James Hall Nasmyth - Apple 1874
La fiesta
La
luna se distingue redonda saboreando la noche, mientras ella alza su copa y
sonríe, está rodeada de gente, todos hablan y ríen felices, la música también los
ampara con su manto de sonidos y es que la fiesta está llegando a su punto más
álgido. Con un gesto de cabeza ella asiente y devuelve la sonrisa, saborea lentamente
el agradable oro líquido de su copa y siente como la alegría va subiendo tibia
por su piel.
Es
una invitada más y teme ser sorprendida con alguna indiscreción. Ahora, que por
fin, está en un sitio agradable, lleno de jardines y mesas adornadas, celebrando
un importante acontecimiento. Su plato está vacío y ya no siente hambre ni sed,
sólo una sensación placentera se le sube a la cabeza.
De
pronto, una mujer de blanco se le acerca, le habla al oído y le pide con
delicadeza que se levante y se despida de los invitados. Ella obedece y deja su
copa sobre la mesa, hace un gesto con las manos a manera de adiós, pero algunos
parecen tan entretenidos que ni siquiera le responden. La mujer de blanco la
coge del brazo y juntas caminan dentro de la magnífica casona, ambas suben por las
amplias escaleras, se siente ligera y la tranquilidad le ensancha el corazón. La
mujer de blanco la lleva a una habitación austera de acogedoras paredes color crema,
en una esquina pegada a la ventana se encuentra una cama. La mujer de blanco la
ayuda a desvestirse, le pone un camisón y con suavidad la acuesta, ella se
cubre gustosa con una mullida colcha, apoya su cabeza en una almohada tan suave
y tan blanca como su mente.
perturbador relato!
ResponderEliminarme gusta muchísimo
abrazos*
Gracias por la visita y comentario Rayuela. Sí, tiene un punto perturbador, y aunque el personaje ya no sienta angustia, la falta de memoria perturba.
ResponderEliminarUn abrazo