,
para que nunca más estén separados
y la mujer
sube a una flor
y Logos aparece
y desata los ríos.
Este hombre,
esta mujer
con su doble hambre,
han procurado penetrar
la cortina de Dios,
lo cual brevemente
han logrado
aunque Dios
en su perversidad
deshace el nudo.
Versión de Beth Miller
Cuando un hombre entra
en una mujer,
como el oleaje que muerde la orilla,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca de placer
y sus dientes brillan
como el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
hace un nudo,
para que nunca más estén separados
y la mujer
sube a una flor
y Logos aparece
y desata los ríos.
Este hombre,
esta mujer
con su doble hambre,
han procurado penetrar
la cortina de Dios,
lo cual brevemente
han logrado
aunque Dios
en su perversidad
deshace el nudo.
Versión de Beth Miller
La verdad que los muertos conocen
Para mi madre, nacida en marzo de 1902, muerta en marzo de 1959,
y para mi padre, nacido en febrero de 1900, muerto en junio de 1959.
Se acabó, digo, y me alejo de la iglesia,
rehusando la rígida procesión hacia la sepultura,
dejando a los muertos viajar solos en el coche fúnebre.
Es junio. Estoy cansada de ser valiente.
Conducimos hasta el Cabo. Crezco
por donde el sol se derrama desde el cielo,
por donde el mar se mece como una cancela
y nos emocionamos. Es en otro país donde muere la gente.
Querido, el viento se desploma como piedras
desde la bondadosa agua y cuando nos tocamos
nos penetramos por completo. Nadie está solo.
Los hombres matan por ello, o por cosas así.
¿Y qué ocurre con los muertos? Yacen sin zapatos
en sus barcas de piedra. Son más parecidos a la piedra
de lo que lo sería el mar si se detuviera. Rehúsan
ser bendecidos, garganta, ojo y nudillo.
Para mi madre, nacida en marzo de 1902, muerta en marzo de 1959,
y para mi padre, nacido en febrero de 1900, muerto en junio de 1959.
Se acabó, digo, y me alejo de la iglesia,
rehusando la rígida procesión hacia la sepultura,
dejando a los muertos viajar solos en el coche fúnebre.
Es junio. Estoy cansada de ser valiente.
Conducimos hasta el Cabo. Crezco
por donde el sol se derrama desde el cielo,
por donde el mar se mece como una cancela
y nos emocionamos. Es en otro país donde muere la gente.
Querido, el viento se desploma como piedras
desde la bondadosa agua y cuando nos tocamos
nos penetramos por completo. Nadie está solo.
Los hombres matan por ello, o por cosas así.
¿Y qué ocurre con los muertos? Yacen sin zapatos
en sus barcas de piedra. Son más parecidos a la piedra
de lo que lo sería el mar si se detuviera. Rehúsan
ser bendecidos, garganta, ojo y nudillo.
La música vuelve a mí
Aguarde señor. ¿Cuál es el camino a
casa? Apagaron la luz
y la oscuridad se mueve en el rincón.
No hay carteles indicadores en esta
habitación,
cuatro damas, de más de ochenta años,
en pañales todas ellas.
La la la, oh la música vuelve a mí
y puedo sentir la melodía que tocaban
la noche en que me dejaron
en esta clínica privada sobre la colina
Imagina. Una radio encendida
y todos aquí estaban locos.
Me gustó y bailé trazando círculos.
La música entra a raudales en la razón
y de un modo extraño
la música ve más que yo.
Quiero decir que recuerda mejor;
recuerda la primera noche aquí.
Fue el frío estrangulado de noviembre;
incluso las estrellas estaban atadas en
el cielo
y esa luna tan brillante
hurgaba entre los barrotes para
pincharme
en la cabeza con una melodía.
He olvidado el resto.
A las ocho de la mañana me atan a esta
Silla
y no hay señales que indiquen el
camino,
sólo la radio encendida para ella misma
y la canción que recuerda
más que yo. Oh la la la,
esta música vuelve a mí.
La noche en que vine bailé trazando
Círculos
y no tuve miedo.
¿Señor?
Aguarde señor. ¿Cuál es el camino a
casa? Apagaron la luz
y la oscuridad se mueve en el rincón.
No hay carteles indicadores en esta
habitación,
cuatro damas, de más de ochenta años,
en pañales todas ellas.
La la la, oh la música vuelve a mí
y puedo sentir la melodía que tocaban
la noche en que me dejaron
en esta clínica privada sobre la colina
Imagina. Una radio encendida
y todos aquí estaban locos.
Me gustó y bailé trazando círculos.
La música entra a raudales en la razón
y de un modo extraño
la música ve más que yo.
Quiero decir que recuerda mejor;
recuerda la primera noche aquí.
Fue el frío estrangulado de noviembre;
incluso las estrellas estaban atadas en
el cielo
y esa luna tan brillante
hurgaba entre los barrotes para
pincharme
en la cabeza con una melodía.
He olvidado el resto.
A las ocho de la mañana me atan a esta
Silla
y no hay señales que indiquen el
camino,
sólo la radio encendida para ella misma
y la canción que recuerda
más que yo. Oh la la la,
esta música vuelve a mí.
La noche en que vine bailé trazando
Círculos
y no tuve miedo.
¿Señor?
Fantasmas
Algunos fantasmas son mujeres,
ni abstractas ni pálidas,
con pechos tan flácidos como peces muertos.
No brujas, sino fantasmas
que vienen, moviendo sus brazos inútiles
como sirvientas descartadas.
No todos los fantasmas son mujeres,
he visto otros;
hombres gordos de blancos vientres
que lucen sus genitales como trapos viejos.
No demonios, sino fantasmas.
De uno retumban sus pasos descalzos,
mientras da bandazos sobre mi cama.
Pero eso no es todo.
Algunos fantasmas son niños.
No Ángeles, sino fantasmas;
se enroscan como tazas de té rosadas
en cualquier almohada, o patalean,
mostrando sus traseros inocentes, clamando
por Lucifer.
Algunos fantasmas son mujeres,
ni abstractas ni pálidas,
con pechos tan flácidos como peces muertos.
No brujas, sino fantasmas
que vienen, moviendo sus brazos inútiles
como sirvientas descartadas.
No todos los fantasmas son mujeres,
he visto otros;
hombres gordos de blancos vientres
que lucen sus genitales como trapos viejos.
No demonios, sino fantasmas.
De uno retumban sus pasos descalzos,
mientras da bandazos sobre mi cama.
Pero eso no es todo.
Algunos fantasmas son niños.
No Ángeles, sino fantasmas;
se enroscan como tazas de té rosadas
en cualquier almohada, o patalean,
mostrando sus traseros inocentes, clamando
por Lucifer.
De ésas
He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, tallas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para los gusanos y los elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que dejábamos atrás,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.
He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque,
las he llenado de sartenes, tallas, estantes,
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para los gusanos y los elfos:
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que dejábamos atrás,
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas.
La balada de la masturbadora solitaria
Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par en espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
un piano en la yema de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen una piedra.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que se han casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las brillantes criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Para mi amante que regresa con su mujer
Ella está allí, entera.
La han preparado atentamente para ti
Y te la han mandado desde tu infancia.
Te la han mandado desde tus cien edades preferidas.
Ella estuvo siempre allí, cariño.
Ella es, de hecho, exquisita.
Fuegos artificiales en el medio del febrero tan gris
Y tan real como una tetera de hierro.
Seamos sinceros, estuve de paso por tu vida.
Un lujo. Una curva de un rojo brillante en el puerto
Mi pelo flotando como el humo por la ventana del coche.
Como mejillones fuera de la temporada.
Ella es mucho más que esto. Ella es tu tengo que tener
Ella te ha cuidado tu crecimiento práctico, tropical.
Ella no es un experimento. Ella es todo armonía.
Ella cuida los remos y las horquillas de tu bote,
Ha colocado flores en la ventana para el desayuno,
Se sienta en el torno a mediodía,
Parió tres hijos bajo la luna,
Tres querubines dibujados por Miguel Ángel,
Y lo hizo con las piernas abiertas
En los terribles meses en la capilla.
Si miras hacia arriba, los niños están allí
Como globos delicados descansando en el techo.
También llevó a cada uno de ellos por el pasillo
Después de la cena, con sus cabecitas tiernamente bajados
Dos piernecitas protestando,
Su cara enternecida por una canción de cuna y su pequeño sueño.
Te devuelvo tu corazón.
Te doy permiso
Para fundirte en ella, dando embestidas
En el barro, para la zorra que hay en ella
Para enterrar su herida ---
Para enterrar viva a su pequeña herida roja—
Para el aleteo pálido debajo de sus costillas
Para el marinero borracho esperando en su pulso izquierdo,
Para la rodilla de madre, para sus medias,
Para su liguero, para su llamada –
La extraña llamada
Cuando te hundas en su madriguera de brazos y pecho
Y acaricies el lazo anaranjado en su pelo
Contestando a la llamada, la extraña llamada.
Ella está tan desnuda y peculiar
Ella es la suma de ti y tus sueños
Móntala como si montaras a un monumento
Peldaño a peldaño
Ella es sólida.
Mientras yo, yo soy acuarela.
Y me destiño.
Ella está allí, entera.
La han preparado atentamente para ti
Y te la han mandado desde tu infancia.
Te la han mandado desde tus cien edades preferidas.
Ella estuvo siempre allí, cariño.
Ella es, de hecho, exquisita.
Fuegos artificiales en el medio del febrero tan gris
Y tan real como una tetera de hierro.
Seamos sinceros, estuve de paso por tu vida.
Un lujo. Una curva de un rojo brillante en el puerto
Mi pelo flotando como el humo por la ventana del coche.
Como mejillones fuera de la temporada.
Ella es mucho más que esto. Ella es tu tengo que tener
Ella te ha cuidado tu crecimiento práctico, tropical.
Ella no es un experimento. Ella es todo armonía.
Ella cuida los remos y las horquillas de tu bote,
Ha colocado flores en la ventana para el desayuno,
Se sienta en el torno a mediodía,
Parió tres hijos bajo la luna,
Tres querubines dibujados por Miguel Ángel,
Y lo hizo con las piernas abiertas
En los terribles meses en la capilla.
Si miras hacia arriba, los niños están allí
Como globos delicados descansando en el techo.
También llevó a cada uno de ellos por el pasillo
Después de la cena, con sus cabecitas tiernamente bajados
Dos piernecitas protestando,
Su cara enternecida por una canción de cuna y su pequeño sueño.
Te devuelvo tu corazón.
Te doy permiso
Para fundirte en ella, dando embestidas
En el barro, para la zorra que hay en ella
Para enterrar su herida ---
Para enterrar viva a su pequeña herida roja—
Para el aleteo pálido debajo de sus costillas
Para el marinero borracho esperando en su pulso izquierdo,
Para la rodilla de madre, para sus medias,
Para su liguero, para su llamada –
La extraña llamada
Cuando te hundas en su madriguera de brazos y pecho
Y acaricies el lazo anaranjado en su pelo
Contestando a la llamada, la extraña llamada.
Ella está tan desnuda y peculiar
Ella es la suma de ti y tus sueños
Móntala como si montaras a un monumento
Peldaño a peldaño
Ella es sólida.
Mientras yo, yo soy acuarela.
Y me destiño.
Los bombardeos
Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos,
América?
Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos,
América?
http://poemaseningles2.blogspot.com/search/label/Anne%20Sexton
Video sobre la vida, obra y suicidio de Anne Sexton. También leyendo su poema: De Ésas (Her Kind).
Vídeo de catorce minutos dividido en dos partes. Podemos ver a Anne Sexton recitando en su casa, hablando sobre poesía, sobre su familia...La mayor parte de este material se muestra en público por primera vez. Versión original con subtítulos en español.
Más sobre Anne Sexton en los enlaces siguientes:
Otra web con poesía de Anne Sexton:
http://www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Anne_Sexton.html
Biografía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Anne_Sexton
María, que preciosidad!!!!! :),me llegaron dentro..gracias por el bello descubrimiento, un abrazo amiga!!! :)
ResponderEliminarGracias Luz, me alegra que la descubras, es una de mis poetas favoritas.
ResponderEliminarEse tipo de poesía que navega por las aguas pantanosas del alma femenina.
Un abrazo
Gracias María por ilustrarnos sobre poetas de latitudes indefinidas para el castellano... pero cerca por tu esfuerzo
ResponderEliminarUn saludo grande