Foto de Laura Hofstadter
Alma madre de la cruz
lavada
territorio tatuado por
redondas gargantas
tibia morada despojada
en el monte
a golpes de barreno a
golpes de vacío
fijas el centro en tu
falta padre- no ves
discurso de astros
agoniza
en todos los padres una
y otra vez
padre empozado por el
sol
padre ahogado por los
cascos marinos
padre pez en tu
estrella de púas
gira la obscena
astronomía de otra sangre
no engendras la
múltiple geometría de la raíz
en la intemperie de tu
sexo
la sombra desolada de
tus días
sólo el polvo sólo el
frío la sangre errante y todas las horas anteriores
a ese día nuestro
muerto
por ti.
Siempre pensé que la
vida
tenía que ser algo más
la vida algo más que
los muertos
la vida algo más que la
madre
la vida algo más
para en la noche poder
dormir
para con el día
para vivir por vivir
nomás.
Algo más que ese cuerpo
mirando ese cuerpo
ese cuerpo que esperas
demás
ese cuerpo definitivo
que deseas
definitivamente
desde cualquier altura
definitivamente
desde Cota-Cota o el
Montículo
ese cuerpo desde el
Alto o Llojeta
ese cuerpo
definitivamente en tu deseo
ese cuerpo que te
expulsa y vomita
ese cuerpo que miras y
comprendes
sin decir ese cuerpo no
es mío
no es tuyo y es tuyo
también
espacio áspero roca
profunda
que no posees y te
engendra
y te quema y te exige y
te ciega
ese cuerpo deseoso de
muerte
girando entre manos
precisas:
la sangre sembrando
fango
el golpe horadando el
fuego
ese cuerpo se descubre
y anuda
crece y te hace crecer
ese cuerpo venciendo su
cuerpo
se pierde y vuelve a
perderse
perdiéndote para
siempre a ti.
De pronto llega
cabalgando las noches
agotando murallas
-al fin y al cabo a
cualquiera
acuérdate nomás del
cura
el del cine y los
periódicos.
-Uno nunca sabe y todo
puede ser
te despojan de tu alma
-tu sorpresa de ciervo
oculto
para que todo pueda ser
-en pleno día-
Y asombra tanto pasado
de un día
tanto pasado de una
semana
mientras dicen estamos
a punto de ser
quemando la certidumbre
de ser
al cerrar los ojos.
Mientras miras
deslizándose hacia abajo las luces
por lo mismo hacia
abajo con los ríos
resistiendo entre
pedazos y lluvias
ese cuerpo delirante
por vivir
resistiendo mientras
desciendes
mientras ese cuerpo
extiende las manos
y las estira y las
extiende para caer
en esa mano y otra mano
en esos ojos mirando la
ciudad
mientras sufres y dejas
de esperar
para esperar en otra
vez.
Del libro Madera Viva y
Árbol Difunto
Biografía
Blanca
Wiethüchter nació en La Paz, Bolivia, en 1947. Poeta, narradora y ensayista.
Egresó de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Andrés, en la
Paz. Licenciada en Ciencias de la Educación, obtuvo en París una maestría en
Literatura Latinoamericana.
Sus
principales libros son: Asistir al tiempo, 1975; Travesía, 1978; Noviembre 79,
1979; Madera viva y árbol difunto, 1982; Territorial, 1983; El verde no es un
color: A la luz de una provincia tropical, 1992; Los negros labios encantados,
1992; El rigor de la llama, 1994; La Lagarta, 1995; Qantatai, 1996, y la
antología La Piedra que labra otra piedra, 1999.
Fuente: Festival de poesía de Medellín
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