viernes, 27 de junio de 2014

Alda Merini - Dos poemas

Foto: Tim Walker - Vivienne Westwood

Canto de respuesta

Haber estado en ciertos lugares tristes,
cultivar fantasmas,
como dices tú, atento amigo mío,
no da derecho a creer que dentro
dentro de mí continúe la locura.
He seguido siendo poeta hasta en el infierno
sólo que yo buscaba de Eurídice
la casta sombra y no tengo más palabras...
Ésta, Franco, la tierna respuesta
a tu dilema: yo soy poeta
y poeta seguí siendo tras los barrotes;
sólo que afuera, sin casa y perdida
he continuado a mi pesar el canto
de la tristeza, y dentro de cada flor
de mi voz existe aún la esperanza
de que nada haya sucedido que devaste
mi surco de luz y haya perdido

la verdadera llave que me cierra a la verdad.

Alda Merini 
Traducción: Roberto Martínez Bachrich

Canto di risposta

L’essere stata in certi tristi luoghi
coltivare fantasmi,
come tu dici, attento amico mio,
non dà diritto a credere che dentro
dentro di me continui la follia.
Son rimasta poeta anche all’inferno
solo che io cercavo di Euridice
la casta ombra e non ho piú parole…
Ecco, Franco, la tenera risposta
al tuo dilemma: io sono poeta
e poeta rimasi tra le sbarre;
solo che fuori, senza casa e persa
ho continuato mio malgrado il canto
della tristezza, e dentro ad ogni fiore
della mia voce é ancora la speranza
che nulla sia accaduto a devastare
il mio solco di luce ed abbia perso
la vera chiave che mi chiude al vero.


Foto de Antonio Mora
Soy una mujer
           (a Salvatore Quasimodo)

Soy una mujer que desespera
que no encuentra paz nunca en ningún lugar,
a la que la gente desprecia, a la que los paseantes
miran con despecho y con furor;
soy un alma colgando de una cruz
pisoteada, burlada, escupida:
me han quedado sólo los ojos
que yo elevo al cielo a Ti gritando:
¡quítame del regazo cada suspiro!

©Alda Merini 
Traducción: ©Roberto Martínez Bachrich

Io mi sono una donna
 (a Salvatore Quasimodo)

Io mi sono una donna che dispera
che non ha pace in nessun luogo mai,
che la gente disprezza, che i passanti
guardano con dispetto e con furore;
sono un’anima appesa ad una croce
calpestata, derisa, sputacchiata:
mi sono rimaste solo gli occhi ormai
che io levo nel cielo a Te gridando:
Toglimi dal mio grembo ogni sospiro!

Fuente: El cautivo

lunes, 23 de junio de 2014

Andrea Gibson - Andrew

Imagen de Antonio Mora
ANDREW

Cuando era una niña algunas veces
Me llamaba secretamente Andrew
Tiraba de la entrepierna de mis pantalones en la forma
Que sólo los adolescentes lo hacen
Corría alrededor dándome golpes en mi pecho desnudo como Tarzán
No es como si pensara que crecería para ser un hombre
Es sólo que nunca pensé tampoco que crecería para ser una mujer
Por lo que puedo decir, ninguna de esas dos categorías
Parecían encajar en mí
Pero créme, supe desde una edad muy temprana a nunca decir
“Ey papá, esto de Adán y Eva en realidad no está funcionando para mí
Quiero decir, ¿qué hay de las personas en medio?”

En tercer grado Lynette Lyons me preguntó
Dónde estaban todas mis barbies
Mentí y le dije que me metí en problemas
Y que mi mamá me las había quitado
No me atreví a decir: ¡Barbie apesta, Lynette!
Y si vamos al caso, Tommy, Gi Joe también
Quiero convertirme en algo que ninguno de nosotros haya visto antes
Y el género es sólo una de las formas
Somos empacados y etiquetados antes de ser capaces
De hablar sobre quién créemos que somos
O en quién soñamos que nos convertiremos
Como un tambor siempre cambiando su ritmo
Estoy viviendo hoy como alguien que todavía no era ayer
Y esta noche sólo tomaré piezas de quien soy hoy
Para llevarlas conmigo al mañana
No, no soy gay
No, no soy heterosexual
Y estoy condenadamente segura de que no soy bisexual, maldita sea
Soy quienquiera que soy cuando lo soy
Amando a quienquiera que seas cuando las estrellas brillan
Y a quien serás cuando salga el sol
Sí, me gustan las chicas
Sí, me gustan los chicos
Sí, me gustan los chicos que les gustan los chicos
Me gustan las chicas que usan accesorios y también las que no
Chicas que no se llaman a sí mismas chicas
Cabello rapado o rizado o esa mala fase de en medio

Me gusta el vapor elevándose de un cuerpo de una aventura de una sola noche
Me gusta tomarnos de las manos por tres meses antes de un beso
Me gusta desear que tu cuerpo fuera Saturno
Y el mío un ciento de anillos enroscados alrededor tuyo
Quisiste ser una monja budista una vez
Anoche tuviste mi cérvix entre tus dedos
Y agradecí a los dioses en los que no creo por tu cambio

Dime que nombraremos a nuestros hijos hermosos y nada más
Di a Barbie que se puede ir ahora
Di a Gi Joe que baje su arma y se busque un novio
O una novia
O una novia-novio
A la mierda, Gi Joe sólo necesita un amigo, todos ustedes
Quiero decir, él es plástico
Y ni siquiera la clase de plástico que se dobla
Yo quiero doblar en miles de direcciones
Como lo hace el sol
Como lo hace el amor
Como el tiempo que se detuvo
Para que así las manecillas del reloj pudieran estrecharse unas con otras

Y nos tuvimos como tuve estas palabras
Por tantos años en la punta de mi lengua
Yo soy la hija de mi madre
Soy el sol de media noche
Puedes encontrarme en la luna
creciente y menguante
Mi corazón está lleno de pétalos
Todos y cada uno rogando
Ámame, ámame, ámame
Quienquiera que yo sea
Lo que sea en que me convierta

Andrea Gibson (Colorado, Estados Unidos, 1975)
Traducción de CAJASINAZUL

para leer más en Es mejor no hablar


ANDREW

When I was a kid I would sometimes
Secretly call myself Andrew
Would tug at the crotch of my pants the way
Only pubescent boys do
Ran around pounding on my bare chest like tarzan
It’s not that I thought I’d grow up to be a man
I just never thought I’d grow up to be a woman either
From what I could tell neither of those categories
Seemed to fit me
But believe me, I knew from a very young age never to say
Hey dad, this adam and eve thing isn’t really working for me
I mean, what about all the people in between?

In the third grade lynette lyons aksed me
Where all of my barbies were
I lied and told her I got in trouble
So my mom took them away
I didn’t dare say: barbie sucks, lynette!
And for that matter tommy, so does gi joe
I wanna grow into something none of us have ever seen before
And gender is just one of the ways
We’re boxed in and labeled before we’re ever able
To speak who we believe we are
Or who we dream we’ll become
Like drumbeats forever changing their rhythm
I am living today as someone I had not yet become yesterday
And tonight I will borrow only pieces of who I am today
To carry with me to tomorrow
No I’m not gay
No I’m not straight
And I’m sure as hell not bisexual damnit
I am whoever I am when I am it.
Loving whoever you are when the stars shine
And whoever you’ll be when the sun rises
Yes, I like girls
Yes, I like boys
Yes, I like boys who like boys
I like girls who wear toys and girls who don’t
Girls who don’t call themselves girls
Crew cuts or curls or that really bad hair phase in between

I like steam rising from the body of a one-night stand
I like holding hands for three months before kissing
I like wishing your body was Saturn
My body a thousand rings wrapped around you
You wanted to be a Buddhist nun once
Last night you held my cervix between your fingers
I thanked gods I don’t believe in for your changing

Tell me we’ll be naming our children beautiful and nothing else
Tell Barbie she can go now
Tell gi joe to put his gun down and find a boyfriend
Or a girlfriend
Or a girl/boyfriend
Fuck it, gi joe just needs a friend, y’all
I mean, he’s plastic
And not even the kind of plastic that bends
I want to bend in a thousand directions
Like the sun does
Like love does
Like time stopped
So the hands of the clock could hold each other

And we held each other like I held these words
For too many years on the tip of my tongue
I am my mother’s daughter
I am midnight’s sun
You can find me on the moon
Waxing and waning
My heart full of petals
Every single one begging
Love me, love me, love me
Whoever I am
Whoever I become

jueves, 19 de junio de 2014

May Swenson - Práctica nocturna

Imagen de Antonio Mora

Práctica nocturna

Yo

recordaré

con mi respiración

hacer  una  montaña,

con      mi      aspiración

un valle, con mi exhalación

una          montaña.        Haré

un valle más ancho que el susurro,

haré una montaña más alta que el grito:

con mi voluntad respiraré una montaña, con

mi  voluntad   respiraré    un   valle.   Exhalaré

una montaña, aspiraré un valle, más profundo que

la voz TIENES QUE MORIR, más fuerte, más pesada, más afilada

la montaña que la verdad TIENES QUE MORIR. Recordaré. Mi respiración

hará   una     montaña.    Mi    voluntad     recordará    conseguirlo.   Yo,

aspirando,     exhalando.   Respiraré   un  valle.    Respiraré    una   montaña.



May Swenson - Traducción de Rosa Lentini y Susan Schreibman.
(Estados Unidos, 1913-1989) 
Fuente: Siete poetas norteamericanas actuales (Editorial Pamiela (Pamplona - 1991), selección y traducción de Rosa Lentini y Susan Schreibman).

martes, 17 de junio de 2014

Marosa di Giorgio - Misa del árbol

imagen de Hajime Sawatari
Misa del árbol

Al despegarse del árbol tomó por la callejuela, que iba empinada y en tramos y hechas con baldosas rudas. Al rato, pasaban
las mujeres;  jóvenes y viejas eran iguales bajo los negros hábitos y la trenza.
Al que las partía por la mitad desde la nuca al ano.
Vio que eran flacas como bien sabía. Con pechos gruesos, aunque no se veía. Algunas los llevaban sueltos y expuestos. Había tenido varias. Esa tarde iba de caza, también. Ellas, como siempre, no lo miraban. El sol estaba aún radioso.
De pronto, una se perfiló en la altura, luego se puso de frente y empezó a bajar. Él empezó a esperarla. Como si hubiese salido
a esperar a Una.
Cuando Una estuvo más cerca, se encandiló. Se dijo: -Quiero atrapar a Una.
Ella pasó delante de él y para mejor vio que bajo el pollerón negro, relampagueaba una enagua de papel rosado. Los vuelos
de la enagua hacían un bisbiseo, un susurro. Como si la enagua fuera el diablo. -Una -le dijo- Venga a mí, coneja, señora Una.
Venga al árbol.
A las veras estaban los tazones, (del tiempo de las reinas), era porcelana transparente, con un zapallo dentro, una albahaca,
un cebollón emperlado. Él vio eso vagamente, como si todo hubiese quedado ya sin precisar.
Señora Una miraba en otro jarrón y miraba mucho:
-Tiempo Violena, dijo. Y él no añadió nada. Pero adentro de eso, del jarrón, iba una caballa con caracolillos insertos
que se la comían viva. Tal vez, dijo él, esto a la señora caballa dé placer. Es casi seguro que los caracolillos, al comerla,
hacen de maridos.
(Y ¿cómo habría nacido esa caballa? ¿Habría llovido? No lo percibió).
La pálida mujer opinó que sí, que la señora caballa tendría gusto en eso. Que ella era de buen oído y la oía gemir.
Su cara era en forma de almendra. Llevaba desde la oreja colgada la consabida cuchara de té. Es una virgen, entonces.
Qué almíbar. Pero, no dejó de temer.
-Venga, señora. El árbol está cerca. Allá podrá quitarse los negros velos, decía sin sacar ojo de lo que había debajo, el revoltijo hechizado, el vuelo de las hortensias.
Con leves pies ella iba saltando hacia abajo, al parecer, justamente adónde él ansiaba llevarle. ¡Con qué facilidad la traigo! se decía.
Le dijo llamarse Manto -mintió como siempre, sonrió para sí- y tener una maravilla para ella.
Tendió los dedos y tocó la gasa incendiada, volante. Ella se estremeció. Como si la hubiese tocado allí adentro.
Las jarras con flores y gruesas caballas se sucedían a los costados.
Él iba un poco detrás de Una (sin comprometerse) que no hablaba casi nada; a ratos, se mordía los labios.
Comenzó, como era lógico, a anochecer.
-Es raro que no pase más nadie -comentó ella y fue lo único que habló durante todo el rato.
-Es una suerte, pensó él.
En realidad, parecía haberse acabado ya todo, de un modo singular.
Él, algo perplejo, indicó: -Llegamos a mi habitación. Es allí. Es esa planta.
Ella se dirigió a la planta como si la conociese, estuviera segura de algo. Quedó de pie. El viento le levantó el vestido, se lo llevó cerca del óvalo y quedó fuera la enagua rosa, el color de las fresias.
Pero, ¿qué significa todo eso?
Él ordenó con una sonrisa arriba del bigote:
-Arrodíllese, señora. Oremos. Es bueno rezar antes. Porque después se peca tanto. Que a eso vinimos. Como usted sabrá. A pecar. La miró. Ella asintió apenas.
Así se hizo; rezaron un poco. Señora Una parecía de almendra, que le hubiesen quitado la piel marrón y estuviese blanca
y expuesta.
Él le preguntó: - ¿Le duele algo? ¿Está bien, señora? ¿No tiene padres?
Sobre esto escuchó.
A todo respondía vagamente, con un leve movimiento de boca que no se sabía que era. En un instante tuvo intenciones él
de deshacerse ese fardo místico, que se fuese por la escalinata, por el aire de donde había surgido.
El árbol se iba entretanto prendiendo despacio, se iba volviendo de hilos rubí; se le aparecían unas pajarillas rígidas, apenas vivas, que movían apenas la cabeza, y eran de todos colores, a cuál más luciente. Y entre ellas unas varas rectas de azul violeta con globos lilas. Todo rígido y resplandeciente.
Querida Una estaba tendida en la mesa; era en el pasto pero parecía la mesa, como esperando el regalo, sin mayor apuro ni sorpresa.
Él tironeaba de la enagua en flor advirtiendo con espanto, que la enagua procedía de ella; estaba hecha de la misma leve carne, sujeta con pedúnculos vivos a todo el cuerpo.
Era una gran enagua sexual, todo de ovarios, todo de clítoris recios, como pimpollos de rosas rojas en hilera.
-Está usted colmada... Hay muchos, varios, le decía él, triste -sin saber por qué- y gozosamente. buscaba enceguecido entre todo, entre todo el vuelo, el nervio central que atacar.
Lástima que ella no guiase en nada. Era terrible aquel delantal.
Y el árbol que se hacía inminente, que casi estorbaba con su mascarilla. ¿Por qué se habría puesto así tan guarnecido y tan rígido?
La almendra tendida en el piso esperaba. Quizá qué. Él escudriñó el viso hecho de rosas moradas. La luz del árbol caía sobre las rosas. En el árbol se encendían lirios catedralicios, que no ayudaban en nada. Al contrario.
La trenza de ella se había deshecho secretamente. Estaba todo el pelo bajo de ella como una frazada de seda.
¡Qué momentos!
Él le preguntó si no había estado casada. Ella le contestó que muy poco, un rato.
¿Cómo muy poco? ¿Cómo un rato?
-Un ratito. Y hace mucho, mucho, señor. Agregó Una.
Él buscó con su cuchillo sexual entre todo lo del viso buscando la almeja céntrica. Ella se estremecía como si la hubiese atado
al cielo.
Pero a la vez parecía lejos como si no fuese ella. Él pensaba como siempre. Habrá tenido otros maridos. Todas tienen. Y le buscó la caravana que ya no estaba, tal si ella dijese: Ahora, sí, la quito.
Este detalle leve apresuró a él, la acomodó a su gusto, a su interés, ella caía de espaldas, se quedaba como de papel. Las manos
se le volvían ramos.
En ese instante surgió lo que buscaba. Las dos valvas crípticas, perfumadas y de grana; tuvo miedo que se le esquivasen otra vez entre los tules y demás cosillas de fuego de la enagua. La sujetó bien e hincó el puñal. Ella dio un leve ay. El pimpollo hizo un leve plop como si se cruzaran dos papeles.
Había desde el árbol un sonido.
Ella parecía ajena a todo. Pero seguía viniendo un leve rumor de pericos y de lirios.
-¿No escucha nada? dijo él. ¿Es todo de flor, señora? Acabo de comerle la rosita. ¿Le gustó? Veo que tiene muchas.
Vaciló. Subió a mirarle los senos. Se había olvidado de eso que nunca olvidaba; miró. Grosos, bellos. Y habían quedado fuera.
Con ellos no copuló.
Le miró la cara que se mecía un poco. Estaba dormida. Tenía un ojo cerrado. El otro ojo confuso y abierto, le decía: Prosiga señor, no siga. Señor, prosiga.

Él miró el árbol, rojo de misa. Era incomprensible, pero dudaba. ¿Sentarse otra vez a seguir? Cruzó la callejuela, y como no supo bien que hacer, miró los vasos (de un tiempo de reinas), en unos salía la flor de zapallo y seguía viaje. En otro bogaba una caballa pasada por un pez largo.

De "Obra completa " 2005

Biografía

Marosa di Giorgio, poeta uruguaya nacida en Salto en 1934.
Desde 1978 se radicó en Montevideo donde inició su carrera poética en 1954 con su obra «Poemas».
Su ascendencia italiana y vasca la convirtió en una poeta singular, cuya obra respondió siempre a las exigencias de su mundo interior, donde la naturaleza, la magia, la mitología y el misterio, se convirtieron en importantes protagonistas.
El conjunto de su obra, reunida en «Los papeles salvajes», se amplió con dos volúmenes que incluyeron «La liebre de marzo», «Mesa de esmeralda», «La falena», «Membrillo de Lusana» y «Diamelas de Clementina Médici». 
Sus poemas y relatos fueron traducidos al inglés, francés, portugués e italiano.
Recibió importantes distinciones entre las que se destacan la Beca Fullbright y el Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2001.
Falleció en el año 2004. 

Fuente: A media voz

viernes, 13 de junio de 2014

Raquel Graciela Fernández - dos poemas

Alice in Wonderland - Arthur Rackham  

EN CLAVE DE ALICIA

Yo sólo vine a ver el jardín.



I


Ser o no ser poesía.

La muchacha rubia clava una daga

en el corazón del día:

la Reina está loca

y ningún camino la conducirá a Roma.

Pero el lugar de la infancia

sobrevive a la lluvia.




II


Un conejo de encías florecidas

brinca

dentro-fuera del insomnio.

Inquieto

como un médano que danza

en los dedos del viento,

se desliza por el cuadrante melancólico

de un vestido celeste.




III


La muchacha rubia vuelve a cantar.

Porque la realidad no puede

quebrar el último espejo.

Y los relojes se marchitan,

inexorablemente,

cuando dejamos de correr

y una risa franca

degüella nuestras lágrimas.




IV


A cada cual su taza,

a cada cual su reloj de juguete

detenido en la hora

del puñal encastrado en la memoria.




V


Como un gato sin risa

o una risa sin gato.

Como una reina loca

con el corazón migratorio detenido

en un perpetuo verano.

Como una niña extraviada

que canta porque tiene miedo.

Así,

la infancia amortajada

con un vestido celeste.




VI


El reino del absurdo es éste,

donde el amor enferma

y las muchachas que no se llaman Alicia

hacen cola para morirse,

mientras maúlla un triste gato

huérfano de espejos.



Imagen de Flor Garduño

DEBAJO DE LA OLA




Debajo de la ola

los sonidos húmedos del caos amatorio

giran junto a la espuma.

Soy un pez

sorprendido

en el anzuelo prodigioso de tu sexo,

desbordado

en su líquida fosforescencia.

Tus ojos son navajas

que evisceran

mi mirada sin párpados,

cuchillas que se clavan en mi vientre

con un eco insondable

de caracolas plenas.

Debajo de la ola

una cinta de algas ondulantes

se derrama en mis flancos.

Soy un pez

y mis branquias

estallan de deseo.

Y ruedo

enredándome en el canto

de una sirena atávica

varada entre tus muslos

cuando asciende la marea como el grito

y la luna

se desboca en escamas de plata

sobre la mueca  salobre del océano.


  
Nota: 1º Premio V Certamen de Poesía “Sendero de palabras” 2013, Círculo de Escritores “Sendero de palabras”, Dirección de Cultura de la Municipalidad de Las Varillas, Las Varillas, Córdoba (2013)


Biografía
Raquel Graciela Fernández nació en Argentina (Avellaneda). Ha recibido diversos reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional.
Es autora de siete poemarios: “Ojos que miran el cielo”, “Revelaciones”, “Todos los hombres que me amaron”, “Hermano”, “La antigua enfermedad del otoño”, "Cierta condición nocturna" y "Como nosotros", seis de ellos publicados gracias a la obtención de primeros premios en distintas editoriales.

Su blog (fuente)

martes, 10 de junio de 2014

Alba Ceres Rodrigo - poemas

Imagen de Esteban Leyton

el silencio de los órganos


(...) un médico francés, Bichat, apelaba a una imagen parecida,
llamando a la salud "el silencio de los órganos", y a la enfermedad "su rebelión"
(La enfermedad y sus metáforas, Susan Sontag)





las resonancias que nos afligen

circunvalan la pérdida       agujero auscultado por el tiempo


existe una enfermedad jauría que afila sus dientes en las rocas

y también un cuerpo en los intersticios de un tratado de medicina


digo cáncer con esta levedad ante los términos

porque antes fui el animal que despellejó enloquecido cada una de sus letras


digo cáncer habiendo descubierto

la inversión       tiempo auscultado por el agujero


existe un puente

y también un cuerpo en la voluntad de cruzar su acantilado más anónimo


mamá recuenta leucocitos en su sangre, los pinta en la pared de las promesas

mi oído se acerca hasta su vientre


                                                                                   a veces, me dice, no hay ruido



Etiqueta: Sanar



 imagen de Dorothea Tanning 

he soñado vomitar algo luminoso:

una estrella de mil puntas, como la norestina

y he soñado arder en el instante álgido

de un soliloquio amable


la estrella era gelatinosa y se escurría

con la prisa, que seguía sucediéndome

aun después de las cenizas

Etiqueta: Apuntes para un desconsuelo

Imagen de Grace Grarcia
10

cerré los ojos

pero también dentro

la tierra

estaba siendo violada,

y conté árboles

no como quien cuenta ovejas

sino como quien cuenta cuentos

para vivir

Etiquetas: Aprendizaje

Alba Ceres Rodrigo, Nápoles 1986