jueves, 10 de enero de 2008

Sylvia Plath - Ariel - poesía


Sylvia Plath
Los dejo con una pequeña selección de poemas de Ariel:

SEÑORA LÁZARO

He vuelto a hacerlo.
Una vez por decenio
me las compongo…

Especie de milagro andante, mi piel
que destella como una pantalla de lámpara nazi,
mi pie derecho

pisapapeles,
mi rostro sin rasgos, delicada
tela judía.

Arráncame el paño,
oh enemigo mío.
¿Infundo terror?...

¿La nariz, las cuencas de los ojos, todos lo dientes?
El aliento agrio
en un día se irá.

Pronto, pronto, la carne
que devoró la tétrica caverna
en mí estará a sus anchas

y seré una mujer que sonríe.
No tengo más que treinta años.
Y, al igual que los gatos, siete ocasiones para morir.

Ésta es la Número Tres.
¡Qué basura
a aniquilar cada diez años!

¡Qué millón de filamentos!
La multitud de mascacacahuetes
se apelotona para mirar

cómo me desenvuelven de pies y manos.
¡Gran strip-tease!
Caballero, señoras:

éstas, pues, son mis manos.
Mis rodillas.
Puedo estar en los huesos,

pero, no obstante, sigo siendo la misma idéntica mujer.
La primera vez que sucedió yo tenía diez años.
Fue un accidente.

La segunda vez estaba decidida
a seguir hasta el fin, a no regresar nunca.
Meciéndome, me cerré

como una concha.
Tuvieron que llamarme una y otra vez,
que arrancarme uno a uno los gusanos, como perlas pringosas.

Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Tan bien, que parece u infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Es bastante fácil hacerlo, y quedarse esperando.
Es la teatral

reaparición a pleno día,
en el mismo lugar, ante la misma cara, al mismo bestial
y divertido grito

-¡es un milagro!-
que me deja inconsciente.
Hay que pagar,

por verme las cicatrices; hay que pagar
por escucharme el corazón…
Late de veras.

Y hay que pagar, hay que pagar muchísimo,
por palabra o contacto,
o un poquito de sangre

o un jirón de mi pelo o de mi ropa.
¿Y pues Herr Doktor?
¿Y pues, Herr Enemigo?

Soy tu opus,
soy tu inversión
el bebé de oro puro

que se funde en un garito.
Me doy vuelta y me abraso.
No creas que no estimo tu preocupación en todo lo que vale.

Ceniza, ceniza…
Que eres tú quien atiza y quien remueve.
Carne, hueso, no queda nada…

Una pastilla de jabón.
Un anillo de boda.
Un empaste de oro.

Herr Dios, Herr Lucifer,
tened cuidado,
tener cuidado.

De las cenizas
con el cabello rojo me levanto
y me como a los hombres como aire.

Ariel

Estasis en la oscuridad
Luego el chorro azul y sin sustancia
Del tolmo y de las lejanías.

Leona de Dios,
¡Como nos vamos uniendo,
Eje de talones y rodillas!...El surco

Se abre y pasa, hermano del
Arco marrón
Del cuello que no alcanzo a atrapar.

Bayas con ojos
De raza negra
Arrojan oscuros anzuelos…

Negras y dulces bocanadas de sangre,
Sombras.
Algo distinto

Me transporta por los aires…
Muslos, cabello;
Escamas que se desprenden de mis talones.

Blancas
Godiva, me despojo
De manos muertas y muertos aprietos.

Y ahora
Me hago espuma de trigo, centelleo de mares.
El grito del niño

Se funde en la pared.
Y yo
soy la flecha,

El rocío que vuela
Suicida, unido al impulso
Que conduce al ojo

Rojo: al caldero de la mañana.

LOS BAILES NOCTURNOS

Cayó una sonrisa en la hierba.
¡Irrecuperable!

¿Y cómo tus bailes nocturnos
van a perderse? ¿En las matemáticas?

Tales brincos y espirales puros…
De cierto que recorren

el mundo para siempre; pero no quedaré
enteramente vacía de bellezas: el don

de tu pequeño aliento; el olor
a hierba empapada de tus dormires -azucenas, azucenas.

Incomparable es tu carne.
Fríos pliegues de ego: la cala

y la tigridia, que va embelleciéndose…
Manchas – y una expansión de pétalos calientes.

Los cometas
tienen tanto espacio que recorrer,

tanta frialdad, tanto olvido.
Así se pulverizan tus gestos:

cálidos y humanos; luego su luz rosada
que sangra y se desuella

al pasar por las negras amnesias del cielo.
¿Por qué me son dados

esas luminarias, esos planetas,
que caen como bendiciones, como copos

hexagonales, blancos,
en mis ojos, mis labios, mi cabello

derritiéndose al contacto?
En ninguna parte

EL AHORCADO

Por la raíz del pelo algún dios me atrapó.
Sus vatios azules me hicieron chisporrotear como a un profeta
            del desierto.

Las noches desaparecieron, cerrándose de golpe, como los
párpados de un lagarto,
Un mundo de días blancos y calvos en la cuenta sin sombras.

Un aburrimiento buitreo me dejó clavado a este árbol.
Si él fuera yo, haría lo que hice.

AÑOS

Van entrando como animales procedentes del espacio
exterior del acebo donde las espinas
no son los pensamientos que sintonizo, como un yogui,
sino verdor, oscuridad tan pura,
que se hielan y son.

Oh Dios, yo no soy como tú
en tu vacua negrura,
con estrellas por todas partes, brillante y estúpido confeti.
La eternidad me aburre,
nunca la he deseado.

Lo que me gusta es
el pistón en movimiento:
ante él se me muere el alma.
Y los cascos de los caballos,
su batir despiadado.

Y tú, Estasis enorme…
¿Qué es lo que tiene de enorme el asunto?
¿Es un tigre este año, este rugido a la puerta?
¿Es un Christus
con su terrible

Pizca de Dios
muriéndose por volar y acabar de una vez?
Las bayas de sangre son ellas mismas, están muy quietas.

No lo tolerarán los cascos:
a distancia de azul los pistones sisean.

LA BONDAD

La bondad corretea por mi casa.
La Señora Bondad, ¡qué simpática es!
Las joyas azules y rojas de sus anillos humean
por las ventanas; los espejos
se llenan de sonrisas.

¿Hay algo tan real como el garito de un niño?
El chillido de los conejos será más silvestre,
pero no tiene alma.
El azúcar todo lo cura, dice la Bondad.
El azúcar es un fluido necesario,

pequeñas cataplasma sus cristales.
¡Oh bondad, bondad
que con dulzura recoges los pedazos!
Mis sedas japonesas, mariposas desesperadas,
pueden verse clavadas en cualquier momento, anestesiadas.

Pero ahí llegas tú con la taza de té
enguirnaldada de vapor.
El chorro de sangre es poesía:
no hay forma de cortarlo.
Tú me alcanzas dos niños, dos rosas.

Fuente: del libro Ariel - Traducción y notas de Ramón Buenaventura - Edición bilingüe - Poesía Hiperión


Vídeo poema Lady Lazarus en la voz de Sylvia Plath 

Biografía
Sylvia Plath, poeta norteamericana, nacida en 1932, un icono en la poesía escrita por mujeres. Ella, al igual que los más grandes poetas de la humanidad, vivió para la poesía.
Vida y poesía iban unidas por un mismo camino. Su poesía fue una indagación personal.
Ella conjura poesía y vida, en aras de la búsqueda de su propia verdad.
Sylvia era amante de la perfección, sus versos son el testimonio de esa delicada búsqueda estética. Sylvia fue una brillante alumna, pero la muerte de su padre, cuando contaba con ocho años la marcó profundamente y que nunca se recupero de esa muerte. Se casó con el poeta inglés Ted Hughes y se estableció en Inglaterra. Se separa de Ted luego del nacimiento de su primer hijo. Sylvia decide mudarse a Londres a un pequeño piso al lado de sus dos hijos, las condiciones tan duras de vida la inspiraron a seguir escribiendo, se cuenta que en este último periodo, trabajaba de cuatro a ocho de la mañana, antes que despierten los niños, se dice que escribió un poema al día.
Fueron las condiciones de vida adversa que incrementaron su capacidad creadora y aceleraron su muerte. Un halo a muerte se percibe en sus últimos poemas. En el frío invierno de 1963, enferma y con poco dinero se suicida.



1 comentario:

don dumas dijo...

no se endereza ni con palabras, mi camino de niebla, hundido entre fármacos de Marte y el polvo de una abundante muerte. Cuán lejos llegué, aún sabiendo, que no te encontraría...
Silvia, la noche espera a los poetas, siempre espera, en la paciencia de unos ojos de cuencas vacías, sinónimo de nuestro letargo...