* foto de Gervasio Sánchez
Todos los cantos fúnebres
habrán de cesar
cuando las campanas del
reloj den las siete,
momento en que
sigilosa, la noche
se arrastrará cargada de
muertes.
Ya no habrá cantos fúnebres
para aquellos
que fueron arrancados de
sus hogares
o sacrificados o apiñados
en campos de detención
alrededor del mundo –ésta
es nuestra guerra.
Hasta tanto nos
desvanezcamos
como los calcinados restos
de la vegetación,
después de que el incendio
se consuma a sí mismo.
Y todas las criaturas
vivientes, a las que alguna vez
les perteneció el bosque,
yazcan allí en la seca ceniza.
La caparazón de un
caracol, a medio quemar,
una víbora de cascabel,
enroscada, sus carnes
devoradas por las llamas.
Un escorpión y toda su
prole resecos como
si hubieran sido
aplastados con fuerza contra el suelo.
Y los animales que una vez
corrieron libres
en la jungla, en la selva,
están todos muertos.
Sí, ¿ quién se atreverá a llorar la muerte de los
animales
cuando los humanos todavía están pereciendo, quemados,
enterrados vivos, puestos
frente al paredón para el verdugo,
que es nuestro señor de la
guerra ?
¿ Dónde están todos
mientras la kwashiorkor* se lleva
uno por uno a nuestros niños de la guerra ?
Nuestro señor de la guerra
nos dice que no podemos
lamentarnos o llorar
o elevar un canto fúnebre
o vestir nuestras lappas*
negras o enterrar a los muertos
o enviar una carta al
extranjero para contarles
a aquellos que no saben
nada acerca de nuestros muertos.
Hoy cuando el sol entre en
la cocina
a través de la puerta o la
ventana, debemos
atrapar su sombra, sus rayos, debemos encerrar al sol,
en una caja, una caja de
acero y ponerle candado.
Así mañana ya no habrá luz
de sol para el mundo. Mañana.
Ya no habrá luz de sol.
Mañana.
*Kawashiorkor: enfermedad
producida por la falta de proteínas en la dieta.
Síntomas: estomagos
inflados, hinchados.
*Lappas: Vestidos de
mujer.
Traducción de Esteban Moore
EN EL COMIENZO
En el comienzo de todo,
había mujeres, y todas las cosas
reptantes y no reptantes,
eran buenas.
Eso fue antes de que el
tiempo pudiera reconocer la luz del día de la noche.
cuando los hombres podían
hablar las lenguas de las mujeres; antes
de que el cielo se hiciera
azul y decidiera rolar, espumando, como
un gran vaso de fresco
vino de palma. Antes de que los océanos aprendieran
a elevarse y caer, antes
de que los ríos fueran llamados ríos.
Antes de que nombraran al
río Cavalla, por la caballa,
por los peces o a los
peces por el pueblo, o el pueblo fuera bautizado
en honor del río. Antes de que Cabo Palmas, de donde
vengo,
se transformara en Cabo
Palmas, antes incluso de que existiera un cabo
o palmeras. Antes de que
el Cabo Palmas comenzara a procrear
palmeras que brotaron con
ancas gruesas y comenzaron
a elevarse, y el cocotero hembra aprendió a ser la
hermana de la
palmera que da nueces y
ésta del bambú y la palmera
bambú fue hermana de la palmera de grandes hojas; o cuando su
abuelo
les creó parentescos de
sangre, o parentescos de paja o parentescos
de bambú, o parentescos de
repollo, o parentescos de largas
hojas delgadas, o lo que
sea que hace que las confundan con un par
de hermanas gemelas. Pero,
la caña de bambú sabe cómo pincharme
el dedo cuando la toco con
un furioso corazón; la palmera
pinchará suavemente,
mientras el cocotero permanece en su altura.
Pechos de coco colgando de
su torso, o cabeza, o de lo que fuera,
Sí y el modo en que el bosquecillo de bambú nos
pinchaba
los dedos de los pies
cuando Mudi y yo vagábamos en su pantanoso
territorio. Eso ocurrió
antes del tiempo en que las mujeres decidieran
nacer niños, a pesar de
que los hombres sabían cómo, o antes
de que los hombres
comenzaran a presumir sobre la cantidad de hijos
que tenían y de la
cantidad de varones, contándolos con los dedos.
Iyeeh dice que los hombres en ese tiempo realmente
procreaban niños
y las mujeres presumían de
ser los padres de los bebés
y los niños corrían a
refugiarse junto a sus padres como
en la actualidad lo hacen
con sus madres cuando un padre los llama
para castigarlos con un
látigo. Eso fue mucho antes de que el camino
de los automóviles
destruyera el nogal gigante, el roble, partiendo
los pueblos y los bosques, transformándolos en
rutas, y los árboles
de caucho surgieron allí
donde estaban los bosques, y el café
se transformó en un árbol,
convirtiéndose en primo hermano del cacao,
y las nueces de palma
viajaron a la ciudad para ser convertidas en monedas.
Sorpresivamente, a
nosotras las niñas nos crecieron alas como al pájaro de la pimienta,
No, no, como al águila, o
como a los aviones jet, y podíamos volar o saltar
a la caja de un camión que
se dirigía hacia la ciudad donde el alumbrado público
no puede distinguir al
aldeano del habitante de la ciudad, donde un hombre
no puede distinguir a su
esposa de su amante; los hijos de su hogar de sus
hijos fuera del hogar;
donde todos han entregado su corazón a los bares
y las luces bamboleantes,
y las personas pelean en las esquinas;
y luego de todo eso, yo y
las niñas del mundo aprendimos
a correr salvajes, igual
que flores silvestres, no, no, salvajes como hombres.
Todas las mujeres del
mundo transformándose simplemente en hombres.
Traducción de Esteban Moore
DE VUELTA A CASA
Después de la lluvia, ese
primer resplandor de sol, como
un nuevo amante, y parece
que el mundo
ha empezado de nuevo en toda su
extensión.
Desde la colina,
yo acostumbraba estirar mis
rodillas
en la escalera de la
entrada posterior para mirar la niebla
cabalgar encima de las
ciénagas o las ciénagas encima
del río o la pobreza de la
gente
encima de los ladrones,
despojándonos de esta tierra.
En la ciudad, el mundo
entero ha enviado
sus mensajeros a ayudar a
los nuevos ricos
a tragarse la tierra
en medio de nuestros pies.
Los pobres se quejan. La
tierra se queja.
Desde la tierra, la niebla
se alza del suelo
sangriento, se levanta de
los montones de esqueletos,
y las gentes
en su sempiterna pobreza,
vuelven de la guerra,
donde algunos de ellos
perdieron sus piernas y
brazos y corazones y esperanza.
Las gentes han regresado,
más pobres que la hormiga
roja.
Traducción de Rafael Patiño Góez
Lectura en el Festival de
Poesía de Medellín
Biografía
Patricia Jabbeh Wesley, nació
en Liberia, 1955. Poeta, ensayista, editora y profesora universitaria.
Sobreviviente de la guerra
civil que desangró a su país entre 1989 y 2003, en la que perdió a familiares y
amigos. Autora de Before the Palm Could Bloom: Poems of Africa, 1998, que
relata sus experiencias durante la guerra civil; Becoming Ebony, 2002 y The
River is Rising, 2007.
Ha viajado por
Norteamérica, China y varios países africanos, hablando sobre la Guerra, la
situación de los refugiados del conflicto, relatando el drama de las mujeres y
leyendo su poesía.
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