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lunes, 29 de agosto de 2011

Microrrelato: Nostalgia

Edward Weston - Pimiento, 1930


Nostalgia

La noche humea a sueño pesado, desata melancólicos suspiros que perturban la piel, abre apetitos que se alivian con la yema de los dedos, y así, entre discretos pero profundos gemidos da paso al sueño reparador.
A la mañana siguiente, sus labios quedan tibios con el sabor húmedo del recuerdo. Luego se dirige a la cocina y se prepara un café negro con tostadas, sacude su ensortijada cabellera de los enigmas de la noche.
Camina silenciosa por la casa y sin darse cuenta abre el cajón del escritorio, saca una fotografía y contempla una vida a dos.

María Germaná Matta - En Valdepeñas, a 29 de agosto de 2011

Más fotos de Edward Weston:

sábado, 13 de agosto de 2011

Microrrelato: El callejón de los sueños

Foto de Jenn Violetta

El callejón de los sueños

En el jardín descolorido del callejón de los sueños, un pétalo en forma de mariposa sujeta las negras trenzas de la niña. El pétalo se hace denso, se multiplica, le estruja la cabecita. Entre las frías sábanas de la cama, su antigua infancia estalla en Dvd. Mientras las horas se apilan burlonas y festejan la primavera del insomnio.

María Germaná Matta – en Valdepeñas, a 13 de agosto de 2011

miércoles, 10 de agosto de 2011

Else Lasker-Schuler - poesía


de Else Lasker- Schuler

A continuación una breve selección de poemas de la antología: Mi piano azul y otros poemas, antología (1902 - 1943) -  editorial Egitur - Traducción de Sonia Almau 


Presencia

Tenía ondulante cabello nocturno,
Descansa ya hace tiempo en algún sito enterrado.
Tenía ojos claros como arroyos,
Antes de que la tristeza fuera mi huésped,
Tenía manos blanquirrojas de concha,
Pero la fatiga consumió su blanco.
Y un día vendrá el postrero,
Que hundirá la mirada hueca
Hasta la inestabilidad de mi cuerpo
Y arrojará todo lo muerto de mí.
Y volverá a respirar mi alma
Y beberá lo eterno.

Dolor del Mundo

Yo, el ardiente viento del desierto,
Me enfrío y tomo forma.

Dónde está el sol que puede deshacerme,
O el rayo que puede aniquilarme.

Mi ahora, una pétrea cabeza de esfinge,
Enojada con todos los cielos.

Mi niño

Mi niño grita en la media noche
Y ha despertado tan ardiente del sueño.

Le daría tan gustosa el Mayo de mi sangre,
Rompería mi tembloroso corazón en dos.

La muerte en piel de hiena anda con sigilo
Por la franja del cielo en claridad de luna.

Pero la tierra en casta floración
Canta primavera en el giratorio murmullo del mundo.

Y muy dulcemente besa el viento de Mayo
Con fragante mensajero de Dios a mi niño.

Mi callada canción

Mi corazón es un tiempo triste
Que sordo tictea.

Mi madre tuvo alas doradas
Que ningún mundo encontraron.

Escuchar, me busca mi madre
Luces son sus dedos y sus pies sueños errantes.

Y un tiempo dulce con brisas azules
Abriga mi sueño ligero.

Siempre por las noches,
Cuyos días llevan la corana de mi madre.

Y bebo de la luna plácido vino,
Cuando la noche viene solitaria a casa.

- Os mofásteis de mi labio
Y habláis con él -

Pero estiré mis manos hacia las vuestras,
Pues mi amor es un niño y quiso jugar.

Y me fui pareciendo a vosotros
Porque anhelé a los hombres.

Pobre he llegado a ser,
En vuestra mendicante bondad.

Y el mar lo lamentará,
Dios.

Soy el jeroglífico
Que bajo la creación se encuentra.

Y mi ojo
Es la cima del tiempo;

Su luz besa la orla de Dios.


Mi piano azul

Tengo en casa un piano azul
Aunque no sé ninguna nota.

Está a la sombra de la puerta del sótano
Desde que el mundo se enrudeció.

Tocan cuatro manos de estrella
-La mujer-luna cantó en la barca-,
Ahora bailan las ratas en el tecleo.

Rota está la tapa del piano...
Lloro a la muerta azul.

Ah, queridos ángeles, abridme
-Comí del pan amargo-
A mí con vida la puerta del cielo-
Incluso contra lo prohibido.

Estoy triste

Tus besos oscurecen, sobre mi boca.
Ya no me quieres.

¡Y cómo viniste!
Azul a causa del paraíso;

En torno a tus más dulces fuentes
Revoloteó mi corazón.

Ahora quiero maquillarlo,
Igual que las prostitutas
Colorean de rojo la rosa marchita de sus caderas.

Nuestros ojos están entornados,
Como cielo agonizante

Ha envejecido la luna.
La noche ya no despertará.
Apenas te acuerdas de mí.
¿A dónde iré con mi corazón?

Más sobre Else Lasker-Schuler en:



sábado, 6 de agosto de 2011

Mis poemas: A la intemperie


Flor de manita - Tina Modotti

A la intemperie

No sé, qué temblor recorre el epicentro
que calibra mis huesos
ni con qué gestos invocar algún ritual
que me proteja de mi sangre
que circula al revés
he perdido la orbita amarilla
que alimentaba
mi esqueleto con sonrisas
recorro la bahía desconocida
de mi epicentro
donde antiguamente giraba
la constelación de mis planetas
voy vestida con el arrojo
de la mañana
y llevo como único maquillaje
el arcoíris del instinto.

Soy el grito del espejo
invocando la belleza del alba
ato mis cabellos
con el lazo marino
de la intuición
pronuncio las palabras
que vibran en la curva
del laberinto de la noche
para guarecerme del miedo
bebo el brebaje
de algún vino sanador
para despojarme del barro
que emerge de mi cuerpo
y me arroja incesantemente
a la tiniebla.

María Germaná Matta – En Valdepeñas, a 5 de agosto de 2011

jueves, 4 de agosto de 2011

Mis cuentos: La Dama de Acero

Música para sordos, escultura de Leonora Carrington - foto de Antonio Cristerna

La dama de acero

Me quedé dormida con un libro entre las manos debajo de un árbol situado al fondo del jardín. De pronto, mi mente se fue iluminando por figuras de animales, primero vino Rufus, el perro de la residencia que comenzaba a mover sus mandíbulas, reclamando quién sabe, qué cosa. Luego vino Maximim, un canario amarillo, revoloteaba confuso sobre volando mi cabeza en círculos,  como tratando de darme algún mensaje. No comprendí sus mensajes y como no les hacia caso se marcharon, Rufus se fue al interior de la residencia y Maximin se elevó dejando su inconfundible estela amarilla.
Vivo en un antiguo convento, mi familia me dejó aquí hace algunos años, cuando ya no les fui útil. Ahora bordeo los 100. No escucho, ya que soy sorda de nacimiento, pero mis ojos siguen fuertes, leer me abre ventanas, bocanadas de aire fresco en un entorno salvaje donde siempre hay algo que descubrir.
El árbol de este jardín es confortable, tiene el tronco ancho y sus ramas me ofrecen una sombra amplia, me ampara del sol y de la presencia de los otros, aunque muchas veces, su presencia está cargada de rabiosas sensaciones. 
Las monjas de la residencia no nos dejan asomarnos al jardín pasada las 6 de la tarde, pero antes que llegue la hora señalada, me deslizo hacia el fondo donde se encuentra mi árbol, a pesar que mis piernas caminan con torpeza, me gusta sentarme bajo su sombra con un libro entre los dedos y así mi tarde está garantizada. Nadie sabe que estoy aquí, somos tantos en la residencia que difícilmente notan mi ausencia.
Cuando la luz se va, me introduzco con astucia por una pequeña puerta que comunica con la residencia, es una puerta antigua que ya nadie utiliza, cruzo algunos pasillos desiertos, luego abro la puerta que me permite reunirme con los otros. Siempre llego justo antes de la cena, así nadie nota mi ausencia.
A veces, me quedo tendida bajo la sombra del árbol, siento que el cansancio me envuelve y mis parpados comienzan a pesarme, el libro se desliza de mis manos, luego llega Maximim, se posa sobre mi hombro y vuelvo a sonreír; Rufus se sienta a mi lado con la cabeza atenta. Entonces, la dama de acero se desliza de una de las ramas del árbol, tiene formas delicadas y dedos tan largos que parecen hechos para acariciar cuerdas o teclas, lleva consigo un arco y cuando su rostro se inclina levemente, sus dedos hacen vibrar las cuerdas invisibles de su precioso arco, un sonido suave y armonioso revolotea en mi cabeza y mi corazón da un vuelco embelezado, Rufus y Maximin también comparten este éxtasis. Todas las tardes me escabullo y la espero, a ella, la dama de acero, con otro de sus brevísimos conciertos.

María Germana Matta, en Valdepeñas a 4 de agosto de 2011

Esculturas de Leonora Carrington - fotos de Antonio Cristerna