Se le considera como el poeta de la negritud. Más allá de lo que digan los expertos, la voz de Aimé Césaire es la voz que habla desde el dolor de una raza oprimida, quiere resaltar su herencia africana y nutrirnos con con la belleza de sus palabras. Nació en La Martinica bajo el dominio colonial francés.
Video de Joel Cimarrón
ELEGÍA de Aimé Césaire
El hibisco no más que un ojo reventado
de donde pende el hilo de una larga mirada, las trompetas de esparavanes
el gran sable negro de los flamboyanes, el crepúsculo llavero siempre tintineante
las arecas indolentes soles que jamás se pusieron por traspasadas por un alfiler que las tierras que se saltan la tapa de los sesos
no dudan nunca en incrustarse
hasta el corazón, los fantasmas horrorosos, Orion
la extática mariposa que los pólenes mágicos
crucificaron sobre la puerta de las noches cimbreantes
los bellos tirabuzones negros de las cañafístulas mulatas
altaneras cuyo cuello tiembla levemente bajo la guillotina
y no te sorprendas si en la noche gimo más hondamente o si mis manos estrangulan más sordamente es el tropel de viejas penas que hacia mi olor negro y rojo en escolopendra
alarga la cabeza y con una insistencia en el hocico aún blanda y desmañada busca más dentro mi corazón de nada me sirve entonces apretarle contra el tuyo y perderme en la espesura de tus brazos que acaba por encontrarlo y muy gravemente de manera siempre nueva
lo lame amorosamente
hasta que brota salvaje la primera sangre
bajo las bruscas garras desplegadas del
DESASTRE
Para los amantes incondicionales de la literatura. Aquellos que cabalgan entre el sueño y la locura.
sábado, 29 de noviembre de 2008
sábado, 1 de noviembre de 2008
Mis Cuentos: Aquella Enfermedad
Imagen de Rafael Martín
Quería compartir otro de mis cuentos, éste habla sobre la enfermedad de Alzheimer. La mente se va deteriorando poco a poco y los recursos de las personas que la sufren se van agotando. Me resulta difícil explicar con palabras lo que percibo, por eso me acerco a través de este cuento que es mi manera de expresar emoción.
Mejor me callo y os dejo con el cuento que espero os guste.
Aquella enfermedad
A la memoria de mi tía Isabel
Amelita no deja de llorar y en su desesperación ha tomado el autobús para llegar a casa de su hermano Augusto donde vive Encarna, su tía. Cuando la ve, las palabras se le entreveran en un susurro tembloroso:
- Mis hijos me han abandonado. Estoy sola. Ven a casa y quédate conmigo.
La mirada de Encarna se detiene en el fatigado rostro de Amelita y recuerda cuando ambas compartían su modesto departamento en el centro de Lima. Todos los fines de semana, la recogía del internado y su alegría teñía las paredes de su sosegado hogar. Sus manos tiemblan de ternura tratando de alcanzar los recuerdos; acurrucadas la una en la otra para enfrentar las envestidas de la gran ciudad. Cuando Amelita terminó el internado se fue a vivir con ella hasta que se casó.
Encarna se mueve con la lentitud de sus noventa y tres años. Se dirige a su habitación, prepara algunas mudas y las mete en un maletín, a su vez, escucha las interminables quejas de Amelita, sus ojos van humedeciéndose. No entiende qué está pasando con su sobrina, pensar que fue la más lista en el colegio y luego en la universidad, y, ahora con setenta y tres años, la mente se le embrolla. Por momentos, junta los recuerdos y le salen entreverados, a borbotones, luego se repite y la angustia la persigue sin dar tregua como una obsesión.
Una vez más, Encarna, con su pequeño maletín en mano, apoya su frágil esqueleto en su sobrina y juntas emprenden la ruta de la vuelta a casa.
Por: María Germana Matta - En Madrid, a 27 de junio de 2008
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