*Imagen de la red, autor desconocido
Noches mil y una más
En
la noche calculaste mi pecho entre tus manos abiertas,
tal
vez buscando los pedazos de piel que dejé en el paraíso
o
la sombra de la mujer que te escurrió de sus labios hace tiempo.
Pero
en el ropero de dios no hay más que barro y algas…
agua
en mi boca y tu palabra.
Hombre
de manos infinitas para todos los abrazos
elegiste
esta noche en la que no soy más que un rumor de pena
una
zancadilla al borde del abismo, borde, arista, hilo.
Esta
noche en la que me das un nombre como a otras en la ceremonia continua de los
cuerpos…
Un
nombre que me guardo entre las manos
accidente
inconcluso entre mis piernas.
Soy
entonces, desde ahora y para siempre,
un
pichón abandonado
sexo
virgen, umbral deshabitado
salto
en la otra orilla de tu cuerpo
y
huelo, como las otras, a tierra
atajo
del silencio.
Elegiste
tomarme en una copa como al vino.
Tal
vez ahora mismo yo sea esa copa que te espera
sentada
en la laguna entre tus piernas,
con
el filo apuntándote a la lengua;
y
mis hijos escapando por la boca son estrellas
que
te aguardan en la esquina
o
palabras cayendo en el silencio,
anagramas
de algún verso inconcluso aleteando en tu mochila…
sólo
eso.
Pero
soy yo la que escribe:
es
este intonso afán de no pasar los días en vano,
porque
lo que escribo me da un poco de miedo
porque
soy sólo un dolor más, como dice De Greiff,
que
se consume,
como
el humo en la boca de la calle
de
una ciudad en la que fácilmente podría nacer
todo
el dolor del mundo.
Afuera
me aguarda mi sombra
al
lado de la noche que baila en las aceras
y
ambas se fuman un cigarro en mi nombre
mientras
remiendan mis pedazos
tendidos
en su tela sobre el tiempo
y
se burlan de mí, como otras veces,
porque
esta noche, -mil y una más-
confundes
mis pasos en la bruma,
con
el humo en la boca de la calle…
Afuera
suena la voz de la mañana que se acerca
con
su risa socarrona de quien no espera.
Porque
no logré atar la lengua de la luz a mi palabra.
Porque
no logré hacer un paraíso entre mis ojos.
Porque
mi cuerpo se hizo sólo niebla entre tu boca.
Sí,
hay que reconocerlo,
tú
también sabes llegar de vez en cuando,
como
el olvido eres ave que regresa;
te
veo ahorita mismo plegando una barquita de papel con amplia vela
y
con la suavidad de las plumas de un gorrión
tendiéndome
en el río de esta ciudad que me espera…
como
un olvido de alguien, despierta.
Sí,
hay que reconocerlo
adoro
esa vieja costumbre del olvido
de
predecir todas las partidas
para
esperar el regreso de mi sombra
detrás
de cada lluvia que me acecha.
Imagen de Christian Schloe
Muerte de Virginia
I
Llevo
los bolsillos llenos de suficientes piedras.
El
río es un niño que me llama con su llanto y yo lo sigo
hasta
donde no hacen falta las respuestas…
¿qué
te hace falta mujer para ser tuya? ¿acaso tu alma niña es ahora un viejo cofre
que se cierra? ¿o tus lágrimas pagarán el arrepentimiento de todos los hombres
que han matado algo?…
porque
tienes una voz que nació para ser inmortal como la noche
no
te escondas en Bloomsbury o en Ouse;
allí
también te encontrarás temprano.
Abre
la puerta, afuera ya no está tu sombra con su teatro de claraboyas.
Y
luego, recoge tus fantasmas en la intriga del personaje que increpa a su autor,
si tú misma te has creado de sueños y gritos en algún patio en donde tus alter
egos juegan escondidijos o alguna mujer grita con su parto.
Ahora
eres un viaje inverosímil que se niega a sí mismo cuando grita con ganas: Nadie
me mate, yo me muero en mí misma y se cierra el telón.
II
Desde
la gruta me aliviano más y más…; arremango mi falda para cruzar la zanja y lanzarme
de un olvido a otro, para llegar traicionada nuevamente. En mis uñas me como lo
poco que me queda de defensa frente al mundo. Persevero en la tarea de
consumirme en un retrato pintado con agua, desde que pacté el acuerdo secreto
de espantar las palabras como moscas.
Me
sentaré debajo del oloroso ciprés para menearme la mano cuando pase de
salida…¿sabes qué?…déjate ir.
Espero;
sólo espero eso:
que
respetes tu crueldad
cuando
juntando los días en racimos
los
arrojes en el río que se aleja
con
su quitasol líquido.
¡No
me pidas que defina mi dolor
las
cosas fundamentales
no
se pueden definir!
Del libro: Las
grietas del tiempo
Biografía
LEIDY
YANETH VÁSQUEZ RAMÍREZ, (Medellín, 1981). Es candidata a Magister en Educación
en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Especialista en
Literatura con énfasis en producción de textos e hipertextos y Licenciada en
Educación con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad de
Antioquia. Su obra hace parte de la exposición Itinerante Mujeres de la tierra florida
(Secretaría de la Mujer, Medellín-Colombia, desde 2011), donde se le destacó al
lado de reconocidas escritoras contemporáneas del Departamento de Antioquia.
Obtuvo mención en el II Premio Nacional de Poesía Joven Isaías Gamboa (Cali,
2005). En el año 2007, obtuvo el GRAN PREMIO CON EDICIÓN DE EDICIONES EMBALAJE
(Museo Rayo, Valle del Cauca- Colombia), por su libro Las horas de la espera,
editado en el año 2008; en este mismo año se le concedió el Primer Galardón al
Mérito Literario por parte de la Secretaría de la Mujer (Medellín-Colombia),
destacando su obra poética. En el 2012 obtuvo Mención de Honor en el Concurso
Internacional de Poesía “Rumbo a Grito de Mujer” (2012), organizado por Mujeres
Poetas Internacional y la Promotora Cultural Diablos Azules en Trujillo- Perú.
Se desempeña como docente universitaria y de educación básica en la ciudad de
Medellín, donde desarrolla proyectos vinculados con la didáctica de la lengua y
la literatura, la formación de maestros y la escritura literaria.
Fuente: http://circulodepoesia.com/