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Dos mujeres
que duermen juntas defienden más que su propio sueño
Adrienne
Rich
El
camino del deseo fue tallado
como
una ley sobre la piedra.
El
tiempo deslavó los signos,
pero
un eco quedó en el aire,
suspendido,
inmóvil
en el espacio sonoro.
Otros
me hablaron de mí,
nombraron
el desorden de mi cuerpo.
Mi
deseo fue una roca,
forjada
entre los límites del pecho
que
frenaba la pulsión hacia otro cuerpo como el mío,
sostenida
en contra de su propia gravedad.
Hay
uniones vedadas.
Algo
falla.
Has
olvidado los movimientos suaves,
la
mirada tenue,
el
oficio de la seducción.
Conocí
la lengua del encubrimiento.
Adentro
se extendía una niebla espesa,
en
las grietas del temor adolescente.
Después,
tu presencia fue ensanchando las fronteras,
angostó
el cauce para que el río desbordara.
Silenciado,
el
deseo anónimo crecía,
sofocaba
mi aliento debajo de las ropas.
No
es real.
Es
un juego que cabe entre nosotras;
un
momento único,
que
no va a repetirse,
marcado
por el frío que nos habita.
Le
temí al movimiento,
pero
tu cuerpo se agitaba como el mío;
la
amistad tuvo otro nombre,
que
dejamos enquistarse en la garganta.
Mi
realidad volvió al curso
de
los espacios cerrados.
Los
labios no se tocaban;
tejían
el camino sutil a la mentira.
Cada
palabra era un mensaje cifrado,
un
fósil cerrado en sí mismo,
que
esperaba el momento para abrirse.
Concebimos
una realidad detrás de las puertas.
En
los interiores,
fabricamos
puentes hacia una desnudez real.
Otros
marcaron el límite
entre
el mar y la costa.
La
marea nos llevo lejos del puerto,
Nos
sumergimos y contuvimos la respiración bajo el agua.
El
sudor frío,
la
rigidez de nuestros músculos,
unidos,
cimentaron
una arquitectura inestable.
El
disfraz era el mismo cada noche.
Cuando
envejezcas
tu
cara tendrá las marcas
de
cada una de tus mentiras.
Un
viaje me hizo regresar al espacio de mi cuerpo.
Recuerdo
la carretera,
las
curvas incesantes que trazaban el camino.
Sostuviste
mi cabeza para frenar las arcadas;
tu
gesto cercano marcó el fin del artificio,
el
retorno a la orilla verdadera.
Volví
a mi tacto.
Seguí
la ruta de los árboles caídos
para
limpiar sus ruinas.
Madre,
esto
es mi cuerpo;
éste,
su nuevo nombre.
La
lluvia removió el barro que me tapaba los poros.
Confié
mi rumbo a la proximidad de nuestras manos
para
fijar mis ojos
en
la igualdad de nuestros cuerpos.
Catherin Colaw - inmersa en el paisaje
En las venas
del árbol
La raíz es la ruta para quien teme su voz.
Las palabras se alimentan de la tierra,
se encadenan a la fibra endurecida,
sorda osamenta que se agita en este árbol de
ciudad.
La voz del árbol solo empuja el pavimento.
sube,
grita sus salida a cada una de las ramas.
No la sostienen,
baja,
las astillas como cimientos de su lenguaje fósil,
expulsado de la superficie.
En el momento de la muerte, cuando los músculos se
distensan del todo y la mirada se dirige vertical al techo, el rostro de
cualquier muerto cercano es el de un desconocido. Se borran las líneas y con
ellas los lazos. En esa figura de cera modelada no está el paso de los años.
Ningún gesto en la envoltura, en la cáscara seca.
No es posible encontrar la resonancia de los
rasgos propios en un muerto. Miro una foto de mi padre cuando tenía treinta
años. No conocí a aquel hombre joven, pero así es como aparece algunas noches,
desprendido de la imagen gris de la fotografía. Lo recuerdo inexacto, a veces
diluido. Uno a ese rostro una voz, alejada de las células comiéndose una a
otra, de las mutaciones, del temblor. Alejada del rostro de cera de un
desconocido.
En un tiempo con fisuras, mi memoria decide el
rostro de mis muertos.
Biografía
Julieta Gamboa (Ciudad de México, 1981) es
licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional
Autónoma de México. Ha participado en los talleres de poesía de Hernán Lavín
Cerda y Máximo Cerdio. Trabajó en el equipo editorial de la revista Discurso
Visual del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de
Artes Plásticas del INBA. Sus poemas fueron incluidos en la antología del
concurso universitario Décima muerte, en 2000. Ha publicado en revistas como
Palabras diversas y Los poetas del 5. Actualmente es becaria de la Fundación
para las Letras Mexicanas.
Nota mía: La primera vez que leí a Julieta Gamboa fue en el blog de Emma Gunst. Le agradezco su labor y su entrega.
La poesía de Julieta Gamboa es de gran calidad: Me interno en sus recovecos y despierto ante el temblor de la palabra.
Fuente: Círculo de poesía y Punto en Línea
3 comentarios:
"Madre,
esto es mi cuerpo;
éste, su nuevo nombre"
Una voz, como bien dices, que nos hace temblar intimamente.
un beso, María
Carmela,
Sí. Es para leerla con detenimiento, volver y volver y encontrar aún más significados.
Ahora me quedo con la mente vagando como en una rama de estos versos:
"La voz del árbol solo empuja el pavimento.
sube,
grita sus salida a cada una de las ramas."
Besos
Carmela,
Sí. Es para leerla con detenimiento, volver y volver y encontrar aún más significados.
Ahora me quedo con la mente vagando como en una rama de estos versos:
"La voz del árbol solo empuja el pavimento.
sube,
grita sus salida a cada una de las ramas."
Besos
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