domingo, 25 de noviembre de 2012

Linda Maria Baros, poemas

Aenne Biermann - París 1926


La loca escapada del barrio

Las chicas del barrio no saben volar,
         pues las alas les crecen sobre el pecho,
                    pequeñas y redondas, alas de ángel.

Tú las ves caminar por calles estrechas - unas uretras;
es la senda que toman los niños para salir de las VPO
Allí, el macadán transpira como las locomotoras a vapor
         a las que saltaba mi abuela,
                    cuando se fugaba,
                    aturdida por el high-tech de los maquinistas.

Ellas se pasean por calles estrechas
                    apretando los párpados.
                    Bajo el tanga deslizan, a escondidas,
                                          los atolondrados dedos.

En los alrededores de los parques acechan los moteros
                    vestidos con la serie de números largos.
Ellos arrancan a las chicas del acuario etéreo de las alamedas
         y les muestran el motor a cadena plateada,
         el acceso secuencial, los grandes asfaltados.
Las chicas miran por sus telescopios,
                                   suspiran mecánicamente
y sus finas caderas cubren poco a poco
                                   los ardientes jadeos.

La autopista las coge entonces de la nuca
                    con sus dientes vaginales
         y les lleva hasta el nido de la gran velocidad,
como a crías que aún no han abierto los ojos.
Hasta que la luna gira en el cielo
                                   como una llanta de Harley Davidson.

Sólo la noche vuelven las chicas del barrio,
                    fatigadas.
Sus ombligos centellean como un intermitente anudado.
Grandes alas han crecido en sus pechos,
                    redondas, hasta el vientre.

Los moteros embragan al partir, las saludan.
         La autopista les llama.
         Los motores dejan tras de sí
                    largas volutas de esperma.

Traducción: Fulgencio López y Manuel Ángel Gómez Angulo

La perra de la noche

No fijes con los ojos el cielo raso y no jures
                           con esa voz enronquecida,
                           de la que se sirve la noche para cortar tus axilas! Y
                           no me recites pizcas de Cocteau:
                                   El hombre solo está siempre
                                                      en mala compañía!

No me digas que te quedas encerrado
         entre las paredes y que escuchas rap,
maniatado hasta el vértigo, despierto hasta el desvanecimiento,
         como sobre una vía férrea, entre los tapones,
         como en una prisión,
         donde los hombres se hunden clavos en la cabeza.

No llores en mi oído porque la cuerda esta podrida,
         y porque el vodka se te subió,
                  como el deseo trascendental de vomitar,
         y que su huella de chancro engulle los vasos.

Yo conozco tu soledad de marinero,
       que voltea la manivela a todo momento.
Escucha en la puerta todo lo que desees. No volveré.
Espera entonces en la ventana para sentir,
                  con sus pasos etéreos,
        la perra de la noche enroscarse
                  alrededor de tu cuello.
         Y su lengua morada hundirse
                            profundamente en tu boca.

Traducción Miriam Montoya

De amor y cianuro!

No me llames a tu casa, en tu mansarda,
girando - como un atolondrado girando! -
        los botones de la estufa,
                para deshacerte de una vez por todas
        de los aullidos de viejos lobos del horno,
                        de su pelaje mudado,
                        que te crece sin cesar sobre los brazos,
                        la noche, como los furúnculos, mientras apagas
        los cigarrillos profundamente en tu carne.

No me llames a tu casa, en tu mansarda,
hendido - como un atolondrado hendido! -
        entre las barras de la cama,
        en la puerta, bajo la bota,
                tu tibia y tu peroné
        - las escucho crujir en mi móvil -
                como si hendieras
        el viejo fusil de caza de tu padre,
        demasiado pegajoso para que puedas cargarlo de nuevo,
                después que se volara la tapa de los sesos
                y, teniendo espasmos, rompió tu puerta
                                                                         a patadas.

No me llames a tu casa, en tu mansarda,
                                                           puesto que iré!
        Y me arrancaré el corazón del pecho,
                lo cortaré con los dientes
                y lo rosearé de sal
                        extraída con una pica
                        de mis glándulas lacrimales
                y lo arrojaré
        como uno arroja una piedra de amolar,
        para que parta tu tibia y tu peroné,
                        - en menudos trozos! -
        para que amontone profundamente en el horno
                        tu soplo de amoniaco
        y para que hienda por siempre
                        tu cabeza de bestia salvaje!

Traducción de Myriam Montoya

Biografía y publicaciones
Nació en Rumania en 1981, reside en París. Poeta y traductora francófona.
Poesía publicada: El Libro de señas y sombras (Premio de la Vocación 2004), La Casa en cuchillas de afeitar (Premio Apollinaire 2007), La Autopista A4 y otros poemas (2009). También ha escrito teatro y crítica literaria.
En Rumanía, Linda Maria Baros es la fundadora y organizadora del festival Primavara Poetilor / Le Printemps des Poètes.
En la actualidad, es investigadora a la Universidad de París-Sorbona, París IV, y prepara una tesis de doctorado.

Fuente: El Coloquio de los Perros, nº 23, España y  Web de Linda María 

3 comentarios:

EG dijo...

un descubrimiento para mí! su nombre nunca lo hubiese asociado a nacionalidad rumana ni a escritura en francés!!!

La verdad es que me fascinó...muchas gracias!

batalla de papel dijo...

Me alegra que te guste. Estaba leyendo poesía contemporánea francesa y me gustó sobre todo por su lenguaje directo y vital. Según lo que he leído vive desde hace tiempo en Francia, quizás por eso escribe en francés. Hay varios casos en la literatura el peruano César Moro, la inglesa de ascendencia egipcia Joyce Mansour, la tunecina Amina Saïd. A mí eso me parece extraño pero muy interesante.
Un beso

silvia zappia dijo...

venir a tu casa es un deleite, una sorpresa continua.

abrazos, maría*