Nusch Eluard - Dora Maar, 1937
El baño
Ella escucha el rugido del viento detrás de las
cortinas, sabe que para continuar hay que lavar las fisuras
invisibles y mirar las pupilas de las sombras que nos acechan.
Adela se sumerge en su baño de sales y espuma, saborea
la caricia furtiva del roce del agua en su piel. Establece un diálogo con su
cuerpo a manera de ritual, el placer de la calma, el encuentro consigo misma. Cada
sábado se desconecta del ruido, a veces es cuestión de darle la espalda al
reloj e inducirse a escuchar el oleaje de las corrientes interiores con sus
ritmos.
Una vez desnuda frente al espejo, contempla su
figura con asombro, la flacidez de sus carnes habla de las cicatrices del
tiempo, piensa en la juventud de sus dos hijos, en los hombres que alguna vez amo.
Sin embargo, su desnudez siempre la sorprende, hay cierta insolencia en el
grito de la carne. Se tumba en la cama, cierra los ojos, se acaricia, guía sus
dos dedos de la mano hacia el monte de su clítoris y recorre estremecida la
humedad de sus cavernas. Adela sabe que en la soledad también se vibra y
celebra la abundancia del rocío.
Mis cuentos: María Germaná Matta
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