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viernes, 13 de septiembre de 2013

Victoria Guerrero - pabellón 7 A / sacrificio - poemas

Foto de Bjorn Pretzel


pabellón 7A/ sacrificio

una mano blanca se acerca
una mano blanquísima demasiado pura
me inyecta su odio

yo me duermo           babeo                         voto mi espuma
sobre una sábana tan blanca como la garra que me alimenta

ella espera el zarpazo final
mientras observa el goteo de su veneno

 NO GRITES NO VIVAS NO AMES
 es su consigna

un balazo me despierta a media noche
alguien arrastra una pierna por la avenida perú
su hermoso rostro lloroso de rabia alza los ojos hacia mí
me maldice por mi partida
y yo bajo los párpados para no ver

soy este número que cuelga a media tarde en cualquier habitación vacía
cualquier día del mes de agosto


oculto tras una cortina desgarrada/ habitación 701 A-B
un ronquido llena el silencio la blancura
estremecedora de este espacio dividido en dos

¿madre estás allí?

la mano se acerca otra vez
me desnuda me jalonea me envuelve entre sábanas sudorosas
de otros cuerpos
mi rastro se va perdiendo entre ellas
aspiro y no siento nada sino el olor de la partida
mientras los ojos del amor me dicen
QUÉDATE Y SERÁS FELIZ
esa es su consigna

y sus ojos quedan entreabiertos tras los barrotes de una celda

pero yo corro huyo de una prisión para adentrarme en otra
todo me conduce hacia un lugar de perfección
-eso fue lo que me prometieron


tirada en una habitación pálidamente higiénica
infinitas manos se acercan y exploran una cicatriz
(la maloliente costra del nacimiento
le llaman)
iluminan mi cuerpo con una luz tan pura como sus manos

¿será ésta la luz blanca siempre añorada?
¿la luz de la felicidad?
¿el rayo que se disolverá en siete colores de fuego y ahuyentará el mal?
-o es sólo un ejercicio más de toda esta retórica

estiro los brazos y me entrego
me adormezco en medio de una fiesta enceguecedora
hasta que mi cuerpo revienta
convertido ya en un alegre surtidor que baña el mundo

un fuego esplendoroso me obliga a levantarme

alguien incendia su cuerpo en medio de la noche
un poeta se agita en llamas de su propia orfandad
su casa es un gran desaguadero de sueños y sombras
 pero

YA NADIE INCENDIA EL MUNDO
NI SIQUIERA TÚ

nuestros pálidos cuerpos
todos presas ardientes de celadores o incendiarios
celebran su festivo sacrificio juvenil

la poesía escupe por todos lados su necia pestilencia
y no queda nada sino tirarla a un tacho de basura
o coger la maldita mano blanca y torcerle el cuello

y no quedan sino tus ojos que bañan el mundo
y un cuerpo tras una cortina desgarrada cuyo amor aun desconozco

De: Ya nadie incendia el mundo - Estruendomudo Editores, 2005.

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