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lunes, 27 de agosto de 2012

Cecilia Meireles, poesía

Marc Chagall  


EL ARTE DE SER FELIZ

Hubo un tiempo en que mi ventana se abría
sobre una ciudad que parecía ser hecha de tiza.
Cerca de la ventana había un pequeño jardín cuasiseco.
Era una época de sequía, de tierra pulverizada,
y el jardín parecía muerto.
Mas todas las mañanas venía un pobre con un balde,
y, en silencio, iba tirando con una mano unas gotas de agua sobre las plantas.
No era un riego: era una especie de aspersión ritual, para que el jardín no muriese.
Y yo miraba a las plantas, al hombre, a las gotas de agua que caían
de sus dedos flacos y mi corazón quedaba completamente feliz.
A veces abro la ventana y encuentro al jazminero en flor.
Otras veces encuentro nubes espesas.
Avisto niños que van para la escuela.
Pardales que saltan por el muro.
Gatos que abren y cierran los ojos, soñando con pardales.
Mariposas blancas, de dos en dos, como reflejadas en el espejo del aire.
Maribúes que siempre me parecen personajes de Lope de Vega.
A veces, un gallo canta.
A veces, un avión pasa.
Todo está exacto, en su lugar, cumpliendo su destino.
Y yo me siento completamente feliz.
Mas, cuando hablo de esas pequeñas felicidades ciertas,
que están delante de cada ventana, unos dicen que esas cosas no existen,
otros que sólo existen delante de mis ventanas, y otros,
finalmente, que es preciso aprender a mirar, para verlas así.

(versión de: Wilfredo Carrizales)

Cantaran los gallos

"Cantarán los gallos, cuando muramos,
y una brisa leve, de manos delicadas,
rozará los bordes, las sedas
mortuorias.
Y el sonido de la noche irá transpirando
sobre los claros vidrios.
Y los grillos a lo lejos truncarán los silencios,
los tallos de cristal, fríos, largos yermos,
y el enorme aroma de los árboles.
¡Ah, qué dulce luna verá nuestra calma
faz todavía más calma que su gran espejo
de plata!
¡Qué frescura espesa en nuestros cabellos,
libres como los campos de madrugada!
En la niebla de la aurora
la última estrella
asciende pálida.
¡Qué gran sosiego, sin hablas humanas,
sin el labio de los rostros del lobo,
sin odio, sin amor, sin nada!
Como oscuros profetas perdidos,
conversarán apenas los perros en las campiñas.
Fuertes preguntas. Vastas pausas.
Estaremos en la muerte
con aquel suave contorno
de una concha dentro del agua. "

Resurrección

No cantes, no cantes, porque vienen de lejos los náufragos,
vienen los presos, los tuertos, los monjes, los oradores,
los suicidas.
Vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras,
de las escalinatas,
y, con un ropaje negro, aquellas dos manos antiguas.
Y una vela de móvil llama humeante. Y los libros. Y
las escrituras.
No cantes, no. Porque era la música de tu
voz lo que se oía. Soy una muerta reciente, aún
con lágrimas.
Alguien escupió distraídamente sobre mis pestañas.
Por eso vi que ya era tarde.

Y dejé en mis pies quedarse el sol y andar las moscas.
Y de mis dientes se escurrió una lenta saliva.
No cantes, pues trencé mis cabellos, ahora,
y estoy ante el espejo, y sé bien que ando en fuga.

(Versión: Alex Fleites y Manuel Rodríguez Ramos)

Retrato

Yo no tenía este rostro de hoy,
tan calmo, tan triste, tan delgado,
ni estos ojos tan vacíos,
ni este labio amargo.

Yo no tenía estas manos sin fuerza,
tan detenidas y frías y muertas;
yo no tenía este corazón
que ni se muestra.

Yo no advertí este cambio,
tan simple, tan cierto, tan fácil:
¿En qué espejo se perdió
mi imagen?

Poema: Retrato, en la voz de Cecilia Meireles


Biografía: 
Nació en Brasil 1901 – 1964. Poeta, profesora y periodista. 

Poesía fuente:

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