Foto de Esteban Leyton
EL
HIJO DE CUALQUIERA
Dos
pies en unos zapatos
abiertos,
sin cordones,
sucios,
forros
gastados,
niño perdido.
Pantalones
grises y raídos,
las
piernas se sacuden sobre
unos
tobillos desnudos,
sin
bañar, adoloridos.
Deambulando
a solas,
una
manzana podrida,
un
pan rancio dentro
de
sus bolsillos sin rotos
su
dinero está a salvo.
Alrededor
de su cuello
cuelga
una cuerda.
Una
medalla de plata con nombres
marcados,
padres muertos.
Una
dirección de una casa desalojada,
familiares
silenciosos
que
solían llamar
cuando
las baterías eran nuevas
y
el teléfono sonaba.
El
hijo de cualquiera camina
por
senderos anónimos.
Durmiendo
donde sea:
bajo
árboles,
en
los túneles
de
algún parque oscuro,
a
las puertas de iglesias,
en
corredores, camina.
Camina
bajo la lluvia
dejando
que el agua lave
sus
ropas, que moje
su
cabello, su espalda.
No
hay baños calientes
que
lo esperen,
ni
caldo de pollo,
no
hay té caliente con limón.
El
frío se endurece
en
su cabeza,
congestiona
su nariz
que
limpia su manga andrajosa.
Éste
fue algún día
el
hijo de alguien,
ha
dejado de llamar en
noches
colmadas de sueño
“¡Mamá!
¡Mamá!”.
Rashidah Ismaili AbuBakr - Traducción de Ricardo Gómez
Claude Cahun - Je tens le bras
–4–
Hay
madres que esperan, año tras año,
cartas
que llegan con poca frecuencia,
fotos
preciosas de algún estudiante
que
lee otros textos en palabras que suenan
extranjeras
a sus oídos poco educados.
Se
reúnen en cocinas, bajo acacias,
al
abrigo de los olivos
para
hablar de cosas que nunca han visto.
Son
las madres que casan
hijos
con hijas que abandonaron
hace
muchos, muchos años. Son las que
apaciguan
decepcionadas cabezas
doblegadas
por la tristeza dentro de sus hiyabs
recordando
a aquél que ha de volver, pero no por ellas.
Y
ellas, las madres, luchan
por
arrodillarse y estirar un brazo renuente
bajo
colchones enrollados a diario,
buscando
una caja de cartas envuelta en trapos
blancos
que lavan cada quince días.
Ellas
leen, sobremodulando las palabras,
lo
bien que le va a éste.
Lo
buena que es la escuela.
Lo
mucho que confía
el
supervisor en ellos.
Lo
pronto que volverán a casa.
Lo
mucho que llegarán a apreciar a
quien
su amor ha elegido: la nueva hija que han
de
traer al patio.
Han
llorado en años silenciosos.
Las
lágrimas no hacen ruido al deslizarse por sus pómulos
y
papadas, las han adiestrado para no ser escuchadas.
Por
años han esperado
una
palabra amable,
un
hijo que se fue hace tiempo,
un
cielo despejado,
el
silencio de la paz.
Rashidah Ismaili AbuBakr - Traducción de Ricardo Gómez
Biografía
Rashidah Ismaili AbuBakr nació en Benin en 1947.
Poeta, cuentista, novelista, dramaturga, ensayista, profesora, performer,
psicóloga, promotora artística y activista social. Ha sido ampliamente
antologada y tiene cuatro libros de poemas. Durante más de treinta años ha
estado vinculada a importantes universidades norteamericanas. Fue parte, en los
60’s del Movimiento de las Artes Negras, que incluyó danza, teatro, música y
poesía, centrado en la ciudad de Nueva York, donde reside actualmente.
Algunas
obras: Cantata for Jimmy (Cantata para Jimmy), Missing in action and presumed
dead (Perdido en acción y presunto muerto); Womanrise (Salida de la mujer) y
Ricekeepers (Guardianes del arroz).
fuente: Festival de Poesía de Medellín
hoy me siento pequeñito leyendo estos poemas
ResponderEliminarsaludos maria!!
Digeriendo las palabras recién leídas. Y sin embargo, palabras, versos, voces, que debieran gritarse en muchos lugares, recitarlas en voz alta y que no callen.
ResponderEliminarPoemas que dejan huella, que calan y nos recuerdan la vida más allá de nuestro pequeño mundo, que nos recuerdan que la vida no sabe igual en todas partes, que la vida es un regalo para quienes nos emocionamos con las palabras recién leídas, y que no debemos guardarlas en nuestro corazón si no gritarlas.
Un beso, María.