Imagen de: Andreas Smetana
El Escultor Amante
Aquella
noche Nilo, el escultor insomne, decidió no volver a retozar con sus amantes.
De modo que renunció al monolito de cartílagos, ojales carnosos y abrasante
enredadera (esta aparatosa descripción no es una metáfora mía sino del propio
Nilo cuando se refería a su escultura “La condena”, una sátira de algunos de
sus encuentros carnales).
Decía que
Nilo decidió no retozar con sus amantes y ello porque una singularidad
peligrosa le rondaba, necesitaba disfrutar de su insomnio de otro modo y en
otro lugar, en unos cartones callejeros, último vestigio del mendigo que
habitaba frente a su edificio. El indigente falleció el día anterior y Nilo se
obstinó con la idea de trasnochar en el lugar en el que lo hacía aquél. Pero la
idea de trasnochar ocultaba otra idea, la verdadera idea, que era suplantar la
presencia del indigente sobre aquel jergón.
Hete aquí
el jergón, o un pellizco inverso hecho de cartones, inverso porque solía
pellizcar a su difunto dueño no para devolverlo a la realidad sino justamente
para detraerlo de ella. Hete aquí diversas capas de cartón, una sobre otra, que
parecían disentir sobre el dolor del mendigo, algunas amables y otras
intratables, láminas enfrentadas para compendio suyo y de su enfermedad porque
la soledad y la demencia senil lo habían convertido en alguien de conducta
inestable. Cada una de estas hojas fue absorbiendo aleatoriamente jugos
etílicos, llovizna, vómitos, cientos de cabellos, saliva de Lupo (su perro),
ese óxido generoso y cosmopolita, hervores de colillas y diremos que un sinfín
de disociaciones del cuerpo y de las circunstancias.
Pero no
nos detengamos en ello ni tampoco en la argucia -de suplantar al indigente-
hablemos del motivo: Nilo llevó a cabo “la idea” porque no soportaba que su
ventana ya no le ofreciera la imagen de aquella mujer flotante que cada noche
traía su labio a la frente del mendigo y rociaba su desmemoria con la grieta de
su boca. Nunca, nunca había visto hasta entonces a la divinidad del gesto, el
gesto de “la sensualidad del amparo”, tal y como se lo suspiraba a sí mismo el
escultor. Entonces Nilo expandía la piel de su frente para pensarla como todo
un cuerpo por el que aquella boca crepuscular hiciera rodar los lentos vaivenes
de una descarga hasta ahora desconocida, una descarga que sobre un pormenor de
su cuerpo, la frente, hacía vibrar la totalidad de su piel, una descarga que
ponía a existir partes de su cuerpo desconocidas hasta entonces. Por ello la
dimensión que conseguía de su corporeidad era la precisión de lo infinito, un
encuentro de sí mismo para, finalmente, poder salirse de su cuerpo y todo ello
frente al recinto que tantas mujeres y cuerpos empezaban a suponerle a su
individualidad. Por lo que podríamos considerar sus affaires, a partir de este
momento, como un desencuentro. Ya no podía reconocerse en otro labio, un solo
labio para beberse todo el fuego que las demás amantes dejaban en remanente,
una sola boca que retuviera toda la lumbre de Nilo y deberse finalmente a su
ceniza.
Nilo,
valiéndose del anonimato que la oscuridad le otorgaba pasó la noche recostado
en aquellos cartones y el labio de éter no apareció.
Se
instaló desolado una segunda noche en aquel jergón sin obtener su labio.
La
tercera noche decidió recorrerla de un lado a otro con paso enfermo para no
levantar sospecha y evitar los entumecimientos con los que los cartones le
pagaban la estancia. Pero su espera fue en vano.
Al
amanecer de la cuarta noche Nilo ya no regresó a su casa jamás.
La quinta
decidió deambularla y dejo la última capa del lecho, cerrando el último
capítulo del compendio que comenzó el mendigo en los cartones.
Transcurrieron
un sexto, séptimo, octavo… pero esto ya no eran noches sino años.
Actualmente
Nilo es un indigente que obtiene de la calle lo que nadie comprende. No ha
vuelto a ver a aquella mujer pero su ofuscación, en parte, la ha materializado
del siguiente modo: ha esculpido, a tamaño real y con papeles modelados junto a
algunos pedazos de aquel vivido cartón, una figura femenina a imagen y
semejanza de aquella presencia de beso eternizado. La ha modelado paralizando
ese mismo gesto de amparo que estremeció todo el tránsito de su sangre. Y
ahora, en cada exterior en el que habita, la traslada sin contratiempos de
carga, debido a la ligereza que otorga el cartón a la estatua.
Así
aparece hoy en los portales Nilo, el mendigo, al que todos conocen ya como El
Escultor Amante, que subsiste de la caridad de algunos, de postrar su frente
ante el labio de una efigie de cartón y de la vida secreta de su fuego, que
continua intacto.
Nunca
descubrió que aquella muchacha no regresó a visitar al mendigo porque en
realidad era su hija, que cada noche le llevaba algún consuelo a su padre hasta
que la vida se lo llevó a su panteón.
Gabriela Amoros Seller
Fuente: cuento tomado de su blog: La Emoción Indomable
Que historia tan emotiva! Pobre personaje, enamorado de un ideal.
ResponderEliminarPerdoname pero anoche la Luna me dejó sentimental.
Te estoy muy agradecida, María, este pequeño relato aquí, en Batalla de Papel, entre el talento de tantas autoras... Un besote muy muy grande.
ResponderEliminarMuy buen texto!! Está escrito sin piedad o por lo menos, a mí me pareció muy crudo y son, por lo general, los textos que más me atraen. Son los personajes que deambulan en esa especie de zona límite ( las capas sucesivas de cartón...) que tantas veces tiene la vida. Y desde ahí, escribir. Y desde allí poder transmutar la realidad y ofrecer algo bello.
ResponderEliminarMe produjo un hondo asombro leer este trabajo. Siempre me cambian el orden de mi mirada, me la desacomodan, me incomodan...Y es, justamente, lo mejor que me puede pasar en ficción.
Mil gracias por compartirlo!!
Te mando un gran abrazo, María!
Beso
Hilda Díaz
Gabriela, es un placer tenerte en mi espacio. Tus relatos son sorprendentes.
ResponderEliminarUn abrazo
Hilda,
ResponderEliminarCuanto me alegra saber que disfrutaste con este relato, como bien dices incomoda, sorprende al moverse en territorios límite.
Gracias por dejar tu opinión siempre tan enriquecedora, es un placer leer tus comentarios.
Un beso para ti querida amiga
Un relato realmente sorprendente!!
ResponderEliminarNo conocía este blog y desde ahora prometo seguirlo.