Imagen de Dan Estabrook
Sosiego
"Y repetir
ardiendo hasta el descanso
que no es para llorar, que no es decente.
Y porque a la verdad, no es para tanto."
Fuego de pobres - Bonifaz Nuño
Se
me cae de las manos
un
temblor melancólico,
en
las uñas un rubor de nacimiento
se
gesta silencioso y brillante
la
tarde se abre de par en par
son
la mañana y la noche
dos
páginas en blanco
botones
de plata pulida
ojos
deslumbrados mirando fijamente.
Todo
huele a esporas, hierbas o té.
El
vientre extraña la ausencia meticulosa
en
cambio el vapor y sus gotas tibias
humedecen
tejidos y poros
una
fiesta cristalina y serena
germina
en las comisuras del cuerpo,
las
arrugas de la frente
y
las cicatrices en las rodillas
guardan
silencio expectantes,
no
es suya la gloria de estos días
su
tragedia se ampara en sus grietas.
Ni
sombras ni asombro,
lleno
y sitiado el cuerpo
se
deja tomar lentamente,
son
días de abrir botones
cambiar
sábanas
recoger
semillas
días
que vienen escalando
uno
a uno los segundos
pacientes
esperaron su turno
para
llegar a la estación puntual
como
las canas o los músculos.
Los
otro días
los
de la cuna
la
sal y el yodo
se
retiran,
-un paso atrás todo lo que no es este día
pues se me ha caído un desconcierto
y mientras no aparezca
habrá que agotar el júbilo
beber su pulpa
alimento para desempleados de la tristeza
para aquellos que lo han perdido todo
hasta el cansancio
aquellos a quienes sin temblor ni arena
les llegan días de humedades
como ríos verdes
nubes portentosas
y hormigas diligentes.
Este es el invierno del desencanto
una brisa humilde
poblando el vacío
y humedeciendo
tierna y cálidamente
la conciencia de los perdedores.
De
pronto
uno
se siente fuerte
cree
que puede volverle la cara a la ciudad
que
ha visto quemarse
una
y otra vez
quiere
creer
ahora
no habrá sal
ni
derrumbes.
Y
así
obviando
las sombras y sus persecuciones
en
la distracción de los días crédulos
se
acumula poco a poco
un
sedimento nostálgico
primero
la sospecha:
algo
por ahí se echa a perder
después
la certeza:
algo
se ha perdido,
el
ufano atrevimiento se ha debilitado.
Uno
comienza a olfatear,
el
hedor es fuerte
se
huele las manos
bajo
las mangas
los
pies
todo
está impregnado con la misma sustancia
entonces
uno toma un vaso
y
lo que bebe le sabe amargo
si
se pone una camisa causa escozor en el cuello o la cintura
si
abre una puerta algo golpea en la cabeza
y
es catastrófico
porque
le está sucediendo
y
además
ha
tomado el periódico
la
correspondencia
o
uno de sus libros
y
lo han confirmado:
está
enfermo.
Entonces
le duele todo
las
pestañas
la
muñeca que dejó en la banca a los cinco años
el
pastel para mamá que se resbaló de las manos antes de llegar a casa
y
llora por sus manos de mantequilla
el
rayón en sus zapatos nuevos
por
aquella vez que no dijo te quiero
y
se quedó sólo mirando.
Llora
se
queja y se duele
porque
se le ha constipado una arteria
o
un puente
o
algún sentido
o
todo junto
porque
todo se comprime
y
todo el mundo
sus
tragedias y espectáculos
simulacros
y revelaciones
todo
el mundo
se
contrae en el embudo de su cabeza
y
es tanto
y
tan mundano
que
debe alzar la voz
el
canto
la
mueca o alarido
algo
tiene que abrirse
y
donde más le duele comienza a sobarse
a
murmurar reproches y consuelos
poco
a poco sana su distracción
su
ilusión anacrónica e improcedente
comienza
a verse de nuevo
el
látigo de su orgullo increpado
vapuleado
por su despotismo
entonces
de alguna ventana
orificio
muro
o percha
se
descuelga una elegía desbordada,
pero
en el cosmos infinito
no
es más que un grito desde un abismo súbito
sin
permiso para abrirse paso
un
mimado afán sin intención regulada
o
certeza de razón.
Biografía
Leticia Quiroz (Navojoa, Sonora 1978), estudió
Literaturas hispánicas en la Universidad de Sonora; es coautora de las
antologías: 99 poemas mexicanos de amor (Grijalbo) y Cartas inolvidables de la
literatura universal (Planeta), ha colaborado en diversas publicaciones a nivel
nacional y estatal. Fue becaria del ISC en 2011 para escribir el libro: La
perdurable sombra de una casa. Actualmente es maestra de literatura en centros
de readaptación social para menores de edad.
Fuente: Círculo de Poesía
Impresionante.
ResponderEliminarY bello.
Un beso, María.