sábado, 27 de febrero de 2010

Poesía de Katherine Mansfield


Foto de S.P. Andrew

Quiero compartir una selección de poemas de la escritora Katherine Mansfield, una de las narradoras más importantes del siglo pasado, dedicó su vida a la escritura, murió con apenas 33 años. Ella se consideraba narradora más que poeta, sin embargo, escribió poesía durante toda su vida, su poesía era más íntima y personal, sus poemas eran irónicos y lúdicos, su formación poética fue más bien clásica. Sus poemas fueron publicados por su segundo marido y albacea Middleton Murry, después de su muerte.

El año 2006 fue editado en Argentina un libro de poemas: Té de Manzanilla, por la editorial Bajo la Luna. La selección, traducción y prólogo: Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich.
He realizado una breve selección de poemas de dicho poemario que espero les guste. Además de compartir un artículo sobre la vida de la brillante autora, publicado en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=50715

Una vocación apasionada (10/05/2007)
La trágica y breve vida de Katherine Mansfield

Por: Lisandro Otero

La rebeldía femenina ha sido una constante del pasado siglo XX. Muchas activistas sociales, escritoras y sociólogas dieron el grito de alarma y convocaron a la emancipación; la última minoría oprimida, la de las esposas relegadas, se declaró en estado de insubordinación. Una de las escritoras que representó esa transgresión del orden establecido fue Katherine Mansfield.

Su vida fue una constante negación de su entorno, un rechazo de su ubicación social, una impugnación de su tiempo. Perteneció a una familia burguesa acomodada que no toleraba ver a su heredera gorda, tartamuda, con lentes. Tanta imperfección no se ajustaba a su categoría social. Había nacido, además, en un confín olvidado del mundo, en Wellington, Nueva Zelandia, con el nombre de Kathleen Beauchamp. Por sus presiones la familia la envió a estudiar a Londres, al Queen´s College, donde su vocación literaria maduró. En las clases de estudios bíblicos Katherine se distraía estudiando las venas en el rostro de su profesor.

Su familia la reclamó y ahí comenzó la gran sublevación. Su disgusto es evidente en cada paso que da. Organiza una expedición a través de la selva virgen neozelandesa. Mantiene numerosas relaciones eróticas, tanto sáficas como heterosexuales. Concibe un hijo de un cantante y para legitimarlo se casa con un patriarcal profesor de música, mucho más viejo que ella, a quien abandona la misma noche de la boda.

La familia decide recluirla en un convento de Baviera. De ahí se escapa para vivir en una pensión donde comienza a vivir con un traductor polaco que le trasmite una enfermedad venérea que padecerá durante mucho tiempo. Pero el polaco hace algo más que eso. Le enseña a leer a Chejov, la convierte en una entusiasta del ruso. La huella se verá más tarde en su propia literatura. Ese episodio es su último vínculo con sus raíces: su madre la deshereda. Se aficiona a tocar el violonchelo.

Regresa a Londres y se inicia la etapa más productiva de su vida. Escribe incesantemente y lleva sus relatos a todas las revistas, a todos los cenáculos literarios. En 1911 publica su primer libro “En una pensión alemana”, basado en su experiencia en Baviera: una protesta contra la irracional ferocidad de la vida cotidiana. Su obra comienza a ser acogida y respetada. Y entonces se produce el gran encuentro: conoce al editor John Middleton Murry que será su ángel custodio, su maestro y su amante. No pueden casarse porque el viejo profesor de música se niega a concederle el divorcio.

A Middleton le escribió: “Aunque viviese hasta la edad de los patriarcas originales de la Biblia, jamás conseguiría amarte todo lo que deseo… Te amo con toda la fuerza de nuestra vida futura, nuestra vida en común, que tan sólo ahora parece haber arraigado y vivir y crecer de cara al sol” Finalmente Katherine había encontrado la paz y la armonía en el amor compartido con un ser semejante.

Cuando publica “La fiesta en el jardín” parece haber llegado a la plenitud de sus fuerzas creativas, libro escrito en Suiza a donde ha ido a curarse de una dolencia fatal. Virginia Wolf la distingue con su amistad. Frecuenta el Bloomsbury Group. Ya es aceptada como una fuerza mayor en las letras inglesas pero se debilita por días: la tragedia asoma en su vida. De una relación con D.H.Lawrence había contraído tuberculosis, que le fue diagnosticada en 1918. Middleton la interna en un albergue en Fontainebleau, cerca de París.

Tras una ausencia Middleton la visita. Para demostrarle su supuesta recuperación sube precipitadamente una escalera y experimenta una súbita hemoptisis. Esa noche muere. Tenía treinta y dos años. Unos días antes había escrito en su Diario: “Quiero la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano conciente y sincero. Al comprenderme a mí misma quiero comprender a los demás. Quiero realizar todo lo que soy capaz de hacer… trabajar con mis manos, mi corazón y mi cerebro. Quisiera tener un jardín, una casita, hierba, animales, libros, cuadros, música. Y sacar de todo esto lo que quiero escribir; expresar todas estas cosas… Quiero vivir la vida cálida, anhelante, viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar, eso es lo que quiero, a donde debo tratar de llegar”.

Todo ello le fue negado pero dejó una impronta indeleble en la literatura de habla inglesa como uno de los pilares del modernismo y legó una huella considerable en sus muchos y devotos seguidores.


A continuación una breve selección mía de poemas de Katherine Mansfiel del libro: TÉ DE MANZANILLA

SOLEDAD
Ahora es la Soledad quien viene de noche
En vez de Sueño, a sentarse junto a mi cama.
Como una niña cansada espero oír sus pasos,
Y la miro mientras sopla la vela suavemente.
Se sienta sin moverse, ni a izquierda ni a derecha
Gira, y rendida, deja caer la cabeza.
También ella es vieja; también ella ha peleado la pelea.
Así, con laureles está adornada.

A través de la triste sombra la marea que baja lenta
Surca una costa estéril, insatisfecha.
Sopla un viento extraño…después silencio. Estoy lista
Para aceptar la Soledad, tomarle la mano,
Aferrarme a ella, esperando, hasta que la tierra estéril
Se llene con el terrible monótono de la lluvia.

A.L.H.B. (1894-1915)
Anoche por primera vez desde tu muerte
Caminé contigo, hermano mío, en un sueño.
Estábamos otra vez en casa junto al arroyo
Bordeado de altos arbustos de bayas, blancas y rojas.
“No las toques: son venenosas”, dije.
Pero alzaste la mano, y vi un rayo
De extraña risa luminosa en torno a tu cabeza
Y cuando te agachaste vi que las bayas fulguraban –
“¿no te acuerdas? ¡Las llamábamos el Pan del Muerto!”
Desperté y escuché el gemido del viento y el rugido
Del agua oscura al caer la costa.
¿Dónde – dónde está el camino del sueño para mis pies ansiosos?
Junto al arroyo recodado está mi hermano
Esperándome con bayas en las manos…
“Estas son mi cuerpo. Hermana, tómalas y come.”

EL ABISMO
Un abismo de silencio nos separa
Yo estoy de un lado del abismo – tú del otro-
No puedo verte ni oírte – pero sé que estás allí-
Suelo llamarte por tu nombre infantil
Y finjo que el eco de mi grito es tu voz.
Cómo podemos franquear el abismo – nunca hablándonos, tocándonos –
Antes pensaba que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas,
Ahora quiero destrozarlo con nuestra risa

MALADE
El hombre del cuarto vecino
Tiene el mismo mal que yo
Cuando me despierto a la noche lo oigo darse vuelta
Y después tose
Y toso yo
Y él vuelve a toser –
Eso sigue mucho tiempo –
Hasta que siento que somos como dos gallos
Llamándonos en un falso amanecer
Desde granjas distantes y escondidas.

EL ANILLO
Sólo un minúsculo anillo de oro
Un eslabón apenas
Úsalo y habrás vendido tu corazón
…¡Extraña idea!

Mientras no destelle en tu mano
Serás libre.
¿Lo arrojaré en la arena,
Lo echaré al mar?

¿Cuál fue el mayor pecado de Judas,
El beso o el oro?
El amor debe acabar donde empiezan las ventas,
Según me han dicho.

No tendremos anillo, ni beso
Que traicionar.
Cuando escuches silbar la serpiente
Piensa en Eva.

martes, 2 de febrero de 2010

Mis poemas: Ya no hacen falta las palabras


William Blake - Border

Ya no hacen falta las palabras

Ya no hacen falta las palabras
Danza el pensamiento
En la cuerda del miedo
Sinfonía fugaz
Arañando sus inviernos.
La ternura se ha marchado
Por la azotea del corazón.

Ya no hacen falta las palabras
Ellas viajan
Por callejones tenebrosos
Los edificios crecen
La ciudad se extiende
Mientras nosotros
En un veloz murmullo
Encendemos el mp3
La música es el intento
De atrapar el vaivén de lo incierto.

Ya no hacen falta las palabras
Son flores tiritando
En la puerta del insomnio.
La vida es un desierto infame
La razón tiembla
Y se quiebra.


Por: María Germaná Matta - En Madrid, a 2 de diciembre de 2009
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