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domingo, 6 de septiembre de 2009
Djuna Barnes, poesía
Foto de Berenice Abbott
Djuna Barnes, escritora. Nació en Nueva York en 1892, tuvo una vida agitada rompiendo con lo convencional. Educada por su padre y abuela. En sus inicios trabajo como ilustradora y periodista lo que le permitió conocer a gente interesante del panorama intelectual de su época tanto de la vanguardia americana como francesa. En 1915 publicó The Book of Repulsive Women. En 1922 publicó una interesante y conocida entrevista con James Joyce en Vanity Fair, luego publicó un libro titulado A Book, en 1928 publica Ladies Almanack y la novela Ryder. Gracias al apoyo de Peggy Guggenheim deja el periodismo y se dedica a escribir exclusivamente y da inicio a su conocida novela El Bosque de la Noche, publicada en Londres de 1936 con prologo de T. S. Eliot. En 1958 publica The Antiphon y en 1962 publica 10 relatos Spillway escritos en 1929. Bajo el título de Selected Works reúne: Nightwood, Spillway y The Antiphon, publicados también en 1962. De ahí en adelante se dedicó a escribir poesía hasta su muerte en 1982.
Su poesía es exquisita. Os dejo con una muestra:
Ocaso de lo ilícito
Tú, con tus largas y vacías ubres
Y tu calma,
Tu ropa blanca manchada y tus
Fláccidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
En tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
Pesadas esferas;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas,
Y grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
Alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados por sabias palabras
Nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
De los muertos.
Te vemos sentada al sol
Dormida;
Con los más dulces dones que tenías
Y no has conservado,
Nos afligimos de que los altares de
Tu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
Un amanecer húmedo de fuego;
Tú la gran madre de
La cría ilícita;
Mientras las otras se encogen en virtud
Tú has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
Unos cuantos años más;
Con discos sobre tus ojos como
Cáscaras de lágrimas;
Y grandes lívidos aros de oro
Atrapados en tus orejas.
(DE El libro de las mujeres repulsivas, 1915)
¡Ay, Dios mío!
¡Ay, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
Y por ímpetu, el empujón del diablo.
Qué es lo que besamos con prisa,
Esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
Pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
Como si lamentara aquello que a nosotros nos falta.
Este pálido, este más que anhelante oído atento
Que oye de la lastimosa boca el suave lamento,
Para marcar la silenciosa y la angustiada caída
De aún otra caliente y deformada lágrima.
Brazos cortos y magullados pies muy separados
Para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay Dios, es esta la razón que amamos
-No son tales cosas golpes mortales al corazón?
(The Little Review, 1918)
Llorado (Y otros preguntan…)
Y otros preguntan. ¿Cómo es ser poseída
Por una que no puedes retener, al ser ella vieja?
No hay pájaro en mi ojo construyendo un nido
Para una novia que tiembla contra el frío,
Ni hay allí una garra que pueda detenerla
-Yo evito que la pezuña pise su aliento-
La enmarañada señal que cuelga ensuciando un hilo,
El que la une al mundo terrenal. Yo contesté
en un suspiro
Mantengo una mujer, como todos lo hacen,
nutriendo la muerte.
Versión de Osías Stutman y Rosa Lentini.
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Journal of Wiccans.
es poesía, me hizo temblar. Y un ojo ardiendo es el culmen de la batalla. Enrojecida mi frente de Marte. Muerte es la señal...
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