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domingo, 13 de octubre de 2013

Julieta Gamboa poemas

imagen de Brooke Shaden

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Dos mujeres que duermen juntas defienden más que su propio sueño
Adrienne Rich

El camino del deseo fue tallado
como una ley sobre la piedra.
El tiempo deslavó los signos,
pero un eco quedó en el aire,
suspendido,
inmóvil en el espacio sonoro.
Otros me hablaron de mí,
nombraron el desorden de mi cuerpo.
Mi deseo fue una roca,
forjada entre los límites del pecho
que frenaba la pulsión hacia otro cuerpo como el mío,
sostenida en contra de su propia gravedad.

Hay uniones vedadas.
Algo falla.
Has olvidado los movimientos suaves,
la mirada tenue,
el oficio de la seducción.

Conocí la lengua del encubrimiento.
Adentro se extendía una niebla espesa,
en las grietas del temor adolescente.

Después, tu presencia fue ensanchando las fronteras,
angostó el cauce para que el río desbordara.

Silenciado,
el deseo anónimo crecía,
sofocaba mi aliento debajo de las ropas.

No es real.
Es un juego que cabe entre nosotras;
un momento único,
que no va a repetirse,
marcado por el frío que nos habita.

Le temí al movimiento,
pero tu cuerpo se agitaba como el mío;
la amistad tuvo otro nombre,
que dejamos enquistarse en la garganta.

Mi realidad volvió al curso
de los espacios cerrados.
Los labios no se tocaban;
tejían el camino sutil a la mentira.
Cada palabra era un mensaje cifrado,
un fósil cerrado en sí mismo,
que esperaba el momento para abrirse.

Concebimos una realidad detrás de las puertas.
En los interiores,
fabricamos puentes hacia una desnudez real.

Otros marcaron el límite
entre el mar y la costa.
La marea nos llevo lejos del puerto,
Nos sumergimos y contuvimos la respiración bajo el agua.

El sudor frío,
la rigidez de nuestros músculos,
unidos,
cimentaron una arquitectura inestable.
El disfraz era el mismo cada noche.

Cuando envejezcas
tu cara tendrá las marcas
de cada una de tus mentiras.

Un viaje me hizo regresar al espacio de mi cuerpo.
Recuerdo la carretera,
las curvas incesantes que trazaban el camino.
Sostuviste mi cabeza para frenar las arcadas;
tu gesto cercano marcó el fin del artificio,
el retorno a la orilla verdadera.

Volví a mi tacto.
Seguí la ruta de los árboles caídos
para limpiar sus ruinas.

Madre,
esto es mi cuerpo;
éste, su nuevo nombre.

La lluvia removió el barro que me tapaba los poros.
Confié mi rumbo a la proximidad de nuestras manos
para fijar mis ojos
en la igualdad de nuestros cuerpos.


Catherin Colaw - inmersa en el paisaje

En las venas del árbol

La raíz es la ruta para quien teme su voz.
Las palabras se alimentan de la tierra,
se encadenan a la fibra endurecida,
sorda osamenta que se agita en este árbol de ciudad.


La voz del árbol solo empuja el pavimento.
sube,
grita sus salida a cada una de las ramas.


No la sostienen,
baja,
las astillas como cimientos de su lenguaje fósil,
expulsado de la superficie.
En el momento de la muerte, cuando los músculos se distensan del todo y la mirada se dirige vertical al techo, el rostro de cualquier muerto cercano es el de un desconocido. Se borran las líneas y con ellas los lazos. En esa figura de cera modelada no está el paso de los años. Ningún gesto en la envoltura, en la cáscara seca.

No es posible encontrar la resonancia de los rasgos propios en un muerto. Miro una foto de mi padre cuando tenía treinta años. No conocí a aquel hombre joven, pero así es como aparece algunas noches, desprendido de la imagen gris de la fotografía. Lo recuerdo inexacto, a veces diluido. Uno a ese rostro una voz, alejada de las células comiéndose una a otra, de las mutaciones, del temblor. Alejada del rostro de cera de un desconocido.

En un tiempo con fisuras, mi memoria decide el rostro de mis muertos.

Biografía
Julieta Gamboa (Ciudad de México, 1981) es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha participado en los talleres de poesía de Hernán Lavín Cerda y Máximo Cerdio. Trabajó en el equipo editorial de la revista Discurso Visual del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBA. Sus poemas fueron incluidos en la antología del concurso universitario Décima muerte, en 2000. Ha publicado en revistas como Palabras diversas y Los poetas del 5. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.

Nota mía: La primera vez que leí a Julieta Gamboa fue en el blog de Emma Gunst. Le agradezco su labor y su entrega. 
La poesía de Julieta Gamboa es de gran calidad: Me interno en sus recovecos y despierto ante el temblor de la palabra. 



  


3 comentarios:

  1. "Madre,
    esto es mi cuerpo;
    éste, su nuevo nombre"
    Una voz, como bien dices, que nos hace temblar intimamente.
    un beso, María

    ResponderEliminar
  2. Carmela,
    Sí. Es para leerla con detenimiento, volver y volver y encontrar aún más significados.
    Ahora me quedo con la mente vagando como en una rama de estos versos:
    "La voz del árbol solo empuja el pavimento.
    sube,
    grita sus salida a cada una de las ramas."
    Besos

    ResponderEliminar
  3. Carmela,
    Sí. Es para leerla con detenimiento, volver y volver y encontrar aún más significados.
    Ahora me quedo con la mente vagando como en una rama de estos versos:
    "La voz del árbol solo empuja el pavimento.
    sube,
    grita sus salida a cada una de las ramas."
    Besos

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