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lunes, 17 de diciembre de 2012

Concha García, poesía


Anka Zhuravleva

Más allá de ser mujer

Estoy viva. Oigo pájaros
porque una cortina tapa la ventana.
pero estoy viva.
También estoy oculta
y me sumerjo en taburetes. Noto
que aprender a vivir es estimulante
para aprender a morir, pero estoy viva
en un pasadizo que me conduce
a voces que no me llaman
y piden ginebra a un hombre de blanco
vestido como un farmacéutico
de hace un siglo. Mis elucubraciones
me hacen pensar en la distancia
como si fuese abstracto estar en tres sitios
simultáneamente.

De "Cuántas llaves"

Brinco de sorpresa

Podríamos incluso contemplar sin fastidio
ese amontonamiento de lo que ahora está bien.
Volver al deleite, anticiparse una vez más
a una especie de pérdida bajo las hojas
de papeles, en la cocina, los diarios,
la publicidad en el buzón, las hojas del campo,
y qué solos estamos cuando todo está bien,
qué pereza subir la escalera, qué rencor
de peldaños.

De "Cuántas llaves"

Sillas

Días en los que vivir parece una tabla
que apuntala una ciudad, y luego
querer tomar café. Qué clase de correcta
inarmonía duele al desechar los azucarillos.
Un mundo en los dedos y un mundo
más hondo y desgajado que no late
en la mirada de nadie. Momentos así
son todo alrededor de tantas sillas.
Me gustaría emborracharme pero son las diez
y calculo que dentro de ocho horas
estaré perdida. Come algo.
No, porque no tengo apetito. Deseo fumar
y hacer malabarismos con el instante
éste. ¿Sabes que no eres adorable?
Busco echarme en el suelo y tener libertad
para mojarme. Son cosas que comienzan
cuando apuntalas el mundo un lunes.
Si se está realmente quieta
notas el humo del tabaco
en el espejo y te ves irreal
para poder pasar el brazo
por encima de una imagen
que apuntala cinco años de vida.
¿Tienes grietas cuando sales a la calle?
Tres o cuatro. Y me empujas para no entrar
donde hasta las piedras sienten la lejanía.
Son bares en habitaciones,
pósters iluminados de artificiales ratos
que invitan a morirse de risa
ante una silla. La gente ofrece dicha
con la lengua pastosa, demanda roces
imperecederos apurando una copa,
son brechas de diminutas felicidades
enjuagadas en alcohol. Yo me río
porque me encuentro cobarde,
quiero aferrarme a algo, a una silla,
hacer una prueba de fuego sobre un taburete
dejándome llevar de la mirada
del personaje que pone los discos y me veo
extendida en una biblioteca irreal,
la sabiduría pide demasiado poco.
Es tan temprano. Te quiero acompañar
y derrumbar contigo el puente de la salvación
que nos lleva de esta casa a los vientos
y a las salidas de mar.
Tienes la voz de un gran amor
y una presencia de escondite
que enturbia planes, que sale de dudas
y entra en ciudades donde no hay un local
para abrazarte. Yo te veo en la 315
asomada hacia la calle para ver si llego.
Llega una bandeja con café sobre una silla
que apuntalo al borde de la cama.
Y después yo, que soy las aberturas,
el grifo goteando, el tic-tac, las voces
de la gente que chilla que se quiere morir
de una rabia hecha jirones.

De "Cuántas llaves"

La sensación de estar viva

Mientras permanecía en la habitación
alguien pidió la cuenta. Yo conté
una desgracia absurda a la visita
y se hizo de noche. Parece verdad
verlo ahora.
Tienes sed y un candelabro.
la inspiración de un año de vida
en el contorno de un cuerpo
no da entendimiento. Ven.
Juraría que había un mar
y que las velas eran una trampa
para derrotar el aire. Qué bello
fragmento inspirado en una pena.
Debo regresar a las sábanas
pagaremos mañana. Ven.

De "Cuántas llaves"

Momento en junio

Se van.
Hacen cloc clac, como si chocaran.
Crujen dentro y fuera del agua,
están en otra parte: vuelan.
No hay números infinitos
sólo los que dividen unidades.
Mi mejor chaqueta para el espectáculo.
Tú estabas más vieja. No es la edad,
sino las señales. ¿Averiguaste dónde
en qué lugar se forman?
Una dentro de otra, como gemelas,
son agujeros en una vida llana
que pretende altibajos sin emociones.
Parecías una laguna sin vida interior
cuyas ondas te daban un semblante
de ninfa poco aureolada.
Yo me convertí en la pesadilla
y hacía ruido cuando me movía,
hacía clong-clong, y se alejaba
todo lo que tenía ganas de acercarse.
Formé una ladera de restos
como cuando subes a una loma
y encuentras una incineradora de basura
cuyas cimas se dibujan
porque varias gaviotas te inquietan
alineadas sobre los plásticos.
Recordé cómo llegué aquí
y mis pies crecieron. Cómo
no haber llegado. Me fui acercando
a un presente que estuvo presente.

Fuente: Cuántas llaves, 1998 – Edición Icaria

Biografía y publicaciones
Concha García nació en Córdoba – España, 1956. Escritora. Se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona.
Es miembro fundador del Aula de Poesía de Barcelona, así como de la Asociación Mujeres y Letras. Es también coodirectora de la revista Ficciones. Ha ganado varios premios literarios, como el Premio Poesía Aula Negra, por su libro Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas o el Gil de Biedma con Ayer y calles.
Poemarios publicados:
“Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas”, Universidad de León, 1986; “Otra ley”, Ed. Víctor Orenga, 1987; “Ya nada es rito”, Premio Barcarola de Poesía, 1987; “Desdén”, Ed. Libertarias, 1990; “Pormenor”, Ed. Libertarias, 1992; “Ayer y calles”, Visor, 1995; “Cuantas llaves”, Icaria, 1998; “Árboles que ya florecerán”, Igitur, 2001; “Diálogos de la Hetair”, Cajasur, 2003; “Lo de ella”, Icaria, 2003; “Acontecimiento”, Tusquets, 2008.


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