Imagen Johanna Knauer
Despedida
Los
niños dormían, y el marido, cuando ella se marchó
sigilosa,
descalza, como dormida.
Su
ternura la dejó junto al hombre para que lo consolase
con
su aroma como una seca convalaria muda
que
guarda a junio en su interior hasta muy entrado el otoño.
Y
mientras el luminoso aliento en los niños
Se
elevaba en torno a ella como vientos de tréboles
depositó
lentamente su llanto junto a uno,
su
risa en otro, su canción en otro
y
quedó allí de pie y miraba y se atrevía a mirar
pero
retiró rápidamente un mechón de la frente más pequeña
y
se deslizó con los ojos cerrados hacia una puerta,
hacia
la puerta de la noche, una puerta que llevaba afuera
donde
la luna esperaba, fría, clara y audaz.
Ahora
había entregado hasta su último trozo.
ya
no le quedaba nada más que el cuerpo
y
la angustia en la decisión de ese cuerpo.
En
la puerta, ya más allá de su pasado,
Miró
a su alrededor y supo lo que había hecho.
Eko av ett rop, 1945
Foto Grace Gracia
Corazón
Le
dábamos centeno, no mucho,
lo
suficiente para que no se cansase,
le
dábamos agua, un dedal,
para
que tuviese que recordar el manantial,
abríamos
la puerta, ligeramente
para
que el ciemo le golpease el ojo
y
fijamos un trozo de espejo en su jaula
para
que viese directamente la nube.
Inmóvil
permanecía con alas palpitantes.
Así
cantaba
Nattilig äng, 1949
Fuente:
Poesía Nórdica – Antología preparada por Francisco J. Úriz – Ediciones De La
Torre
Traducción
de Francisco J. Uriz con la colaboración de Kirsti Baggethun, Mona Moltke y
Pentti Saaritsa
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