Foto de Martín Stranka
SOMBRA DE MEDIODÍA
Sombra
de mediodía.
La
sombra más pequeña, la que desaparece
(el
Trópico de Cáncer, el comienzo
de
todos los veranos).
La
mínima porción de oscuridad
que
puede dar la luz.
Invalidez
del sol,
su
exasperante falta de movimiento.
El
agua y su inutilidad
para
las sombras.
Mediodía.
El
campanario ofrece
la
prueba perfeccionada de su fe.
La
sombra espera
la
tarde, el crecimiento
que
puede levantarla de la tierra,
que
la convierte en hiedra, en la pericia táctil.
Aún
más, la noche.
El
cazador que huye de las bestias,
que
necesita sueño.
El
miedo y su sabiduría:
la
trampa para el oso,
la
creación
del
fuego y su fertilidad para la sombra
que
dilata,
que
alumbra,
que
ahora cruje.
NIÑOS EN UNA PLAYA
La mar, con
sus espasmos de medusa
Saint-John
Perse
La
tierra se aburría, asexuada
por
la esterilidad de los rastrillos verdes, de la pala y el cubo,
por
la enfermedad del enanismo en unas manos
y
una madre que las mantiene torpes con
plástico y colores.
Llegó
la colonización de las medusas.
Contra
ellas
navegan
barcos rojos con las cruces,
desembarcan
el cabezudo y el gigante.
Para
un suficiente número de presas
no
les bastan las redes, los cazamariposas,
necesitan
el
volumen vacío del juguete.
Así
el cubo, la pala y los rastrillos verdes
son
hundidos
y
emergen con veneno, la descarga, la baba,
la
belleza.
Y
los niños crecidos del invierno
aplauden
e
imaginan la zambullida del marino
en
el agua que hierve de urticaria
y
a su vez desean sumergirse, buscar
al
animal mortífero, ingenuo, transparente.
Y
las madres verdosas lo prohíben,
pero
el mar
son
espasmos de medusa.
UN HOMBRE
QUE HUYE
Quiero un lugar benévolo: el mercado de pescado de
Oslo. Quiero llegar de noche, de la madera, el traje, la piel negra, con la
tripulación desaparecida y el capitán atado a los timones. En las mesas, las
lámparas recubren con tungsteno la falsa melancolía de los peces. Los noruegos,
proteínicos, se elevan. Los niños llevan los sombreros de paja y los anillos. Compraré
la botella de pelo rubio. Como ellos, quiero dejar vivir a las abejas. Como
ellas, quiero
el círculo amarillo con el círculo negro. Quiero
la celda cuando se acaba el día. Cansarme de matar habiéndolo probado. La
protección monárquica e inclinar la botella y derramar la miel sobre la falsa
melancolía de los peces. El lujo y la vejez tienen tonos dorados. En el
cabello, el amarillo es el siguiente paso de lo blanco. Él
dice lo que hay: asilo político. Canastas de
mimbre para los refugiados. Cereales.
Cajones para peces en venta con el precio. Botellas con forma de
balanza. Hay pelotas de tenis. Hay cítricos. Hay sopa. Optimismo. Gente de
teatro. Luz. Granos de mostaza. Hay un nivel de vida. Hay mujeres que paren
como reinas. Casi el récord de muertes por maltrato. Dice.
Biografía
María Solís Munuera (Madrid, 1976). Licenciada en
Bellas Artes por la UCM y en Economía por la UNED, Máster en Traducción por la
UAM. Ha trabajado como traductora, fotógrafa y redactora. Colabora en la
sección literaria de Culturamas, donde realiza reseñas y entrevistas.
Ha publicado la
plaquette “Hordas” (Barco de Ideas, 2011) y sus poemas se han incluido en
revistas (Nayagua, Cuadernos del Matemático, La Bolsa de Pipas), medios
digitales (Ariadna-RC) y en antologías como “Manos a la obra” (Ediciones
Fuentetaja, 2010), “Manos a la obra, dos” (Ediciones Fuentetaja, 2011), “In
Absentia” (Nanoediciones, 2011) y “Último ahora” (Izana Editores).
Asimismo, ha
intervenido en recitales tanto colectivos como individuales en diferentes salas
de Madrid conocidas por su difusión de la poesía, como Clamores, Los Diablos
Azules, Huertas 14, La noche boca arriba y Malatesta, donde fue invitada a
formar parte del ciclo "El Tren Vertical".
Fotos en : Fotografías de María Solís Munuera
Fuente: Enviados por la autora a petición mía.
Estos días leo un poco a cuenta gotas. Ya sabes, esto es un poco según las mareas. Pero me alegro de haber venido precisamente hoy por tu casa. Todos son poemas hermosos, escritos con una voz singular. Voy a investigar en su blog. Gracias María. Un abrazo
ResponderEliminarMe asombró particularmente su estilo, la exactitud en las palabras, el uso impresionante de algunas imágenes.
ResponderEliminarComo tengo un especial apego a las prosas poéticas (o poemas en prosa, hay, sabés, toda una eterna discusión al respecto)me llegó profundamente "Un hombre que huye".Duro, por momentos, distante por otros. Y a pesar de esto, absolutamente conmovedor y humano.
Gracias por compartirlo.
Te dejo el más grande de los abrazos
Hilda Díaz
Muchas gracias, María, por permitirme participar en tu blog, y gracias también, Vera y Hilda, por vuestros comentarios.
ResponderEliminarHilda, revisaré "Un hombre que huye" teniendo en cuenta tu opinión sobre las partes distantes: desde que lo escribí he creído que el poema es demasiado largo y hay puntos en los que uno se pierde, son más fríos -o distantes, como tú dices-. Quizás haya que corregir o recortar.
Vera, bienvenida a mi blog, ya te he visto por allí.
Un gran abrazo a las tres,
María S
Una hermosa manera de decir tanto con tantas imágenes hermosas y trasparentes. Visitaré su blog. Gracias, María
ResponderEliminarUn beso
Vera, Hilda, María y Carmela
ResponderEliminarSiento mucho la demora. Estoy en Lima, mi madre se encuentra delicada de salud y tengo poco tiempo para ocuparme de mi blog.
Quiero darles las gracias por sus comentarios.
Vera, efectivamente la voz de María es singular y desde que la escuché en un recital en Madrid quedé cautivada.
Hilda, como le dije a María su poema en prosa me cautivo, por sus imágenes, la descarnada belleza y la humanidad.
María, estoy muy feliz de tenerte en mi espacio. Pienso que esa distancia que se percibe por momentos es lo que le da fuerza al poema.
Carmela, mil gracias por tus palabras.
Abrazos