viernes, 7 de junio de 2013

Mis poemas: Fantasmas de la noche

Super Moon de Tim Mccord
Fantasmas de la noche
 El espejo no refleja tu figura, en el ángulo superior cuelga un hilo largo y amarillo que zurce las cicatrices de la infancia. El viento no circula, se percibe el bochorno de lo desconocido y el latido del mundo con sus prisas se enrosca en el peldaño de la noche y te asfixia. El mundo es una línea recta sin horizonte, alrededor bailan los rostros pálidos de los niños muertos. De un tiempo a esta parte, siempre anochece, me cansé de vivir al interior de una caracola porque el aire ha quedado preso. No existe flor que resista el peso de la angustia y si rascas la suela de los zapatos sus huellas se hacen planas e infinitas.

En mitad del océano, algún barco revolviendo las olas interminables del grito. Sólo existe un manto ralo entorno a lo cotidiano mientras los lobos marinos asechan detrás de las cortinas interiores de los barcos. Las lágrimas tienen el sabor salado de las algas, con un cepillo de  cuerdas anaranjadas peinas los cabellos de los astros para mitigar el olor que desprende el miedo. Ahora que escribo este poema, la cola del universo entona una canción que nadie la escucha. Estamos absortos en los agujeros de las pantallas, hemos extraviado la voluntad y llovido leche agria de vergüenza. Los guerreros han colgado su armadura, sus corazones aún laten y sin embargo sus cuerpos son estatuas pululando por las calles. La noche reclama el calor de las pestañas y la luna aúlla pensativa detrás de las constelaciones del futuro. ¿Dónde se esconden los fragmentos de sus habitantes? Han colgado sus sonrisas al interior de un círculo vicioso y el agua se está consumiendo, la lluvia escasea como la voluntad y tiñe de pesar los corazones extraviados.

He colgado mi vestido en la percha de la noche para no naufragar.

Mis poemas: María Germaná Matta 

miércoles, 5 de junio de 2013

Marcela Saldaño poemas



 Imagen de Grete Stern
Los pesados pesos

Qué se yo de los mártires De las especies en la losa De los muelles y las oficinas De lo que todos llaman realidad Por fin puedo convertir estas pieles en elementos de mi agrado En suaves contorsiones Aterradores gritos que puede ser el ojo que me dice espera Cambia estos mirlos Y pon sobre ellos visiones en las rodillas Siente este espejo como parte de un juego sucio Amaneceres perpetuos Híbridos que nadie llama noche.

A mí jamás las cosas me alcanzan Nunca nada me conforma Ni las llamadas ni los viajes ni la ropa Ni el hombre ni la bestia ni los insectos Ni la amistad ni los muebles ni el dinero Ni el viento ni el sol menos la lluvia y ese pequeño ruido llamado tormento por algunos Es por mí llamado insuficiencia.

De: Un ojo llamado cacería

Desde el fondo de la magnífica tragedia

Los alfileres son asuntos fuera de las palabras
asuntos cotidianos como el llanto y la ceniza
la belleza suele espantar
y qué
el sol puede salir por cualquier agujero después de una borrachera
y la simplicidad puede ser un beso de nueve aristas
es así se dice que el tiempo siempre tiene las respuestas que esas sean
para los otros, para los que prefieren esperar
me bebo y me derramo
en la otra arista en el otro juego
seremos los fieles
las habitaciones son algo fuera de la noche y porqué no
también fuera de los días
la paciencia no me alcanza
siento un gran gusto por quienes no temen
por los que saben el secreto
el despropósito es el centro exacto de las cruces
un sentido de cíclope
la ternura abrazada a este juego demasiado oscuro

La profanación a escala real es el crimen merecido
por las mejillas del cierre

Un pretexto, la lluvia
una traición demasiado exquisita.


El jardín obsceno de la belleza

espéculo marca de la obscenidad conduce
a la belleza
construye el contorno suave de la equivocación

esto es solo una cavidad fuera de proporción
que constituye
todo y nada

los escenarios perdidos
son proporciones
que forman parte de los tempranos juegos

pensar en esta noche como si nada
es la marca que sobrepasa las manifestaciones
la hora de la cópula está bajo la mesa
no importa
la hora de los vidrios rotos es una maldición
dentro de casa
mientras la noche nombra a los frutos
parte de la conciencia divina

los escenarios son encontrados
que sean para los otros. otra vez.

La locura de un ciego dentro de un cuadro

la oscuridad reside en el anonimato, cuando hablo de algo tengo que ser eso, cuando camino con alguien somos tres o uno. y ese encuentro cuelga de todas las vitrinas. después vuelvo a repasarlo. la fugacidad me produce hartazgo. aún así convivo en la complicación y veo como danzan los duendes y ya nada importa solo esta conciencia,
la certeza es un rostro de muchas habitaciones.

De: Desde el fondo de la magnífica tragedia (2003)

Biografía
Marcela Saldaño nació en Santiago de Chile, en 1982.
El año 2001 publica 2001 Poesía en el Espacio, proyecto ganador Premio Fundación Gabriel & Mary Mustakis. Participa en talleres literarios en Balmaceda 1215, Centro Cultural de España y Sech. En 2002 publica Inclinación al Deseo y al Caos, proyecto financiado por la Fundación Gabriel & Mary Mustakis. Poemas suyos han aparecido en diversas antologías, como Caleidoscopio, del taller de Alejandra Basualto. Fue una de las fundadoras de la revista Estrago. En 2004 publica la reescritura colectiva del Canto General de Pablo Neruda llamada Desencanto Personal. En 2006 publica Mujeres al desnudo, participa en el Encuentro de Poesía Femenina chileno – argentina CON RIMEL en la ciudad de Coquimbo IV región. En 2007 es invitada a Chilepoesía. Participa y es parte de Lecturas de Emergencia. Publica próximamente en Perú “Anomalias: Antología de cinco poetas chilenos” bajo la editorial Zignos.

Fuente: Las elecciones afectivas y http://www.letras.s5.com

lunes, 3 de junio de 2013

Diane Wokoski - Gracias a mi madre por las clases de piano - poema

*imagen de la red


Gracias a mi madre por las clases de piano


El alivio al poner los dedos sobre las teclas

como si caminando en la playa

encontraras un diamante

tan grande como un zapato;



como si

acabaras de construir una mesa de madera

y el olor del aserrín estuviera en el aire,

tus manos secas y ásperas;



como si

hubieras eludido

al hombre en la oscuridad que te ha estado siguiendo

todo la semana;



el alivio

de poner tus dedos en el teclado

tocando los acordes de

Beethoven

Bach,

Chopin

            una tarde en que no tenía con quien hablar,

            en que los suaves suéteres con forma de anuncios de revista

y el cabello de clase media, republicano, limpio y brillante

entraba a las casas alfombradas

y me dejaba sola

con los pisos desnudos y unos pocos libros



Quiero agradecerle a mi madre

por trabajar a diario

en una oficina gris

en garajes y compañías de agua

le quitaba la crema a su café a los 40

para perder peso. Su pesado cuerpo

escribía sus delicados libros de bibliotecaria

sola, sin un hombre que mirara su rostro

su cuerpo, su prematuro cabello blanco

enamorado

Quiero agradecerle a mi madre

por trabajar y pagar siempre

mis clases de piano       

antes de pagar el préstamo al Banco de América

o comprar la despensa

o arreglar nuestro viejo y ruidoso Ford.   



Yo era una niña tranquila

con miedo de entrar sola a una tienda

con miedo al agua

al sol

a las hierbas sucias en los traspatios

con miedo al mal aliento de mi madre

y con miedo a las visitas ocasionales de mi padre

al saber que volvería a marcharse

con miedo a no tener dinero

con miedo a mi torpe cuerpo

que sabia

nadie amaría jamás



Pero atravesé tocando

en el viejo piano vertical

que obtuvimos por $10,

toquéa través del miedo

a través de la fealdad,

de crecer en un mundo de comprar en tiendas de baratijas,

y un deseo de amar

un mundo sin amor.



Toqué a través de una cara fea

y de tardes, días, veladas y noches solitarias,

incluso mañanas, vacía

como una lata de café oxidada,

toqué a través del susurro de la primavera

y quise que todo a mi alrededor brillara como una ola angosta

en una playa lisa al atardecer en el sur de California,

Toqué a través de

un sombrero vacío de mi padre en el closet de mi madre

y una cama en la que dormía sólo de un lado,

sin arrugar nunca una pulgada

del otro

esperando

esperando.



Toqué a través de los honores escolares

el único lugar en que podía

hablar

            el salón de clases,

            o en mis clases de piano, el canario de la señora Hillhouse siempre

            cantaba más por mi talento,

            como si hubiera dejado una parte de mi cuerpo al entrar

            a su casa

            y buscara ahora cada pieza de marfil

            en el teclado, deslizaba mis dedos en crestas negras

            y por suaves rocas

            me preguntaba dónde perdí mis órganos,

o mi boca que a veces se abría

como una amapola de California,

ancha y con contrastes,

hermosa en grandes campos,

cerrada por completo día y noche,



Toquéa través década edad,

pero todas parecían eternas

o tal vez siempre

viejas y solitarias,

solo quería una cosa, rodeada por las polvosas hojas

con olor amargo de los naranjos,

solo quería ser tocada por el hombre que me amara,

que estuviera ahí cada noche

para poner su larga y fuerte mano en mi hombro,

cuyas caderas despertaría junto a mí en la mañana,

cuyo bigote podría peinar un rostro hasta dormir,

soñando con pianos que hicieran el sonido de Mozart

y Schubert sin pedir

que la vida absorbiera todo

lo que tienes a diario,

sin pedir el vacío

de una pequeña vida tímida.



Quiero agradecer a mi madre

por dejarme a veces despertarla a las 6 de la mañana

cuando practicaba mis clases

y por asegurarse de que tuviera un piano

en donde dejar mis libros de la escuela, todas las tardes.

No he tocado el piano en 10 años,

tal vez por miedo a que el poco amor que he logrado recoger

como polvo, del fondo de los bolsillos

se pierda,

se escape,

hacia la caverna terriblemente vacía que soy

si la vuelvo a abrir por completo, alguna vez.

El amor es un hombre

con bigote

que me abraza dulcemente cada noche.

que siempre está ahí cuando necesito tocarlo;

no podría conocer el doloroso

estruendo de la música del pasado

que su amor evita que golpee, que sacuda,

que retumbe en mi cerebro

que hace todo lo posible para destrozar la precaria materia gris

cuando estoy sola;

él no escucha al canario de la señorita Hillhouse cantar para mi,

cómo le gusta el sonido de mi clase esta semana,

decirme,

confirmarme lo que dice mi maestra,

que tengo un talento para el piano

que pocos de sus alumnos tenían.

Cuando toco al hombre

que amo

quiero agradecerle a mi madre

por las clases de piano

durante todos esos años,

que mantienen el recuerdo de Beethoven,

un atormentado hombre sordo,

en mi mente;

            de la belleza que puede venir

incluso de un horrible

pasado.

Versión de Iván Viñas Arrambide



Thanking My Mother for Piano Lessons


The relief of putting your fingers on the keyboard,  

as if you were walking on the beach

and found a diamond

as big as a shoe;



as if

you had just built a wooden table

and the smell of sawdust was in the air,  

your hands dry and woody;



as if

you had eluded

the man in the dark hat who had been following you  

all week;



the relief

of putting your fingers on the keyboard,  

playing the chords of

Beethoven,

Bach,

Chopin

         in an afternoon when I had no one to talk to,

         when the magazine advertisement forms of soft sweaters  

         and clean shining Republican middle-class hair

         walked into carpeted houses  

         and left me alone

         with bare floors and a few books



I want to thank my mother  

for working every day

in a drab office

in garages and water companies

cutting the cream out of her coffee at 40

to lose weight, her heavy body

writing its delicate bookkeeper’s ledgers

alone, with no man to look at her face,  

her body, her prematurely white hair  

in love

         I want to thank

my mother for working and always paying for  

my piano lessons

before she paid the Bank of America loan  

or bought the groceries

or had our old rattling Ford repaired.



I was a quiet child,

afraid of walking into a store alone,

afraid of the water,

the sun,

the dirty weeds in back yards,

afraid of my mother’s bad breath,

and afraid of my father’s occasional visits home,  

knowing he would leave again;

afraid of not having any money,

afraid of my clumsy body,

that I knew

         no one would ever love



But I played my way

on the old upright piano

obtained for $10,

played my way through fear,

through ugliness,

through growing up in a world of dime-store purchases,  

and a desire to love

a loveless world.



I played my way through an ugly face

and lonely afternoons, days, evenings, nights,  

mornings even, empty

as a rusty coffee can,

played my way through the rustles of spring

and wanted everything around me to shimmer like the narrow tide  

on a flat beach at sunset in Southern California,

I played my way through

an empty father’s hat in my mother’s closet

and a bed she slept on only one side of,

never wrinkling an inch of

the other side,

waiting,  

waiting,



I played my way through honors in school,  

the only place I could

talk

       the classroom,

       or at my piano lessons, Mrs. Hillhouse’s canary always  

       singing the most for my talents,

       as if I had thrown some part of my body away upon entering  

       her house

       and was now searching every ivory case

       of the keyboard, slipping my fingers over black  

       ridges and around smooth rocks,

       wondering where I had lost my bloody organs,  

       or my mouth which sometimes opened

       like a California poppy,

       wide and with contrasts

       beautiful in sweeping fields,

       entirely closed morning and night,



I played my way from age to age,

but they all seemed ageless

or perhaps always

old and lonely,

wanting only one thing, surrounded by the dusty bitter-smelling  

leaves of orange trees,

wanting only to be touched by a man who loved me,  

who would be there every night

to put his large strong hand over my shoulder,

whose hips I would wake up against in the morning,  

whose mustaches might brush a face asleep,

dreaming of pianos that made the sound of Mozart  

and Schubert without demanding

that life suck everything

out of you each day,

without demanding the emptiness

of a timid little life.



I want to thank my mother

for letting me wake her up sometimes at 6 in the morning  

when I practiced my lessons

and for making sure I had a piano

to lay my school books down on, every afternoon.

I haven’t touched the piano in 10 years,

perhaps in fear that what little love I’ve been able to

pick, like lint, out of the corners of pockets,

will get lost,

slide away,

into the terribly empty cavern of me

if I ever open it all the way up again.

Love is a man

with a mustache

gently holding me every night,

always being there when I need to touch him;

he could not know the painfully loud

music from the past that

his loving stops from pounding, banging,

battering through my brain,

which does its best to destroy the precarious gray matter when I  

am alone;

he does not hear Mrs. Hillhouse’s canary singing for me,

liking the sound of my lesson this week,

telling me,

confirming what my teacher says,  

that I have a gift for the piano  

few of her other pupils had.

When I touch the man

I love,

I want to thank my mother for giving me  

piano lessons

all those years,

keeping the memory of Beethoven,

a deaf tortured man,

in mind;

            of the beauty that can come

from even an ugly

past.


Biografía
Diane Wakowski (California, 1937). Ha sido identificada con los llamados “deep image poets”, con los poetas beat y con la poesía neoconfesional. Ha merecido distinciones como el William Carlos Williams Award.




domingo, 2 de junio de 2013

Carla Kraus poemas

Arizona Landscape - Dorothea Tanning 

Friend

Un pequeño océano entre nosotros

tarjetas postales vía aérea

y fragmentos por teléfono

brezo seco de Escocia

el ego en un espejo mate

arrojado

habló con muchas lenguas

camionetas repletas de sueños

sin pagar derechos

en diversos caminos

hacia ti.

Los besos en el Huevo de Pascua

Cuando te esperé

tanto tiempo

y arrebataste entonces

                        con avidez

los regalos de pascua

revisando uno tras otro

y despidiéndote después

la decepción casi me parte el corazón

así me has abandonado

mayorista en amor

un agente

que tiene los sentimientos en el bolsillo

y mis tres huevos variopintos de pascua.


Navidad solitaria

En el apartamento frío

motetes navideños en la radio

las velas temprano encendidas

El Redentor ha nacido

salvas en la calle

regalos que ya

                        han desaparecido

o que aún esperan su destino

la planificación de actividades

después de los días festivos

calma y soledad

el estridente timbre del teléfono

las muchas tarjetas de navidad

incluso tú me escribiste dos veces

probablemente por olvido

deseos para mí a la luz de una vela

el viejo gramófono y los discos de villancicos

la televisión rechazada como áncora de esperanza

ningún árbol de navidad

espero la bendición

urbi et orbi del papa mañana

las velas ya gotean

silenciosamente se abren las costuras

de mi remendado corazón

¿dónde estás tú? ¿y tú? ¿y tú?

Versión de Renato Vecellio


Biografía
Nació el 23 de diciembre de 1940 en Viena, Austria. Estudió en la Universidad de Viena, la Universidad de Luxemburgo y la Universidad de Dijón y es licenciada y doctora en Derecho. Junto a su carrera profesional como abogada e investigadora ha escrito en especial poesía y cuentos y ha sido redactora del Foro Literario Austriaco, en Krems, y de ZENIT, en Viena. Sus poemas y cuentos han sido traducidos a varios idiomas y publicados en numerosas antologías poéticas y revistas literarias de Austria, Alemania, Suiza, India, Pakistan, Malta, Grecia, Bosnia, Gran Bretaña, España, Dinamarca, USA, Argentina, Colombia, Albania, Suecia, Corea, China y Rumania. Ha publicado dos poemarios: Résumé en 1989 e Ich bereue nichts en 1992. Carla Kraus vive en Viena en la Märzstr. 49/10, A-1150 Wien – AUSTRIA. Su teléfono es 98 35 612. Los poemas que se presentan a continuación pertenecen a su libro Résumé editado por el Österreichisches Literaturforum de Viena y han sido traducidos por al español por Renato Vecellio

Fuente: Revista Comunicación