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martes, 18 de abril de 2017

Tatiana Lobo - Agradezco ser un animal

Imagen de Sarolta Ban

AGRADEZCO SER UN ANIMAL

Agradezco ser un animal porque los hombres han puesto en
peligro la supervivencia del planeta.

Agradezco ser hembra, porque el hombre no es el centro del
universo, sino apenas un eslabón más en la cadena de la vida.

Agradezco que me digan que soy irracional, porque la razón ha
conducido a los peores actos de barbarie.

Agradezco no haber inventado la tecnología, porque la tecnología ha
envenenado el agua y el ozono.

Agradezco que me hayan colocado más cerca de la naturaleza, porque
nunca estaré sola.

Agradezco que me hayan confinado al hogar y a la familia, porque
puedo hacer de toda la Tierra mi hogar y mi familia.

Estoy feliz de que me llamen ama de casa,
porque puedo apoderarme de la mía.

Estoy feliz de no ser competitiva,
porque entonces seré solidaria.

Estoy feliz de ser el reposo del guerrero,
porque puedo cortarle el pelo mientras duerme.

Estoy feliz de que me hayan excluido del campo de batalla,
porque la muerte no me es indiferente.

Estoy feliz de haber sido excluida del poder
porque lejos del poder me alejo de la ambición y la codicia.

Estoy feliz de que me hayan excluido del arte y la ciencia
porque los puedo inventar de nuevo.

Me agrada saber que mi cerebro es más pequeño que el cerebro del hombre,
porque entonces mi cerebro cabe en todas partes.

Me agrada que me digan que carezco de lógica,
porque entonces puedo crear una lógica menos fría y más vital.

Me agrada que me digan que soy vanidosa, porque puedo mirarme al
espejo sin sentirme culpable.

Me agrada que me digan que soy emocional, porque puedo llorar y
reír a gusto.

Me agrada que me digan que soy histérica, porque entonces puedo
lanzar los platos a la cabeza de quien intenta hacerme daño.

Me gusta que me llamen bruja, porque entonces puedo cambiar la
dirección de los vientos a mi favor.

Me gusta que me llamen demonio, porque puedo quemar el lecho donde
me abusan.

Me gusta que me digan débil, porque me recuerdan que la unión hace
la fuerza.

Me gusta que me digan chismosa, porque nada de lo humano me será
ajeno.

Pero lo que más agradezco, lo que más me agrada, lo que más me
gusta y lo que me hace más feliz, es que me digan loca, porque entonces
ninguna libertad me será negada.

Una y mil veces me quemó la Inquisición y aprendí a nacer de las
cenizas.

Me encerraron en un harén y encerrada no dejé de reír.

Me pusieron un cinturón de castidad y adquirí las artes de un cerrajero.

Cargué fardos de leña y me hice fuerte.

Me pusieron velos en la cara y aprendí a mirar sin ser vista.

Me despertaron los niños a medianoche y aprendí a mantenerme en vigilia.

No me enviaron a la Universidad y aprendí a pensar por mi cuenta.

Transporté cántaros de agua y supe mantener el equilibrio.

Me extirparon el clítoris y aprendí a gozar con todo el cuerpo.

Pasé días bordando y tejiendo
y mis manos aprendieron a ser más exactas que las de un cirujano.

Segué trigo y coseché maíz, pero me quitaron la comida y con
hambre aprendí a vivir.

Me sacrificaron a los dioses y a los hombres y volví a vivir.

Me golpearon y perdí los dientes y volví a vivir.

Me asesinaron y me ultrajaron y volví a vivir.

Me quitaron a mis hijos y en el llanto volví a la vida.

Con tanta fortaleza acumulada, con tantas habilidades y destrezas
aprendidas, MUJER, si lo intentas, puedes volver el mundo al
revés".

Biografía
Tatiana Lobo, narradora, dramaturga e historiadora costarricense, nació en Chile en 1939, estudió teatro y pintura en la Universidad de Chile y cerámica en Madrid. Desde 1967 reside en Costa Rica.
Animada desde muy temprana edad por un acusado espíritu humanista que la impulsó a viajar en busca de cualquier ampliación de sus conocimientos, en 1963 abandonó el continente americano y se dirigió a Alemania, donde se puso al tanto de las corrientes literarias y artísticas que estaban en boga en Europa durante aquellos años. Posteriormente, completó sus estudios e investigaciones artísticas en la capital de España, donde aprendió técnicas sobre cerámica y otros conocimientos artesanales. A su regreso a Chile, desarrolló su innata afición por las artes escénicas en la Escuela Superior de Teatro, sin abandonar por ello su interés por la creación artesanal, que amplió en la Escuela de Artes Plásticas. Al mismo tiempo, comenzó a cultivar su faceta de historiadora, materia en la que ha sobresalido especialmente por sus enriquecedoras investigaciones sobre la vida privada de los pobladores de Hispanoamérica durante el período colonial.
Recibió en Costa Rica el Premio Nacional de Literatura mención Novela en tres oportunidades, 1993, 2000 y 2004, y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1995 con Asalto al Paraíso, considerada como la primera novela histórica de Costa Rica.
La obra de Tatiana Lobo abarca distintos géneros: Tiempo de claveles (cuento, 1989), El caballero del V centenario (teatro, 1989), Entre Dios y el Diablo, mujeres de la colonia (1993), Calypso (novela, 1996), Blancos y negros, todo mezclado (historia, coautora con Mauricio Meléndez, 1997), El año del laberinto (novela, 2000), El corazón del silencio (2004).
En sus frecuentes incursiones en el campo de la creación literaria, Tatiana Lobo Wiehoff se ha aproximado a casi todos los géneros. Como narradora, sobresale por un volumen de relatos titulado Tiempo de claveles (San José: Editorial Costa Rica, 1989), y por una narración extensa, perteneciente al subgénero de la novela histórica, aparecida bajo el epígrafe de Asalto al Paraíso (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1992). Además de estos títulos -y de sus innumerables aportaciones, en forma de artículos científicos, a la historiografía colonial americana-, Tatiana Lobo ha escrito una elogiada obra de teatro titulada El Caballero del Quinto Centenario, publicada en la revista Escena en 1991.





2 comentarios:

  1. Que hermosa letanía. Me ha fascinado como consigue mantener la tensión y provoca esas subidas y bajadas de ímpetu en el poema.
    Un abrazo!

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  2. Carmela:
    Me alegro que te guste. A mí me llena de energía su poema.
    Un beso,

    María

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