viernes, 25 de noviembre de 2011

Sonia Manzano, poesía

Tilsa Tsuchiya - canto de guerra santa

Poesía de Sonia Manzano

MÁS ABAJO PISO COLÓN

Si hubiera tenido otro tipo de voluntad
si me hubiera resignado a cruzar los brazos
cuando ya no hubo nada más que hacer.

Si hubiera pasado una conclusiva mano
sobre los ojos turbios de las posibilidades
en vez de poner un espejo frente a los labios
para que todavía lo siga empañando
lo que no termina de irse
habiéndose ido casi del todo.

Si no hubiera llamado a mí misma
la incorruptible,
la impenetraba,
la resistente,
la guarnecida por cualquiera de sus flancos
la adoquinada más arriba de lo ingenuo,
cuando por adentro
legiones de estrepitoso paso
iban dejando aldehuelas vencidas,
furias desvencijadas
y un dialecto disparatadamente extraño
en mis familiares voces.

Si hubiera dado mi brazo a torcer
cuando trataban de retorcérmelo.
Si no hubiera hecho saltar la tapa saltarina
de las efervescencias
cuando se me exigía una temporalidad opaca,
como un sombrero de fieltro de los años cuarenta
o como un sobretodo encima de los hombros de un
                sobrenada:

Entonces sí se me hubiera concedido un pequeño plazo
antes de que comenzaran los amotinamientos
y no estuviera flotando en el Mar de los Zargazos
una loca con el cuello estrangulado.

De La semana que no tiene jueves

TENGO UN TANGO

Si gritara:
“escúchenme,
paren las orejas
que no voy a dejar santo con cabeza,
que voy a coger al prójimo
para sacarle flecos y hacerlo tiras”.

Si les ofreciera, entre otras regalías,
que les voy a revelar toditos los nombres
de los alcohólicos anónimos,
entonces conseguiría un silencio respetuoso
y un ánimo ovinamente predispuesto a recibir al nuevo
dios
que concentra en su golpe de lengua
la muy ponderada capacidad de destruir.

En cambio, si les dijera:
“escúchenme,
tengo necesidad de que alguien me consuele las sienes,
de que alguien ponga un poco de tabaco
en las desdentadas encías de mi abandono,
de que alguien ponga una caricia térmica
en los desolados salones de mi desolada cabeza,
entonces
se apoyarían en el báculo de las ostentaciones
antes de decidir
que la subjetividad es una lata
amarrada en el rabo de la lírica
y que el tango nunca pasará de moda

                De La semana que no tiene jueves

Sonia Manzano, (Ecuador 1947)

domingo, 20 de noviembre de 2011

Mis poemas: Grietas

Dorotea Tanning - Nue endormie

Grietas 

lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz – Louise Glück

La noche nos visita con su paisaje de tupidos encajes, telarañas que se asoman en color, o, blanco y negro; percibimos olores, sabores, voces como ecos desvelando alguna clave, imágenes que brotan de tu espíritu despojándose de sus andrajos. A veces son segundos, otras minutos, pero cuando atraviesan una grieta parecen instantes eternos.

Es el retrato de un tiempo en ruinas que emerge del pasado bajo el taconazo remoto y burlón que creías sepultado. Asómate a los vestigios que reclaman tu atención. Escucha el desvarío de su voz y zurce con paciencia los agujeros de sus sombras. Atrévete a caminar por los enigmas que rumorea la noche. Armoniza la senda que proviene de la ruta de la memoria. Emprende tu vuelo.

María Germana Matta - 20 de noviembre de 2011

Más pinturas en la Web de Dorotea Panning:

martes, 15 de noviembre de 2011

María Ángeles Maeso, poesía

(*) Eneko


Os dejo con mi querida y admirada maestra María Ángeles Maeso. Participé en varios  de sus talleres de literatura en la Asociación Cultural Cibeles de Madrid.
Por su atenta y comprometida mirada.

María Ángeles Maeso, poesía

Darwin, Míranos

He ahí los caminos de ceniza,
los ondulantes rastros de los reptiles,
sus brillantes escamas reveladas con retraso.
La orden de demolición y derribo.

He ahí los signos de color tenaza,
las firmas mataselladas, el sobre
depositado en el buzón
por los mismos dedos de la excavadora.

Mira, Darwin, cuán cerca del aullido
cae el diccionario
y cómo vuelven al carbón
los restos del brillante.

Despiden de mil en mil. Como en una página de Zola
va hacia abajo la mirada, en bolsas
que miran de soslayo la flor de las cunetas,
la sima vislumbrada por Sísifo en un grito
que da miedo repetir.

Como si fuera Pájaro

El asesino, virtual;
Las balas,
virtuales;
la cabeza,
real
mente
destrozada.
Sulustiano Martín

Tú, que te mueres por decir nosotros,
prueba con el puñado de esdrújulas
que cada mes se caen con los ojos
empapados de vértigo y cemento.

Esta vez la viga de hierro le ha partido
el alma y todo lo demás
a uno de los nuestros. – Déjalo así.

El que subió a la construcción como si fuera único
tenía una edad como la tuya,
igual número de hijos,
tu mismo contrato temporal
y una jornada tan completa como tú
de piedra y máquinas al aire.

Cualquiera muere a contramano interrumpiendo
el sábado. Cualquiera, vislumbrándose de tierra,
dice nosotros y queda igualado.

Pero antes, en vivo, ¡qué el falso suelo!
qué postizamente suena ahí mismo:
en las paredes tímidas del vecino,
prójimo devuelto a tembloroso pajarito
de olfatear grisú,
a ranita detectora del génesis,
a mula camicace o simplemente a piedra.

En vivo, probad en alto andamio los plurales
y ved quiénes son
los que una y otra vez tropiezan con el sol
y, estruendosamente, del nosotros,
caen.

(De: Basura Mundi – Huerga & Fierro - editores de poesía)

Construcción de Chico Buarque

Viñeta de Eneko en:


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Louise Glück, poesía


*Louise Glück
Isla

Las cortinas se abrieron. La luz
entrando. Luz de luna, después de sol.
No cambiaba por el paso del tiempo
sino porque cada momento tenía muchos aspectos.

Lisiantos blancos en un florero cascado.
Sonido del viento. Sonido
del agua que lame la costa. Y las horas que pasan, las
                blancas velas
luminosas, el barco anclado que se mece.

Movimiento aún no encauzado en el tiempo.
las cortinas que se mueven o flamean; el momento
centelleante, una mano
que se retira, luego avanza. Silencio. Y después

una palabra, un nombre. Y después dos palabras más:
otra vez, otra vez. Y el tiempo
rescatado, como un pulso
Entre la inmovilidad y el cambio. El final de la tarde. Lo
                que pronto

se perderá convirtiéndose en recuerdo; la mente
abrazándolo. El cuarto
otra vez reclamado, como una posesión. Luz de sol,
Después de luna. Los ojos acristalados por las lágrimas.
Y después la luna que se deslíe, las blancas velas
hinchándose.

La Musa de la Felicidad

Las ventanas cerradas, el sol que asoma.
El sonido de unos pocos pájaros;
el jardín empañado por un ligero vaho de humedad.
Y la inseguridad de la gran esperanza
esfumada de repente.
Y el corazón aún alerta.

Y mil pequeñas esperanzas que nacen,
no nuevas pero sí recién admitidas.
Afecto, comer con amigos.
Y la estructura de ciertas
tareas adultas.

La cas limpia, en silencio.
La basura que ya no es necesario sacar.

Es un reino, no un acto de la imaginación:
y todavía muy temprano,
se abren los capullos blancos penstemon.

¿Es posible que por fin hayamos pagado
con suficiente amargura?
¿Qué no se exija sacrificio,
que la angustia y el terror se hayan considerado
suficientes?

Una ardilla corre sobre el cable del teléfono,
con una corteza de pan en la boca.
Y la estación demora la llegada de la oscuridad.
De manera que parece
parte de un gran don
que ya no hay por qué temer.

El día despliega, pero muy gradualmente, una soledad
que ya no hay por qué temer, cambios
leves, apenas percibidos…
El penstemon que se abrió.
La posibilidad
de seguir viéndolo hasta el fin.

Poemas de Louise Glück, del libro: Las Siete Edades – Editorial Pre-Textos – Traducción Mirta Rosenberg

El iris salvaje

Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.



De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos




* imagen de: 

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