El nombre de Beliza
“Las autoridades españolas se niegan a inscribir en el registro a una niña colombiana de nueve meses que ha acaba de recibir la nacionalidad española, aluden que Beliza no es un nombre”. Encabeza el titular de un periódico gratuito.
Lina acurruca a la niña con suavidad en la cuna. La mece, acariciando las palabras para dulcificar la vastedad de la noche, las luces se apagan y un inmenso silencio las embarga. La noche estalla con sus últimos rituales, se relajan los pensamientos y flaquean las fuerzas, sólo quedan los susurros de la madre para aliviar los trajines del día.
“Beliza, Beliza, corazoncito de azúcar, manitas de algodón … duerme, duerme humm….humm… duerme, duerme mi niña, corazoncito de azúcar, manitas de algodón…“
Han pasado varios meses desde que Lina depositó la carta que la abogada redactó. Lina con la angustia de la esperanza no comprende porque la pequeña no puede llevar el nombre de la abuela.
Las 7 de la mañana, los primeros rayos de luz alborotan el inicio del día. La joven madre sigue con su confusa rutina y como cada mañana con el corazón entumecido, abre su buzón de correos a la espera una respuesta.
María Germaná - En Madrid, a 3 de febrero de 2007
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