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sábado, 25 de mayo de 2013

Martha Canfield Poemas


Foto de Marc Lagrange

Caníbal

Yo quisiera envolverte y protegerte
de las miradas de todos los demás
como adentro de un capullo secreto
en el que tú pudieras
seguir creciendo y palpitando
tu ingenuo corazón
pequeño y niño
seguiría latiendo
setenta veces por minuto
y mi mano sería para él
pantalla escudo estuche
yo quisiera guardarte en un calor seguro
quisiera acariciarte y devorarte
sentirte descender en la tiniebla visceral
y percibir tu movimiento rítmico
adentro de mi estómago oculto
ya despedazado por mis dientes
de un amor de la índole del fuego
a nada semejante
transformado en la esencia de ti
y ya sin forma
pura sustancia concentrada y libre
de todo posible movimiento autónomo
que la esencia lo es muy simplemente
en el tiempo sin tiempo
no se mueve no trata de cambiar
dentro de mí cuidada y protegida
incluso de ti mismo
tú me comprendes, ¿cierto?
incluso de tu falta de amor
de tu insensata pretensión
de encontrar el placer en otra parte
quién sabe dónde, luego,
¡habráse visto!

Deseo del desnacido

I

Dentro de mí yacías silencioso
y yo podía oír tu oscuro palpitar.
No podía saber si tenías un rostro,
si de tu alma secreta nacía alguna voz
o el eco de una voz esperaba juntarse
un día con tu corazón lento y cadencioso.
Yo acariciaba el secreto escondido
de mi entraña y dialogaba
entre sonrisas vagas
mediante un respirar acompasado
acaso igual al tuyo
con tu presencia cálida
con la seguridad de una existencia
que en mí se duplicaba
dentro de mí se ahondaba
y fuera de mí se proyectaba
más allá de mí misma
para darme el encanto y el gozo y el temblor
de no saberme una
y de saberme una
en esa incalculable y múltiple
derivación de la existencia.

Pero un día te fuiste.
Desgarrador y lacerante
tu vacío fue sorpresa y encuentro
fue reconocimiento
fue tu rostro y tu adiós
contemporáneamente
fue tu voz diciendo una manera
distinta de la mía.
Fuiste tú como yo por ti sin mí.
Y tuve que alejarte.
Tuve que volverme a mi secreta herida
acariciar tu ausencia
el lacerante vacío
de tu rostro nacido para irse
de tu voz sin eco y replicante.
Tuve que dejarte ir
dejarte recorrer tu laberinto solo
tus meandros de luz
tus retazos de aquello que conocí primero
y aun de aquello que nunca conocí.
Me replegué sobre mi herida abierta
y sólo quise soñar
sólo quise gozar entre los sueños
un encuentro segundo
– un encuentro primero –
de cuerpos y de almas
de dualidades firmes
de recortados límites
de abrazos sin fusiones
de fusiones soñadas
a partir de un imposible anhelo
nacido de la fiebre de la carne viviente
de la respiración del aire
fuera del agua
fuera de la intuición soñante y lo no visto
dentro de los ardores de lo que no es previsto
de lo que no te pertenece
de lo que sigue un camino por ti no conducido
de lo tuyo por ti sin mí
por ti conmigo
de lo tuyo conmigo
entre los dos lo uno
el sueño de lo uno
impulso de la fiebre
ardor en que el deseo
junta los cuerpos
dos
para soñar lo uno
imposible unidad que sería
como volver atrás
cuando tu ser no era
y yacías en mí en el silencio
oscuro palpitar de mi secreto.

II

Alguna vez te encuentro
cuando los meandros de tu vida y la mía
se juntan en un punto
– hay puntos en común –
y allí te veo
y el deseo me sube por la sangre
y quisiera borrar tu origen de mis sueños
haber nacido contigo al mismo tiempo
llevar la marca de otro
no llevar una marca
no saber de ti nada
ni de tu nacimiento
ni de la antigua herida de tu ausencia
que no me conocieras
que pudiéramos oír únicamente
el rumor de la sangre girando vorticosa
dictando sin dudar
la tirana tendencia del deseo.

MIRA LLEGA A CASA

Quisieras cruzar el umbral

tal vez

pero todavía no te atreves

me miras con temor

pasar de aquí a allí

y no saber lo que vas a encontrar

y luego —a lo mejor estás pensando—

tampoco es éste sitio conocido

Entonces permaneces quieta

con la cola en alto vigilante

ojos de incertidumbre

Dónde me han traído,

pareces preguntarte

y yo ruego que tú puedas entender

que desde ahora ésta es tu casa

y tú aprenderás de mí

y yo aprenderé de ti

y juntas vamos a construir

un dúo solidario

hecho de mujer y de perra

Mira y Martha

Martha y Mira

y correr será hermoso en la mañana

y dormir será hermoso por la noche

y saberte cerca será dicha de vida

y armónica ternura

y sentimiento puro

Espera no atravieses ese umbral

Voy yo hacia ti

para después cruzarlo juntas

y dar por fin inicio

hoy mismo ahora y enseguida

a esa unidad perfecta que decía Neruda:

“seis patas y una cola

con rocío”.

Martha Canfield, leyendo "La expulsión del Paraíso en el Festival de Poesía de Medellín

Biografía
Martha Canfield nació en Montevideo, Uruguay, en 1949. Nacionalizada italiana, es poeta, traductora, ensayista y antologista de poesía. Egresada del Instituto Caro y Cuervo y Doctora en Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Libros de poesía publicados en español: Anunciaciones, 1977; Mar/Mare, 1989, El viaje de Orfeo, 1990; Caza de altura, 1994; y en italiano: Nero cuore dell’alba, 1998 y Capriccio di un colore, 2004. También ha publicado, entre otros, los libros ensayísticos: La provincia inmutable. Estudios sobre la poesía de Ramón López Velarde, 1981; “El patriarca” de García Márquez, arquetipo literario del dictador latinoamericano, 1984; Configuración del arquetipo, ensayos de literatura hispanoamericana, 1988 y El diálogo infinito: una conversación con Jorge Eduardo Eielson, 1995. En italiano ha preparado la edición (con traducción y crítica) de la novela de Vlady Kociancich, Últimos días de William Shakespeare, 1985; y varias antologías poéticas: Idea Vilariño, La sudicia luce del giorno, 1989; Jorge Eduardo Eielson, Poesía scritta, 1993; Álvaro Mutis, Gli elemento del disastro, 1997; y Mario Benedetti, Inventario, 2001. Desde 1996 está vinculada a la Universidad de Florencia.

Fuente: Festival de Poesía de Medellín y Revista Crítica

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