sábado, 22 de junio de 2013

El Escultor Amanate - relato - Gabriela Amorós Seller

Imagen de: Andreas Smetana
El Escultor Amante

Aquella noche Nilo, el escultor insomne, decidió no volver a retozar con sus amantes. De modo que renunció al monolito de cartílagos, ojales carnosos y abrasante enredadera (esta aparatosa descripción no es una metáfora mía sino del propio Nilo cuando se refería a su escultura “La condena”, una sátira de algunos de sus encuentros carnales).

Decía que Nilo decidió no retozar con sus amantes y ello porque una singularidad peligrosa le rondaba, necesitaba disfrutar de su insomnio de otro modo y en otro lugar, en unos cartones callejeros, último vestigio del mendigo que habitaba frente a su edificio. El indigente falleció el día anterior y Nilo se obstinó con la idea de trasnochar en el lugar en el que lo hacía aquél. Pero la idea de trasnochar ocultaba otra idea, la verdadera idea, que era suplantar la presencia del indigente sobre aquel jergón.
Hete aquí el jergón, o un pellizco inverso hecho de cartones, inverso porque solía pellizcar a su difunto dueño no para devolverlo a la realidad sino justamente para detraerlo de ella. Hete aquí diversas capas de cartón, una sobre otra, que parecían disentir sobre el dolor del mendigo, algunas amables y otras intratables, láminas enfrentadas para compendio suyo y de su enfermedad porque la soledad y la demencia senil lo habían convertido en alguien de conducta inestable. Cada una de estas hojas fue absorbiendo aleatoriamente jugos etílicos, llovizna, vómitos, cientos de cabellos, saliva de Lupo (su perro), ese óxido generoso y cosmopolita, hervores de colillas y diremos que un sinfín de disociaciones del cuerpo y de las circunstancias.

Pero no nos detengamos en ello ni tampoco en la argucia -de suplantar al indigente- hablemos del motivo: Nilo llevó a cabo “la idea” porque no soportaba que su ventana ya no le ofreciera la imagen de aquella mujer flotante que cada noche traía su labio a la frente del mendigo y rociaba su desmemoria con la grieta de su boca. Nunca, nunca había visto hasta entonces a la divinidad del gesto, el gesto de “la sensualidad del amparo”, tal y como se lo suspiraba a sí mismo el escultor. Entonces Nilo expandía la piel de su frente para pensarla como todo un cuerpo por el que aquella boca crepuscular hiciera rodar los lentos vaivenes de una descarga hasta ahora desconocida, una descarga que sobre un pormenor de su cuerpo, la frente, hacía vibrar la totalidad de su piel, una descarga que ponía a existir partes de su cuerpo desconocidas hasta entonces. Por ello la dimensión que conseguía de su corporeidad era la precisión de lo infinito, un encuentro de sí mismo para, finalmente, poder salirse de su cuerpo y todo ello frente al recinto que tantas mujeres y cuerpos empezaban a suponerle a su individualidad. Por lo que podríamos considerar sus affaires, a partir de este momento, como un desencuentro. Ya no podía reconocerse en otro labio, un solo labio para beberse todo el fuego que las demás amantes dejaban en remanente, una sola boca que retuviera toda la lumbre de Nilo y deberse finalmente a su ceniza.

Nilo, valiéndose del anonimato que la oscuridad le otorgaba pasó la noche recostado en aquellos cartones y el labio de éter no apareció.

Se instaló desolado una segunda noche en aquel jergón sin obtener su labio.

La tercera noche decidió recorrerla de un lado a otro con paso enfermo para no levantar sospecha y evitar los entumecimientos con los que los cartones le pagaban la estancia. Pero su espera fue en vano.

Al amanecer de la cuarta noche Nilo ya no regresó a su casa jamás.

La quinta decidió deambularla y dejo la última capa del lecho, cerrando el último capítulo del compendio que comenzó el mendigo en los cartones.

Transcurrieron un sexto, séptimo, octavo… pero esto ya no eran noches sino años.

Actualmente Nilo es un indigente que obtiene de la calle lo que nadie comprende. No ha vuelto a ver a aquella mujer pero su ofuscación, en parte, la ha materializado del siguiente modo: ha esculpido, a tamaño real y con papeles modelados junto a algunos pedazos de aquel vivido cartón, una figura femenina a imagen y semejanza de aquella presencia de beso eternizado. La ha modelado paralizando ese mismo gesto de amparo que estremeció todo el tránsito de su sangre. Y ahora, en cada exterior en el que habita, la traslada sin contratiempos de carga, debido a la ligereza que otorga el cartón a la estatua.

Así aparece hoy en los portales Nilo, el mendigo, al que todos conocen ya como El Escultor Amante, que subsiste de la caridad de algunos, de postrar su frente ante el labio de una efigie de cartón y de la vida secreta de su fuego, que continua intacto.

Nunca descubrió que aquella muchacha no regresó a visitar al mendigo porque en realidad era su hija, que cada noche le llevaba algún consuelo a su padre hasta que la vida se lo llevó a su panteón.


Gabriela Amoros Seller

Fuente: cuento tomado de su blog: La Emoción Indomable

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Que historia tan emotiva! Pobre personaje, enamorado de un ideal.
Perdoname pero anoche la Luna me dejó sentimental.

Gabriela Amorós dijo...

Te estoy muy agradecida, María, este pequeño relato aquí, en Batalla de Papel, entre el talento de tantas autoras... Un besote muy muy grande.

Anónimo dijo...

Muy buen texto!! Está escrito sin piedad o por lo menos, a mí me pareció muy crudo y son, por lo general, los textos que más me atraen. Son los personajes que deambulan en esa especie de zona límite ( las capas sucesivas de cartón...) que tantas veces tiene la vida. Y desde ahí, escribir. Y desde allí poder transmutar la realidad y ofrecer algo bello.
Me produjo un hondo asombro leer este trabajo. Siempre me cambian el orden de mi mirada, me la desacomodan, me incomodan...Y es, justamente, lo mejor que me puede pasar en ficción.
Mil gracias por compartirlo!!
Te mando un gran abrazo, María!
Beso
Hilda Díaz

batalla de papel dijo...

Gabriela, es un placer tenerte en mi espacio. Tus relatos son sorprendentes.
Un abrazo

batalla de papel dijo...

Hilda,
Cuanto me alegra saber que disfrutaste con este relato, como bien dices incomoda, sorprende al moverse en territorios límite.
Gracias por dejar tu opinión siempre tan enriquecedora, es un placer leer tus comentarios.
Un beso para ti querida amiga

Ariadna Mateos dijo...

Un relato realmente sorprendente!!

No conocía este blog y desde ahora prometo seguirlo.