lunes, 18 de julio de 2016

Zoé Valdés Dos poemas

Imagen de Catrin Welz-Stein

Confesión muy íntima a la langosta

A Isis Wirth, años más tarde

Siempre habrá un plato exquisito que nos separe
y tu lengua abrirá un océano
intuyo la mentira en el horizonte
y esa estrella ecuánime que me delata como mujer asaeteada
no nos equivoquemos
habrá un helado una bebida un vicio
que nos detenga en una época de lujo
Tú llevas la arrogancia del hombre maltratado
yo la brusquedad del guante como exceso en tu brazo tibio
Yo sé que cuando suene el teléfono echaré la cabeza hacia atrás
y contemplaré el reloj alojado en la sonrisa
Siempre habrá una espera complaciente
un marisco asado y fois gras para robarnos los labios
una discoteca donde tomarme la mano fue el manifiesto de la oca
Ahora en las repisas he sustituido el agua por el vino
y tengo mil maneras de impulsar los manifiestos
como ésta de despedirme aludiendo a tu nariz judía
para evitar la confesión natural del “je t’aime”
Siempre habrá un árbol junto a la ventana
una prehistórica manera de eludir el compromiso
rechazando la langosta como cebo en el anzuelo
Estamos bien en lo cierto
tú no eres un hombre que aspira a un escaño en el Parlamento
yo nunca seré me niego por millones de chansones
saxofón y golondrinas
a ser una mujer desnuda frente a la prensa extranjera.


De: Cuerdas para el lince - Editorial Lumen 1999

Imagen de Flor Garduño

Joya parisina sobre unos pechos recatados

Las arenas del Sáhara sobre los parabrisas de los automóviles
Anuncian la caída de una estrella
Detrás los niños demonios entonan su himno
No hará falta lamentar alumbramientos
Es cierto que una se vuelve maldita a fuerza de quejas
Una estrella ha caído en mi cabeza
Justo en el instante en que ese hombre me regalaba un camafeo
Cundido de brillantes de cincuenta y ocho facetas
Me dijo Enséñame las tetas, negrita
Aunque yo no soy muy negrita
Pero soy cubana
Respondí y a mucha honra
Mire no y no yo fui una joven de su casa
Pobre pero decente
Tuve que lavar para la calle eso sí
Hacer el Malecón y otros gajes del oficio
No y no caballero
Yo estoy en París y paso por fina
Siempre lo he sido d'ailleur
Me ha caído un diamante en la cabeza
Y una estrella en las tetas
Digo a la inversa
Imagino lo que vendrá
Los envidiosos dirán
¡Le ha caído un ladrillo en la cabeza
y un mojón en el escote!
La sangre rueda por mi cara
Esta mañana el cielo se movió
Todo menos él estaba inmóvil
Muy temprano en las calles
El mundo tenía sangre en los rostros
Yo no soy indiferente
Pero aquellos creían que en lugar de arena
Se trataba de ladrillos enviados del Sáhara
Yo estoy más que en lo cierto
Eran estrellas.

De: Breve beso de la espera - Editorial Lumen, 2002

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