Diana Blok - threading thoughts
La muerte de la
imaginación
"Lo que más temo es la muerte de la
imaginación."
Sylvia Plath
El
corazón no tiene quien le escriba,
nadie
se atreve a cruzar la noche remando
en
la intemperie
(nadie se ve)
Y
si no fue más que un amor negro, susurrante
que
nada da,
el
viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia
su hombro
(el más inútil)
La
rama golpea en la terraza
pero
es solamente oscura. El miedo
se
sienta a comer un pastel en la cocina
(y dice que es real)
¿Alguien
pudo tocar a la desesperación?
Terciopelo,
papel de diario, una lata oxidada,
no
hay vacuna contra las superficies.
El
mundo es un hueco tapado con barniz
(y no respira.)
De:
Bulgaria
Transparencias
Escríbanme.
Resuelvo en medio de la crisis
volverme
carta:
papeles
que atraviesen los océanos
como
frágiles balsas
(para
dar importancia a las tormentas)
Anoche
llovió. Los senderos se embarraron,
atrapé
una luciérnaga equivocada
—
y esquiva—
y
después leí poemas isabelinos hasta que amaneció
(Un
cierto orden es el que sostiene la soledad
y
los abrazos)
Hoy
tomé cerveza con un hombre cansado
—
de ojos endiabladamente hermosos—
y
enmudecimos frente a un pueblo fantasmagórico
levantado
sobre nosotros como una
pintura
surreal.
Todos
los días voy hasta el río
después
del café. Todos los días desisto
de
mirarme en el agua barrosa.
En
realidad, ya ninguna trasparencia es posible,
como
si la vida se ocultara a sí misma
en
el penacho de los cocoteros.
Como
si la vida fuera todo y nada, orgullosa
de
sus fosforecencias
hasta
en las palabras, que finalmente nada dicen,
nada
reclaman
sino
el mínimo lugar en un universo
de
ruido de sartenes
amores
suntuosos
olas
que arrasan las orillas
y
códigos infinitos para desenterrar tesoros
(casi
siempre con palas prestadas
y
al amanecer.)
De:
Rojo junio
El canje
En
algunos poemas el arte es la acuarela,
el
arte de la dilución, escribo,
y
los cisnes de Natales se esfuman ante la palabra cisne.
La
vida se esconde detrás del color
para engañarme,
la
vida corre el riesgo de convertirse en una carta infinita.
"Una
moneda por cada palabra me daba
el tiempo,
lo
invitaba a pasar (él siempre iba apurado),
le
regalaba una estampilla rara y un vaso de té frío".
En
algunos poemas el arte es el tatuaje, escribo,
y
añado: las palabras duelen mucho más
que
el peso de las cosas.
A
veces el mundo es lento y viejo como una casa
que
huele a barco y a bodega
y
recibe a las gaviotas como grandes presencias.
A
veces el mundo me devuelve
la
visita del tiempo -afable pero firme-
que
reclama su parte del león.
Abro
las alacenas, muestro el cielo.
El
fulgor de las pocas palabras que me quedan
es
mi oscura tensión
-en el fondo de mi dicha-
la
belleza de aquellas palmeras despeinadas
contra
la lancha a punto de partir.
Cajitas chinas o su
oscuridad
Lo
que yo quería era su oscuridad,
como
si esa llave de artificio
me
llevara a buen puerto
(en
el ropero una muñeca rota
y
sobre la mesa las tacitas con flores,
no
se ve bien pero saldremos al sol a mediodía)
Su
oscuridad como promesa y por amor saber,
pero
esa oscuridad era sólo miseria,
ausencia
de fondo verdadero
en
una vida sofocada por el miedo.
Escuché
a mi piel crujir
y
a mis pies desnudos sobre la madera.
"Para
qué quiero héroes", me dije, una y otra vez
mientras
me iba, con la cabeza puesta en
el
cráter de un volcán:
un
fuego ya extinguido y para siempre culpable
de
lo que no puede amparar.
La cita
a la memoria
de Ana Calabrese
Íbamos
a tomar el vino del atardecer
sentadas
en el piso,
a
desplegar el dolor y los amores literarios
como
un mantel: algunos agujeros y colores seguros.
Dos
mujeres expulsadas del idioma, de la fiesta,
de
una terca latitud.
Íbamos
a dejar que el río nos invada
(todos tus amigos me hablaron más del río
que de tu desesperación)
Trocitos
de corcho, historias de algún tío
obsesionado
por la libertad del espíritu, restos
de
un ángel pintado sobre una percha de madera.
Tu
suicidio anunciado los refugió en el bosque
(a ellos, los lobos, los amigos),
los
vació de palabras.
Extraña
flor de sombras chinas en la pared,
te
convertiste en una voz y un silencio contra un río.
Un
poema condenado a una caja inasible.
©Paulina
Vinderman
Paulina Vinderman leyendo poesía
Datos de la
autora
Paulina Vinderman. Nació en Buenos Aires,
Argentina 1944 en Buenos Aires.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: Los
espejos y los puentes. (ed. Buenos Aires Sur, 1978). La otra ciudad. (ed.
Botella al Mar, 1980). La mirada de los héroes. (ed. Botella al Mar, 1982). La
balada de Cordelia. (Fundación Argentina para la poesía, 1984). Rojo junio.
(Literatura Americana Reunida, 1988). Escalera de incendio. (ed. Último Reino,
1994). Bulgaria. (Libros de Alejandría, 1998). El muelle. (Alción Editora,
2003). Cónsul honoraria, antología personal. (Summa poética, ed. Vinciguerra,
2003). Transparencias. (Antología poética, Arquitrave Ediciones, Bogotá,
Colombia, 2005)
Ha obtenido entre otras, las siguientes
distinciones: Tercero y Segundo Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires
(bienios 88-89 y 98-99 respectivamente) Premio
Nacional Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación
(cuatrienio 93-96). Premio Fondo Nacional de las
Artes 2002
Premio Letras de Oro 2002 a escritor destacado, de
la Fundación Honorarte.
Ha sido incluída en numerosas antologías y
traducida parcialmente al inglés, al italiano y al alemán. Sus poemas fueron,
además, objeto de estudios y ensayos.
Ha colaborado (con poemas, artículos y reseñas
literarias) en publicaciones del país y del exterior: La Nación (Bs. As.), La
Prensa (Bs. As.), Clarín (Bs. As.), El Espectador (Bogotá, Colombia), Hora de
Poesía (España), Babel (Bs. As.), Babel (Venezuela), Diario de Poesía (Bs. As.),
Intramuros (Bs. As.), Hispamérica (USA), entre otras.
Colaboró con Nina Anghelidis en la traducción al
castellano de "Votos por Odiseo", de la poeta griega Iulita Iliopulo
y tradujo al castellano a John Oliver Simon (Berkeley, USA).
Fuente: Zapatos rojos y Arte poética
Fuente: Zapatos rojos y Arte poética
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