Imagen de Catrin Welzstein
SALMO
¡Que permeables son las fronteras
de los Estados humanos!
¡Cuántas nubes las sobrevuelan
impunes,
cuánta arena del desierto se
trasiega de un país a otro,
cuanta piedra montañosa rueda
hacia dominios ajenos
con desafiantes brincos!
¿Es necesario enumerar aquí a
cada pájaro que vuela
o se posa sobre una barrera
abandonada?
Aun siendo un gorrión ya tiene
cola forastera,
pero el pico sí es de aquí. Y
¡cómo se mueve, no para!
De los innumerables insectos sólo
mencionaré a la hormiga
que, entre el zapato izquierdo y
el derecho del aduanero,
a la pregunta ¿de dónde y a
dónde? ni se molesta en dar respuesta.
¡Oh, ver con una sola mirada y
con detalle ese desbarajuste
en todos los continentes!
Pues ¿acaso el ligustro de la
otra orilla
no matutea por el río su
cienmilésima hoja?
¿Quién, sino la jibia, la de los
brazos audazmente largos,
viola las sacrosantas aguas
territoriales?
¿Se puede hablar de un orden
tolerable
si ni siquiera las estrellas se
dejan desacoplar
para que quede claro cuál luce
para quién?
¡Y, para colmo, el punible
derrame de nieblas!
¡Y el retumbar de voces en las
serviciales ondas del aire:
chillonas llamadas y borboteos
llenos de significado!
Sólo lo humano sabe cómo ser de
veras ajeno.
Lo demás son bosques mixtos,
trabajo de topos y viento.
Traducción: Ana María Moix y
Jerzy Wojciech Slawomirski
De: Paisaje con grano de
arena – Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski – Editorial
LumenMás
Que cierto es esto de la "permeabilidad de las fronteras de los Estados humanos"...
ResponderEliminarBesos, Tocaya
Tan cierta y tan humana. Un placer tenerte aquí.
EliminarUn fuerte abrazo tocaya.