Hay que cambiar el agua de las
peceras cada cierto tiempo
Imaginaba nombres: María, Yunuén,
Alejandra,
los nombres salían desde la boca de mamá
pero ninguno era mío,
a veces pienso que mi nombre hallará otro cuerpo
o su cauce que es lo mismo
en algún río o en algún prado.
Entonces mamá me reconocería
porque mi voz es queda, inaudible como nunca antes,
porque tengo lunares que me distinguen
o por la cicatriz en mi rodilla derecha
cuando de niña caí, caí
y seguí cayendo.
Deletreo mi nombre, largo…
quisiera mejor no tenerlo / llamarme, por ejemplo, Anónimo
y depositar el otro en un buzón de quejas y sugerencias,
redactarían la carta y a los pocos días contestarían que sí
que puedo cambiarlo ahora
antes de primavera
porque vendrán insectos
a perforar sus propiedades
o los peces de agua dulce
comerían de él.
Mi nombre entonces
es tan sólo la carnada de los pececillos, ella dice:
hay que cambiar el agua de las peceras cada cierto tiempo,
hay que cambiar la voz cada cierto tiempo,
hay que inventarnos nombres
escribirlos con gis blanco en el pizarrón,
el gis blanco puede borrarse fácilmente,
puede reescribirse
en el prado
el agua
la costilla de mi padre.
Me presentaría en el salón al día
siguiente,
mi nombre es Anónimo, me gustan los peces y andar en bicicleta
al salir tendría una amiga o dos,
después las invitaría a casa
para que escribieran sus nombres en pedacitos de papel
y luego los olvidarían,
no sabrían con qué letra empiezan
ni el trazo del abecedario,
todas seríamos Anónimo.
Anónimo caminaba sola por la
calle
Anónimo vestía una falda corta
Anónimo tomó un taxi
Anónimo bebió cerveza
Anónimo salió de noche
Seríamos Anónimo unas semanas,
la escuela y las calles estarían plagadas de letreros
y gis blanco de caligrafía ilegible,
me enseñaron que los nombres llevan cargas,
inventamos significados como también inventamos destinos,
cuando supe el significado de mi nombre
descubrí que debía alzar oraciones
y besar los pies de una estatua
porque mi nombre lo pedía,
pensaba en las almas como humo contenido
en cajitas de madera
animales en cautiverio,
un día quise ver una
pero no contenía humo,
contenía una carta
tenía la palabra renuncia
y estaba firmada por A.
Corrí a casa con la carta en las
manos
mamá dijo que conoció a Anónimo
un día un señor se la llevó en un taxi
y después la encontraron desnuda
en un prado o en un río.
El nombre de Anónimo salía de la
boca de mamá
y no era el humo que cabía en cajitas de madera
o en un buzón de quejas y sugerencias
ni en un pizarrón que se borra fácilmente.
Paraíso
sólo, ay,
tu espalda miro cual se mira
lo que huye y se aleja eternamente.
Manuel José Othón
El filo del cuchillo es la
poesía,
escribí en el vórtice
antes de que te fueras
maldije el siempre / maldije el nunca
para que de mí no te quedara nada
ni un verso
Escribí mientras se reflejaba tu
rostro en el cristal
los idilios se adormecen cuando caminamos al infierno
alguien amputa la entraña
esta es mi última caída a la muerte.
Lugar
común
La
literatura nos separó: todo lo que supe de ti
lo aprendí en los libros
y a lo que faltaba,
yo le puse palabras.
Cristina Peri Rossi
X era la calma
las campanadas de Catedral un domingo
una granada roja
suavidad de las olas en mi vaivén
Comprando boletos a otros
destinos,
quise probar que en otras ciudades hay más como tú
que no eres el último que ha hecho de mí una pluma
y después un incendio
puedo decir: basta : pero no quiero
ya nos acostumbramos a que si yo cierro una puerta,
tú rompes la ventana
Eres el inicio del poema
El final
Creí verte
como creo que el mundo puede salvarse
y me encanta creer haberte visto así, con la ciudad humedecida
porque todos estos años he intentado prepararme para el último encuentro
pero cada último encuentro es igualmente triste / irreal / torpe
El tiempo miente
apareces y me quiebro toda
me des-nudo de todo lazo
de toda palabra
quiero sentirte lejos pero aquí estás
carcoma sin sentido
capricho mío
amor mío
Estoy sepultada en una línea
recta
eres la curva
el viento veloz que me atraviesa
mi propia agua hasta el cuello
Voy a pensarte en enero, febrero,
abril…
el resto del año me pierdo en una búsqueda que no lleva a nada
porque ya no somos
y sí
somos unos años más hondos
carreteras olvidadas
muchos
te odio
madrugadas que no hablan
y es que nadie entiende mi insomnio
o cómo acaba el poema.
Biografía
Cristina Bello, nació en Morelia,
Michoacán, México en 1995. Egresada de la licenciatura en
Literatura Intercultural de la ENES Morelia UNAM. Sus poemas aparecen en la
antología del IV Encuentro Nacional de Poetas Jóvenes Ciudad de Morelia y en
distintas revistas digitales como Efecto Antabús, Espora, Liberoamérica,
entre otras. Fue becaria del IX Curso de Creación Literaria para Jóvenes
Escritores de Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana
en la categoría de poesía (2017). Obtuvo mención honorífica en el Premio
Nacional Universitario de Poesía Desiderio Macías Silva (2017).
Fuentes: Carruaje de Pájaros y Poesía en Unísono
Muy interesante está autora. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Ana por pasarte por mi casa virtual y dejar tu comentario.
EliminarUn abrazo
Me gustan los tres poemas, pero el tercero, Lugar Común, me ha llegado especialmente.
ResponderEliminarUn beso!
Carmela, que gusto tenerte por aquí. Me impresionó leer a Cristina Bello, por eso la compartí.
EliminarIntentaré volver a mi blog.
Un beso