domingo, 2 de abril de 2017

Arlette Luévano - Poemas

 Imagen de Katia Chausheva

No basta con nombrar al llanto llanto
a Montserrat

*

En su jardín es de noche. Ahí la oscuridad llega luchando contra la luz salvaje que nunca se rinde. Nadie gana esa batalla sino estrellas tenaces que pueblan el cielo en enjambres estridentes, y las brujas verdes que explotan como fuegos de artificio.

Es un paraíso macabro, donde el pincel invade los pliegos con secreciones de esteros policromados, memorias de siglos descompuestos.

El pasto es un mosaico de brotes glaucos, livianos, sicalípticos. Los pies de mi hermana exceden su tacto y lo sobrepasan en su oscuro andar de nube henchida de lluvia.

Rosadas plantas de tallo grueso crecen golpeándose unas a otras. Al llegar a su máxima altura, cercana a mi talle, coronan su cresta con una flor aguda y luminosa, sus tallos se llenan de manchas como ventanas y no he querido saber quiénes habitan esas extraordinarias construcciones, pues seguramente serán seres diminutos de grandes dentelladas.

Mi hermana se mece en el columpio que detiene el único árbol del jardín. Ese árbol es de la misma vieja hechicería que la luna. Árbol y luna se guardan gran devoción. Vuelven los brazos uno al otro y tararean juntos la melodía con la que baila el viento. Pequeñas quimeras de fortunas indescifrables crecen donde las hojas nunca han existido.

Mi hermana se guarda en el columpio. Así la recuerdo. Descalza y sonriente, con las trenzas flotando en el vaivén del juego. Mirando cómo el destino se escribe en unas manos menos blancas, en unos ojos menos anhelantes.



Foto de Cole Thompson 
*

Acaba de morir

y una antigua soledad

domesticada

avanza hasta instalarse en su cuarto



La había visto antes

un gato detrás de los armarios

bajo la cama

trasladando su sombra

por los espejos no observados



Pero hoy

que ella acaba de morir

la soledad se presenta

con su fría sonrisa delante de mis ojos

la cabellera agitada en el aire breve

para me ofrece sus brazos


y el escalofrío

Imagen de Katia Chausheva
*

Hay una ciudad que lleva tu nombre y no la conozco

Me he quedado aquí, junto a todo lo que abandonaste



y mis preguntas nunca habían sido tan inútiles como ahora que no hay respuesta posible

que no hay palabras suficientes para hacerlas

ni viento que las tome y las lleve hasta donde pudieran calmarse o cansarse de ser



Tampoco, de pronto, conozco lo que fuiste

Eres un recuerdo, un vislumbre



y me duele algo que no sé qué es


Imagen de Esteban Leyton 

*

Yo no sé rezar                       no puedo

todavía no creo en tu muerte

apenas si puedo creer en cualquier cosa



¿Para qué es todo esto?

No te vayas, quédate a hablar conmigo

dime qué de cierto hay en esta sangradura



Hay tanto que debiste ver

Tantas cosas que no deberían suceder sin ti



Y llegaría a tomar tu cuerpo y sacudirlo

gritaría desde el dolor de mi garganta

para exigir hasta la convulsión



porque no alcanzan mis ojos para derramar

el vacío que me colma el cuerpo

cuando mi condena es no poder aniquilarlo

a cambio del tuyo y el hubiera

De: De pasto verde.

Biografía

Arlette Luévano (Aguascalientes, 1976) es Maestra en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Desde 1997 dirige el suplemento cultural Ananke del diario Página24. Forma parte del comité editorial de la revista Parteaguas, del Instituto Cultural de Aguascalientes. Ha publicado los libros de poesía Casi verde y Apostillas negras. También, en ediciones colectivas, los poemarios Rituales, Informe sobre trenes que llegan y desaparecen y Tercera persona. Recibió el Premio Efraín Huerta 2006 por Casa en ruinas.




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