Anka Zhuravleva
Más allá de ser mujer
Estoy
viva. Oigo pájaros
porque
una cortina tapa la ventana.
pero
estoy viva.
También
estoy oculta
y
me sumerjo en taburetes. Noto
que
aprender a vivir es estimulante
para
aprender a morir, pero estoy viva
en
un pasadizo que me conduce
a
voces que no me llaman
y
piden ginebra a un hombre de blanco
vestido
como un farmacéutico
de
hace un siglo. Mis elucubraciones
me
hacen pensar en la distancia
como
si fuese abstracto estar en tres sitios
simultáneamente.
De
"Cuántas llaves"
Brinco de sorpresa
Podríamos
incluso contemplar sin fastidio
ese
amontonamiento de lo que ahora está bien.
Volver
al deleite, anticiparse una vez más
a
una especie de pérdida bajo las hojas
de
papeles, en la cocina, los diarios,
la
publicidad en el buzón, las hojas del campo,
y
qué solos estamos cuando todo está bien,
qué
pereza subir la escalera, qué rencor
de
peldaños.
De
"Cuántas llaves"
Sillas
Días
en los que vivir parece una tabla
que
apuntala una ciudad, y luego
querer
tomar café. Qué clase de correcta
inarmonía
duele al desechar los azucarillos.
Un
mundo en los dedos y un mundo
más
hondo y desgajado que no late
en
la mirada de nadie. Momentos así
son
todo alrededor de tantas sillas.
Me
gustaría emborracharme pero son las diez
y
calculo que dentro de ocho horas
estaré
perdida. Come algo.
No,
porque no tengo apetito. Deseo fumar
y
hacer malabarismos con el instante
éste.
¿Sabes que no eres adorable?
Busco
echarme en el suelo y tener libertad
para
mojarme. Son cosas que comienzan
cuando
apuntalas el mundo un lunes.
Si
se está realmente quieta
notas
el humo del tabaco
en
el espejo y te ves irreal
para
poder pasar el brazo
por
encima de una imagen
que
apuntala cinco años de vida.
¿Tienes
grietas cuando sales a la calle?
Tres
o cuatro. Y me empujas para no entrar
donde
hasta las piedras sienten la lejanía.
Son
bares en habitaciones,
pósters
iluminados de artificiales ratos
que
invitan a morirse de risa
ante
una silla. La gente ofrece dicha
con
la lengua pastosa, demanda roces
imperecederos
apurando una copa,
son
brechas de diminutas felicidades
enjuagadas
en alcohol. Yo me río
porque
me encuentro cobarde,
quiero
aferrarme a algo, a una silla,
hacer
una prueba de fuego sobre un taburete
dejándome
llevar de la mirada
del
personaje que pone los discos y me veo
extendida
en una biblioteca irreal,
la
sabiduría pide demasiado poco.
Es
tan temprano. Te quiero acompañar
y
derrumbar contigo el puente de la salvación
que
nos lleva de esta casa a los vientos
y
a las salidas de mar.
Tienes
la voz de un gran amor
y
una presencia de escondite
que
enturbia planes, que sale de dudas
y
entra en ciudades donde no hay un local
para
abrazarte. Yo te veo en la 315
asomada
hacia la calle para ver si llego.
Llega
una bandeja con café sobre una silla
que
apuntalo al borde de la cama.
Y
después yo, que soy las aberturas,
el
grifo goteando, el tic-tac, las voces
de
la gente que chilla que se quiere morir
de
una rabia hecha jirones.
De
"Cuántas llaves"
La sensación de estar viva
Mientras
permanecía en la habitación
alguien
pidió la cuenta. Yo conté
una
desgracia absurda a la visita
y
se hizo de noche. Parece verdad
verlo
ahora.
Tienes
sed y un candelabro.
la
inspiración de un año de vida
en
el contorno de un cuerpo
no
da entendimiento. Ven.
Juraría
que había un mar
y
que las velas eran una trampa
para
derrotar el aire. Qué bello
fragmento
inspirado en una pena.
Debo
regresar a las sábanas
pagaremos
mañana. Ven.
De
"Cuántas llaves"
Momento en junio
Se
van.
Hacen
cloc clac, como si chocaran.
Crujen
dentro y fuera del agua,
están
en otra parte: vuelan.
No
hay números infinitos
sólo
los que dividen unidades.
Mi
mejor chaqueta para el espectáculo.
Tú
estabas más vieja. No es la edad,
sino
las señales. ¿Averiguaste dónde
en
qué lugar se forman?
Una
dentro de otra, como gemelas,
son
agujeros en una vida llana
que
pretende altibajos sin emociones.
Parecías
una laguna sin vida interior
cuyas
ondas te daban un semblante
de
ninfa poco aureolada.
Yo
me convertí en la pesadilla
y
hacía ruido cuando me movía,
hacía
clong-clong, y se alejaba
todo
lo que tenía ganas de acercarse.
Formé
una ladera de restos
como
cuando subes a una loma
y
encuentras una incineradora de basura
cuyas
cimas se dibujan
porque
varias gaviotas te inquietan
alineadas
sobre los plásticos.
Recordé
cómo llegué aquí
y
mis pies crecieron. Cómo
no
haber llegado. Me fui acercando
a
un presente que estuvo presente.
Fuente:
Cuántas llaves, 1998 – Edición Icaria
Biografía
y publicaciones
Concha
García nació en Córdoba – España, 1956. Escritora. Se licenció en Filología
Hispánica en la Universidad de Barcelona.
Es
miembro fundador del Aula de Poesía de Barcelona, así como de la Asociación
Mujeres y Letras. Es también coodirectora de la revista Ficciones. Ha ganado
varios premios literarios, como el Premio Poesía Aula Negra, por su libro Por
mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas o el Gil de Biedma con Ayer y
calles.
Poemarios
publicados:
“Por
mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas”, Universidad de León, 1986; “Otra
ley”, Ed. Víctor Orenga, 1987; “Ya nada es rito”, Premio Barcarola de Poesía,
1987; “Desdén”, Ed. Libertarias, 1990; “Pormenor”, Ed. Libertarias, 1992; “Ayer
y calles”, Visor, 1995; “Cuantas llaves”, Icaria, 1998; “Árboles que ya
florecerán”, Igitur, 2001; “Diálogos de la Hetair”, Cajasur, 2003; “Lo de ella”,
Icaria, 2003; “Acontecimiento”, Tusquets, 2008.
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