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ÍNDOLE
Deja que
respiremos el velo
que nos
oculta el uno al otro
Paul Celan
Aprendí de la nostalgia
la parte más oscura del camino,
cuando la luz es un velo cegador
que no permite pasos firmes,
ni huellas hundidas para dar de
beber
a la fiera que camina tras
cualquier errante.
Aprendí:
la palabra es el suceso,
la circunferencia,
el átomo que respira tras la
tinta en el papel.
Aprendí a creer no sólo en lo
sensorial y lo evidente
la poesía es lo que está dentro
del guante,
el pabilo sumergido
una y otra vez en la parafina
para luego abrirse en luz
en una casa de bajareque,
en pleno noviembre, en plena
madrugada.
Aprendí
a asumir un tembloroso no en los
dedos,
a entender lo lúcido del miedo
cuando la enfermedad llega a la
cama de la madre.
Aprendí, que no he de aprender a
decir adiós
y mucho menos
cuando se trata de esos huidizos
poemas
que delibero y nunca he de
escribir.
Aprendí a no llamarme poeta en el
primer encuentro,
a ser atinado con los seres
que de antemano sospecho comenzaré
a amar,
aunque no sepa hablar de amor
y tampoco quiera aprenderlo.
Aprendí que la intimidad no
existe,
las ideas novedosas son el
principio
o el final del diálogo entre los
transeúntes
que rozan tu hombro en medio del
camino.
No hay nada nuevo en este mundo
y eso debo aprenderlo
porque aunque sé,
que cada individuo es un evento
irrepetible,
el ser es como una mancha en el
techo
al que se le hallará todo tipo de
formas.
Texto
extraído de Barcos de agua natal. Antología de poesía latinoamericana desde el
siglo XXI. Selección de Jocelyn Pantoja y Rafael Saravia. México-España:
Proyecto Literal y Ediciones Leteo, 2012, pag. 127.
Poema para nunca ser leído después de una
única noche y otros poemas
I
La poesía no
es una joya, es como el amor,
tiene que
ser aniquilada para existir.
Karl
Vennberg
Toda
desnudez es mediocre si se está a solas,
mediocre
la alegría,
insuficiente
si no es en el cuerpo amado.
Humillante
es toda pasión
si no hay
manos para besar
ni
recuerdos para roer.
Sufrir
por amor es paz,
Atolondrarse
en los resquicios de un amor
como la
memoria primaria,
como la
necesidad primaria
y
ahogarse por lo inocuo de un deseo.
Protuberante
es el amor,
camafeo
tras la piel que no se deja ver.
La rabia
es la parte más febril de los amantes,
terrible
es el amor, terrible
y cada
vez es vez primera.
Amar es
dejarse devorar,
es toda
ausencia de sigilo,
amar no
es para amantes,
amar es
para astronautas
y para
personas con pies en tierra
y cabeza
en el espacio que ocupan las dudas.
Una vez
más como caída en desgracia,
ardiente
la pálida luz de las palabras que convoco,
la
sensatez no ha de ser mi mejor aliado,
presta a
todo lo dicho
alimento
con alfabetos a las esperanzas
que
mueren en mi casa
¡Estoy
perdida!
Retorno,
el amor
ha sido el mayor de mis vicios.
TRÁGAME LUNA
O aterriza
en este océano que soy.
Mirá que
tengo la piel fosilizada de lenguas
y un abanico
azul que golpea
desde mis
trompas de falopio.
He
acampado en la sangre del abismo,
he
provocado la suntuosa apatía por los ocasos.
Mirá que
busco los ojos del sur
y llevo
en las manos
el
paracaídas de la locura.
Escúchame
luna,
la
serpiente de la soledad
moldeó mi
estatura rompiendo mis olas,
inyectando
la dosis precisa de la seducción.
Mirá que
me ha mordido desde adentro,
profundo,
vaciando
los restos de la nostalgia,
esa que
se reproduce
en el
inventario de las sorpresas,
me ha
dejado intacta la incertidumbre
y esta
reseña de manipular los géneros
a mi
conveniencia.
He volado
profundo tus cielos, luna,
mientras
un hombre
ha
deletreado mi arena más húmeda.
He comido
de la catarsis de la investidura.
Trágame
luna
o volvete
caracol, velero, arrecife,
lo que
querrás
pero
volvé, acampá,
quédate
Mayra Oyuela leyendo el poema Tranviaria en el Festival de Nicaragua
Tranviaria
Llevo al
mundo como pendientes en mis orejas,
rozo con
mis pestañas a los desconocidos,
beso
manos de transeúntes
(hormigueo
en los labios).
Que
alguien me aborde,
soy el
metro que esta ciudad jamás conoció,
atrevidos
en mí todos los años,
en mí el
transcurrir,
en mí la
palabra ventrílocua de cada estación,
en mí la
espina y el diente que muerde la rosa de lo oculto.
Mis
muertos no son sombras raídas en la luz.
Que
alguien me aborde,
sé cuál
es el principio y el final de este cuento.
Que
alguien suba y se detenga en mí,
mis ojos
son túneles que dan a cualquier lugar,
mis manos
paredes para reposar en lo oscuro,
mis
brazos sillones para que vengan a hacer el amor.
Roto ya
todo lo íntimo en mí,
he de
saberte andar, mundo,
con los
puños cerrados en señal de auxilio y no de defensa
cerrados
para llevar en ellos el resto de aire
que no
supo caber en mis pulmones.
En la
imperfección está lo bello.
No
necesito ser el poeta sino el poema,
la
belleza esta por encima de la lógica de cualquier poeta.
Necesito
andarte despacio, camino,
no me
detengo en el asombro de saber llegar, mundo:
En tus
barrios, tatuadas están las paredes de calcárea sumisión,
en tus
barrios fue donde aprendí a defender el descenso.
Soy el
metro que esta ciudad jamás conoció;
en mí los
volantes con fotos de desaparecidos,
en mí
túmulos de palabras que alguien no supo barrer bajo la alfombra,
en mí el
transcurrir.
Que nadie
venga a preguntar por qué no te describo, esperanza,
yo hablo
de eso otro bello, que no está en lo bello.
Abórdenme
predicadores de la tarde,
zanates,
pirueteros, estudiantes: no olviden el punzón
y
escriban en la oquedad de mis vagones
teléfonos
para citas de amor,
DJ,
bartenders y todos con título de extranjerismo en su profesión,
suban
carniceros del San Isidro, conserjes y putas,
albañiles
vengan a devolver la sonrisa
a las
princesas de los domingos.
Mujeres:
describan con su carmín la caricia que no les tocó,
suban,
fresitas de las High schools, madres solteras, suicidas,
docentes,
vengan a traficar perfumes traídos del Canal de Panamá.
Vengan a
abordarme, en mí el transcurrir, todos los años,
el
suspenso del que anda a tu lado, a pesar de su humanidad.
Sé quién
soy,
basta una
palmada en el hombro
y retorno
a mis pies nauseabundos de sueños,
basta una
palmada en el hombro
y retorno
a mí
al
anonimato,
a la
flatulencia, a la humana que soy.
¡Abórdenme!!!!!!
soy el
metro que esta ciudad jamás conoció,
vengan y
calcen mis pies
ya que
nunca podrán calzar mis zapatos.
Biografía
Mayra Oyuela nació en Tegucigalpa, Honduras (1982).
Obtuvo el Primer lugar en el IV Concurso poético de la Escuela Nacional de
Bellas Artes, 2001. Es miembro fundadora del Colectivo de Poetas Paíspoesible.
Ex integrante del Taller Altazor. Publicaciones: “Escribiéndole una casa al
barco”, Editorial II Miglior Fabbro (2006), Poesía. Además ha sido publicada en
revistas y periódicos de Honduras. Antologada en: la edición del CD
Versofónica, 20 poetas-20 frecuencias, Editorial Sexta Vocal-II Miglior Fabbro
Editores. “Papel de Oficio”, cuadernillos de Poesía, Ministerio de Cultura de
Honduras, (2006). Ha tenido lecturas en todo el país y, fue invitada por la
Asociación Camino de Nicaragua para una lectura de poesía joven femenina
realizada en Managua. Poemas suyos han sido traducidos al catalán. Es una de
las voces femeninas con mayor propuesta estética en la actualidad literaria
Hondureña.
trágame tierra. qué hermoso no ?
ResponderEliminarabrazo maría
Es una poeta que me encantó desde el primer verso suyo que leí. Tiene una fuerza, una manera de decir las cosas que me cautivaron desde el principio.
ResponderEliminarMe alegra que eligieras la foto para esta mujer tan tremenda.
Un beso, María
Daniel,
ResponderEliminarHermoso. Un abrazo
Carmela,
ResponderEliminarGracias a ti por la foto.
Lo mismo me pasó, su poesía es vital y nos trasmite su fuerza. A mí me renueva y me da energía.
Besos
Muy interesante. Un placer oírla.
ResponderEliminarComo bien dice todo poeta aspira a ser el poema.
Gracias.