*Wassily Kandinsky - Blue sky
La caída del Ícaro
1
Los
atardeceres se suceden,
hace
frío
y
las casas de adobe en las afueras
se
reflejan sobre charcos quietos.
Tierra
removida.
Los
atardeceres se suceden,
Cézanne elevó la «nature morte»
a
una altura
en
que las cosas exteriormente muertas
cobran
vida, dice Kandinsky.
Vida
es emoción.
Pero
quedará de vosotros
lo
que ha quedado de los hombres
que
vivieron antes, previene Lucrecio.
Es
poco: polvo, alguna imagen tópica
y
restos de edificios.
El
alma muere con el cuerpo.
El
alma es el cuerpo. O tres fotografías
quedan,
si alguien muere.
También
un gesto inexplicable,
discolo
para los ojos, desafío,
erizado.
Cuerpo es lo otro.
Irreconocible.
Dolor.
Sólo
cuerpo. Cuerpo es no yo.
No
yo.
Lo
quieto de las cosas
en
el atardecer. La quietud,
por
ejemplo, de los edificios.
El
ensombrecimiento
mudo
y apagado.
Como
ojos,
dos
piedras azules me miran
desde
un anillo.
Los
anillos
cuidadosamente
extraídos
al
final.
Como
aquél de azabache y plata
o
este otro de un pálido, pálido rosa.
Rostros
y luces
nitidamente
se reflejan en él.
En
la noche corro por un campo
que
desciende, corro entre arbustos
y
choco con algo vivo
que
trata de ovillarse, de encogerse.
Es
un niño pequeño, le pregunto
quién
es y contesta que nadie.
Esta
respiración honda
y
este nudo en la pelvis
que
se deshace y fluye. Esto soy yo
y
al mismo tiempo
dolor
en la nuca y en los ojos.
Terminada
la juventud,
se
está a merced del miedo.
2
Verde.
Verde. Agua. Marrón.
Todo
mojado, embarrado.
Es
invierno. Es perceptible
en
el silencio y en brillos
como
del aire.
Yo
soy muy pequeña.
Un
cuerpo caminando.
Un
cuerpo solo;
lo
enfermo en la piel, en la mirada.
El
asombro, la dureza absoluta
en
los ojos. Lo impenetrable.
La
descompensación
entre
lo interno y lo externo.
Un
cuerpo enfermo que avanza.
Desde
un interior de cristales muy amplios
contemplo
los árboles.
Hay
un viento ligero, un movimiento
silencioso
de hojas y ramas.
Como
algo desconocido
y
en suspenso. Más allá.
Como
una luz
sesgada
y quieta. Lo verde
que
hiere o acaricia. Brisa
verde.
Y si yo hubiera muerto
eso
sería también así.
De
"Exposición" 1979
El recorrido del sol
cuando cae...
el
recorrido del sol cuando cae
la
noche, el recorrido
de
la noche, hacia dónde
va
llegando, mirar
lo
conocido como signos
que
son y ya no son, un aceite
de
estar, representar
su
hueco,
desplazados
miramos
como
si fueran los otros
siempre
a estar ahí y de
pronto
no están o no estuvieran
De
"Y todos estábamos vivos"
Conozco una pareja de
cuervos...
Conozco
una pareja de cuervos, sé que tienen
un
tiempo semejante al de los hombres
para
vivir; podría visitarlos,
pasear
juntos
hasta
los sauces de la orilla.
Hoy
he hablado con alguien por quien sentí afecto,
le
encontré satisfecho y próspero;
su
enemigo murió. La muerte
siempre
es de frío.
De
"Ella, los pájaros" 1993
Fuente: A media voz
Olvido García Valdés, leyendo su poesía
Nació en Santianes de Pravia – Asturias – España,
en 1950. Poeta, profesora, ensayista, traductora y crítica literaria.
Licenciada en Filología Románica y en Filosofía.
Ha publicado seis libros de poemas: El tercer
jardín (1986), Exposición (1990, Premio Ícaro de Literatura), Ella, los pájaros
(1994, Premio Leonor), Caza Nocturna (1997), Del ojo al hueso (2001), Y todos
estábamos vivos (2006), gracias al cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía. En
2008 se reunieron todos sus libros de poesía en el volumen “Esa polilla que
delante de mí revolotea”. Ha publicado el ensayo biográfico Teresa de Jesús
(2001). Ha traducido a Pier Paolo Pasolini (La religión de mi tiempo, Larga carretera
de arena) y, en colaboración, una amplia antología poética de Anna Ajmátova y
Marina Tsvetáieva, El canto y la ceniza.
Sus poemas han traducidos al sueco, francés,
italiano, inglés, alemán, portugués, polaco, rumano y árabe.
*Fuente: Wassily Kandinsky
1 comentario:
magnífica selección, regresaré para sentir con más calma
abrazos
Publicar un comentario